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• Los personajes no me perte...
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El amanecer se filtraba perezoso entre las cortinas, mientras los restos de una noche de caos y pasión aún llenaban el ambiente.
Ella despertó primero, y con una media sonrisa, se giró para mirarla. Harley estaba ahí, durmiendo a su lado, con el cabello revuelto y la respiración tranquila. Sin poder evitarlo, sus dedos buscaron esos mechones de colores, acariciándolos con suavidad, jugando con cada hebra azul y roja.
—No me mires así, nena. —murmuró, con una sonrisa traviesa. —Esto no cambia nada.
Harley ríe, un sonido suave y ligeramente burlón, como si sus palabras fueran una broma. Le acarició la mejilla con el pulgar, como quien toca algo que sabe que se esfumará al menor descuido.
—Tranquila, muñeca, no estoy buscando una etiqueta. —responde, aunque sus dedos jugueteaban en su cintura, sugiriendo lo contrario.
____ se incorporó, deslizándose fuera de la cama y sintiendo sus ojos clavados en ella. Sin embargo, la distancia era clara: no es su chica, ni ella es suya.
Son juegos, noches llenas de pasión y mañanas donde ninguna se atreve a ponerle nombre a lo que comparten. Sabe que Harley nunca será de nadie y eso es justo lo que te atrae y repele al mismo tiempo.
Desde la cocina, el sonido de platos siendo lavados la sacó de sus pensamientos. La escena era tan doméstica que casi parece absurda. Se asomó y la vió allí, en una camiseta que apenas le cubría la espalda, con el cabello alborotado mientras limpiaba la cocina como si se tratara de cualquier mañana.
La realidad de que Harley Quinn, la incontrolable Harley, estuviera fregando platos era una imagen que casi le parecía absurda.
—¿Por qué demonios estás limpiando? —le preguntó, cruzando los brazos y apoyándose en el marco de la puerta con una sonrisa divertida.
Harley no se inmutó. Sin girarse, respondió con una mezcla de ironía y dulzura en su voz, como si fuera la cosa más normal del mundo.
—Tal vez porque sé que te gusta que esté todo en orden cuando despiertas. —respondió ella, haciendo que su amante soltara una risa incrédula.
A pesar de las palabras de Harley, ninguna de las dos pretendía quedarse. Ambas sabían que, al amanecer, sus caminos tomarían direcciones opuestas, tal y como debía ser. Sin embargo, en ese momento fugaz, mientras el café comenzaba a burbujear en la cafetera y el sol iluminaba la cocina, el mundo exterior parecía desvanecerse. Ella se acercó a Harley una vez más, enredando sus dedos en esos mechones caóticos.
Harley alzó la vista, sus ojos llenos de esa chispa impredecible y peligrosa que hacía que todo pareciera un juego eterno.
—Ya sabes que esto no es nada serio, ¿verdad? —le dijo ____, casi como si buscara convencerse a sí misma de esa realidad.
Harley sonrió, esa sonrisa burlona que siempre parecía esconder un secreto.
—Claro, cariño. Solo no me pidas que te deje tocar mi cabello mañana —contestó, dejando caer una risita juguetona.
La carcajada de Harley resonó en la pequeña cocina, esa mezcla de ironía y ligereza que siempre parecía acompañarla. Con un gesto despreocupado, ella se inclinó hacia la cafetera y sirvió dos tazas, pasando una hacia su amante con una sonrisa pícara.
—Tómalo mientras está caliente nena. —dijo, sus ojos fijos en los (c/o) de ella mientras daba el primer sorbo.
Ella tomó la taza, sin romper el contacto visual, aunque el peso de la situación empezaba a pesarle. Las mañanas con Harley eran intensas, pero también le recordaban lo frágil de esos momentos compartidos. Para Harley, esto era solo otra aventura; para ella, sin embargo, empezaba a convertirse en algo que desafiaba su propio sentido de libertad.
—Entonces... nos vemos esta noche, supongo —dijo, queriendo dar el paso definitivo fuera de la cocina, fuera del hechizo de Harley.
Harley le sonrió, esa sonrisa que siempre lograba derribar cualquier defensa, y asintió mientras la veía partir. ____ salió, dejando atrás la imagen de Harley en esa cocina, con el cabello enredado y los ojos llenos de esa chispa de rebeldía y libertad.
La puerta se cerró tras ella, y mientras caminaba por las calles, el eco de la risa de Harley aún resonaba en sus oídos. Sabía que volvería. Porque, al final, no podía resistirse a esa locura que solo Harley sabía ofrecerle, aunque fuera por una noche más.
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