AMISTAD

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Ivanna se despidió de Wendy, su prima y los padres de Wendy a la mañana siguiente, con su mochila al hombro y saliendo por la puerta de la vivienda.

—¿Seguro que no quieres que te acerque en coche a casa? —insistió el padre de su amiga amablemente.

—De verdad, gracias, señor Turner, pero me apetece dar un paseo —les dijo, con una sonrisa convincente—. Iré en metro, no os preocupéis.

Tras asegurarse de que todos se quedaban tranquilos, se alejó de la casa de Wendy y caminó hasta la parada de metro más cercana. Al salir, ya en la estación de su barrio, se sorprendió al ver una figura familiar.

—¡Liam! —exclamó con una sonrisa, acelerando el paso para acercarse a él—. ¿Qué haces por aquí?

El chico se encogió de hombros, con esa sonrisa despreocupada y su típica expresión de niño travieso.

—¿Yo? Vivo aquí cerca, a un par de calles —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo—. Iba a dar una vuelta, pero si vas a casa te acompaño.

Ivanna asintió, un poco sorprendida de descubrir que vivían tan cerca.
Mientras caminaban, sus pensamientos volaron hacia la noche anterior, cuando había confesado a Wendy y su prima que Liam le gustaba.

No estaba muy segura de lo que sentía exactamente, pero había algo en él que le resultaba intrigante, divertido y... para qué negarlo, atractivo.
Pero la incertidumbre la carcomía. No tenía claro si ese interés era recíproco. Además, había momentos en los que no estaba segura de si a Liam le gustaban las chicas, sobre todo después de sus comentarios sobre Logan en aquella situación tan embarazosa que presenció.

¿Y si Liam sólo la veía como amiga? ¿Y si era gay?
Consiguió despejar sus pensamientos cuando el chico le preguntó cómo había ido la fiesta, obligándola a centrarse en contarle los detalles de la misma y obviando aquella conversación sobre crushes.

Entre risas y conversaciones, llegaron a la casa. El sonido de la música resonaba suavemente desde el interior.

Al entrar, se encontraron con una escena que dejaba pocas dudas sobre cómo había ido la noche anterior.

La luz rojiza y sensual del salón seguía encendida, mezclándose con la luz natural del día que entraba por las ventanas. Las botellas de vino vacías estaban esparcidas por el suelo, una de ellas rota, y la funda del sofá estaba destartalada, como si alguien hubiera librado una batalla sobre este.

Liam esquivó los desastres del suelo, dando un par de saltos con humor, mientras sus ojos se movían curiosos por toda la sala.

—Vaya... —comentó, con una risa contenida—. Parece que ciertos señores se lo pasaron bien anoche...

Ivanna soltó un resoplido, sabiendo perfectamente a qué se refería. Agarró escoba y recogedor y comenzó a barrer los cristales rotos que había por el suelo, tratando de ignorar el calor que empezaba a subirle por las mejillas.

—Y sabes a quién le tocará recoger todo esto, ¿no? —murmuró con resignación.

Liam, divertido, levantó las manos en señal de defensa.

—¡A mí no! —replicó, con una sonrisa burlona—. ¿Dónde se han metido tus padres?

Ivanna le dijo a Alexa que detuviera la música, y la respuesta de la asistente la hizo desear que la tierra la tragara:

¿Quieres que cancele el Protocolo Noche de Papis? —preguntó la voz electrónica con tono neutro.

Liam estalló en carcajadas, llevándose las manos a la boca para intentar contenerse, pero no podía dejar de reír.

TRES PADRES PARA UNA HIJA (Spideypoolverine)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora