Prólogo - Recuerdos

641 34 6
                                    

Toledo, en la actualidad

Cuando Marta entró a su pequeño y exitoso restaurante, no imaginó que sus más profundos anhelos de los últimos trece meses convergerían para sorprenderla en el salón principal del local. Su mente había estado todo el día viajando hacia un pasado bastante cercano y aunque en su negocio las refacciones todavía durarían algunos días más y las modificaciones en el inmueble se podían percibir perfectas; tal y como ella y sus mejores amigas lo soñaran tantas veces, hecho que la tenía por demás contenta, los recuerdos de esa aventura la acechaban como nunca y le demandaba un enorme trabajo asentar sus pensamientos en el hoy. La mujer imponente; por encima del metro setenta de altura, cabello castaño bien claro, casi rubio, una figura que encajaba perfectamente dentro de los cánones de belleza absoluta y unos ojos más azules de lo que se puede describir, miró a su alrededor y pensó que semejante empeño, esfuerzo, sacrificio y una gran suma de dinero invertidos en la renovación de "De La Reina Restó", se vislumbraban dando los frutos que tanto ella, la dueña, como Luz Borrell, encargada del negocio, y Begoña Montes, arquitecta, cuñada de Marta y amiga entrañable de ambas, deseaban desde el mismo momento en que decidieron cerrar por una temporada para llevar a cabo las tareas de mantenimiento, ampliación y refacción como correspondian. De esa manera, lo que parecía en principio como una utopía, se hallaba a pocas semanas de convertirse en una realidad: juntas estaban llevando el sueño al siguiente nivel.

Sin embargo, los anhelos de la hija del medio de Catalina Vázquez y Damián De La Reina no se detenían en la nueva meta laboral; no, en absoluto. De hecho, desde hacía poco más de un año que su mente divagaba en otras cuestiones. En una cuestión, para mayor exactitud, y aunque ella misma se negara a reconocerlo, desde aquella noche en Niza su existencia había dado un vuelco tan profundo e intenso que, a pesar del tiempo transcurrido, aún no lograba asimilar ni manejar: Marta nunca fue una mujer de aventuras, al contrario, su vida siempre se sostenía en objetivos trazados y en los caminos que le llevaran a alcanzarlos. No obstante, aquella noche en ese bar primero y en ese cuarto de hotel después, todo su mundo se vio patas arriba por una sonrisa demasiado atractiva, una mirada arrebatadora, una boca que la enloqueció irremediablemente y unas manos que, al tocarla, le hicieron sentir como si su piel fuera nueva, como si cada resquicio de su cuerpo se estrenara al caer rendida a las caricias y roces de esa mujer que, por unas horas, le enseñó un mundo al que se moría por regresar.

Marta estaba cansada, esas semanas de trabajos con albañiles, pintores, plomeros, electricistas y demás obreros de la refacción la tenían tensa, ansiosa, queriendo ver cómo quedaría su local y soñando despierta con la reinauguración. "De La Reina Restó" llevaba alrededor de tres meses cerrado y la gente asidua al acogedor restaurante suplicaba por cuanto medio podía, que volviera a abrir sus puertas de una vez. La verdad que desde que iniciara actividades, casi cuatro años atrás, el negocio gastronómico fue un rotundo éxito y si seguían demorando con la reapertura, se corrían riesgos muy altos de perder lo conseguido, pero el inmueble debía estar en condiciones para lograr sostenerse en ese lugar de privilegio que ocupaba en la ruta gastronómica de la Ciudad de Toledo. Una rotura en uno de los caños principales del pequeño edificio obligaron a realizar una exhaustiva revisión de cada espacio y, para infortunio del negocio, se encontraron con fallas edilicias tanto en la planta baja donde se ubicaba el restó, como en los otros pisos y esto tenía que resolverse sí o sí.

A pesar del mal viaje inicial que llevó el descubrimiento, Marta, Begoña y Luz consiguieron entender ese revés como una oportunidad y además de solventar aquellas fallas estructurales, la rubia compró el piso superior para ampliar el restaurante y por esto las refacciones y arreglos se demoraban más de lo esperado.

"Valdrá la pena la espera", suspiró la única mujer de los tres hijos de Catalina y Damián, orgullosa de lo que había construido con su esmero y trabajo duro, mientras cerraba la puerta del local y apoyaba su bolso en el mostrador de la barra. El reloj marcaba casi las ocho de la noche cuando el celular pitó un par de veces. Era un audio de Whatsapp de Luz:

La Cosa Más BellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora