Capítulo 2 - Eclipse

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Toledo, en la actualidad

La conversación, inicialmente, giró en torno a lo laboral; fue de esos típicos intercambios que se dan a la hora de entrevistas de trabajo: hablaron de la experiencia de Fina, es decir de sus empleos previos, de sus conocimientos y de por qué consideraba que podía aportar lo que "De La Reina Restó" necesitaba. Carmen era una cocinera maravillosa, no sería sencillo ocupar su sitio y eso lo sabía de sobra su amiga de tantos años. Sin embargo, con el correr de los minutos, la charla fue recorriendo otras vertientes.

FINA: La mayoría de lo que sé lo aprendí de mis padres, pero fue Carmen quien me acercó de manera laboral; ella me ayudó a encontrar esta vocación y aunque no tengo tanto tiempo en el rubro de manera profesional, la cocina y yo nos llevamos muy bien. Mis papás tenían un pequeño restaurante en Illescas y crecí entre ollas y sartenes.

MARTA: ¡Vaya! Si lo tienes en los genes, visto lo visto.

FINA: La verdad que sí, los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia transcurrieron en aquella cocina. - reconoció con notoria melancolía

MARTA: ¿Ya no lo tienen? - su interlocutora negó con un movimiento de cabeza

FINA: Cuando tenía quince años hubo un incendio en la casa de al lado del local y las llamas consumieron todo a su alrededor. No pudo salvarse y económicamente tampoco podíamos solventar los gastos que llevaría intentar arreglarlo. Mis padres son gente de trabajo, no se les caen los anillos para nada, pero ante esa situación no tuvieron más alternativa que cerrar el restaurante y dedicarse a otros oficios.

MARTA: Entiendo y qué pena lo que sucedió - dijo sinceramente - ¿Puedo preguntar cuáles fueron esos otros oficios?

FINA: Mamá empezó a trabajar como cocinera en una casa de familia y papá entró ahí mismo como chofer. Todavía mantienen esos empleos.

MARTA: ¿Son personas jóvenes? Quiero decir tú tienes, ¿qué? ¿Treinta años? Seguramente estén en la flor de la edad, como dice mi madre. - sonrió suavemente

FINA: Adela, mi mamá, tiene sesenta y dos años e Isidro Valero cuenta con sesenta y cuatro - respondió y antes de proseguir, buscó deliberadamente la mirada de su interlocutora hasta encontrarla - Yo tengo treinta y uno, Marta, me lo podías preguntar directamente

MARTA: No te entiendo - respondió apenada por haber sido descubierta

FINA: Sí que me entiendes, no quieras disimular. ¿Tú cuántos tienes?

MARTA: ¿Cuántos me das?

FINA: ¿Años?

MARTA: Si, claro, de eso hablamos, ¿no?

FINA: Supongo que sí... - sostenía la mirada y, como sucediera aquella noche en Niza, no lograba evitar sonreírle a su potencial jefa - calculo que tendrás unos treinta seis o treinta siete

MARTA: No estás tan lejos, tengo cuarenta

Hubo un silencio que resultó raro, no podría decirse que incómodo como tal, pero sí fue extraño para ambas, aunque por razones diferentes. Fina quería y se moría por abalanzarse sobre Marta y comérsela a besos; llevaba más de un año soñando con volver a verla, besarla y hacerle el amor para no soltarla nunca más. La oriunda de Illescas supo desde el primer momento en que la vio que sí existía el famoso amor a primera vista, era lo que sentía por esa rubia de rulos y ojos azules. Marta, en cambio, estaba rara porque luchaba con todo lo que la morena le provocaba y que hasta esa noche en el restó, se ingeniaba para dejar en un rincón de su memoria. Sí, había soñado despierta con reencontrarla y continuar aquello que empezaron en Niza, pero ella no era así, no se dejaba llevar por sentimientos; siempre anteponía la racionalidad a cualquier otra cosa y tener a Serafina enfrente, despertando todo lo que tanto le costara poner a dormir, la dejaba casi desarmada. Luchaba ferozmente en su interior por no invitarla a su departamento para repetir. ¿Qué era eso que esta morenaza despampanante de treinta y un años le provocaba? ¿Tenía nombre? Sus cavilaciones se detuvieron por un leve mareo. Fina lo notó.

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