Capítulo 5 - Un secreto ¿de dos?

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Los primeros rayos del sol que consiguieron colarse por las pequeñas grietas entre las cortinas de la ventana de la habitación de Marta, hicieron mella en Fina. La chef, con suma calma, comenzó a abrir los ojos y al lograr recordar dónde estaba y con quién, temió dar un vistazo general: el temor se debía a la punzada de angustia que sintió aquella mañana en el hotel de Niza, cuando se dio cuenta de que su acompañante ya no estaba con ella y si bien le había dejado una nota que rezaba "Gracias por una noche inolvidable" con un beso plasmado en la hoja de papel, la tristeza la abrazó al comprender que no sabría cómo encontrarla nuevamente. "Me comentó que vivía en Toledo todavía", recordó sin moverse aún de la cama "pero tengo la posibilidad del empleo en Florencia... ¡Debí pedirle su número, qué tonta soy!", se recriminó y observó con adoración la marca del labial sobre la blanca hoja.

Para su tranquilidad, el roce de Marta le quitó los miedos de un solo sacudón...

MARTA: Buenos días - saludó con ternura mientras la miraba embobada

FINA: Hola - sonrió hasta que se dio cuenta de la situación - ¡Ay, no me mires, por favor, que debo de estar horrible!
MARTA: Estás preciosa. Eres preciosa. - besó suavemente la mejilla de su compañera

FINA: Y después la cursi soy yo, ¿no?

MARTA: Deja de estar peleándome y salúdame como corresponde

FINA: ¿Quién me lo pide, mi jefa o mi amante?

MARTA: Mmmmm... Buena pregunta - reconoce acariciándola dulcemente - Te lo pido yo que soy ambas cosas

FINA: Buena respuesta, doña Marta

MARTA: ¡No me digas así!

FINA: Así te llama Carmen - rió con ganas

MARTA: ¿Qué? ¿Qué te ha dicho de mí?
FINA: Uff, ¡si supieras! - se comen a besos - Carmen te adora, está muy feliz de haber encontrado trabajo contigo

MARTA: Es mutuo, más allá de ser una trabajadora incansable, la admiro y respeto muchísimo, pero... - la mira con intensidad y deseo

FINA: ¿Pero?

MARTA: No quiero hablar de ella ahora

FINA: ¿Y de qué quieres hablar?
MARTA: No quiero hablar en absoluto...

El desayuno nunca se sintió tan delicioso y Marta nunca había tenido tanto apetito como en esa mañana, ni como durante toda esa noche, en realidad. Entre risas y besos, obviamente, la chef preparó lo que pudo teniendo en cuenta que la heladera de su jefa no estaba muy bien abastecida, que pudiera decirse.

FINA: Mi papá siempre dice "en casa de herrero, cuchillo de palo" y en tu caso tiene razón

MARTA: ¿Por qué lo dices?

FINA: Tienes el refrigerador casi vacío

MARTA: Es cierto, aunque yo no soy cocinera, soy dueña de un restó que no es lo mismo

FINA: Bueno, ¡casi lo es!

MARTA: De todas maneras, supongo que a partir de ahora eso va a cambiar

FINA: ¿Tú crees?

MARTA: Tú dímelo

FINA: A ver, a ver, déjame ver si estoy entiendo a dónde se dirige, jefa... - rodeó la mesa y se sentó junto a Marta - ¿Usted sugiere que yo me haga cargo de abastecerla?

MARTA: Si te apetece hacerlo, sí, eso sugiero

FINA: Me agrada como piensa, señora

MARTA: Y a mí me agradas tú - le da un pico - ¿Qué me haces, Fina? Yo nunca me comporté así y contigo me sale natural, no puedo ni quiero evitarlo

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