La habitación estaba casi a oscuras, la única luz provenía de la tenue iluminación de la calle que entraba por la ventana. La atmósfera cargada de tensión se sentía palpable, como si los muros mismos pudieran opacar las preocupaciones que pesaban sobre Jisung y Yongbok. Ninguno de los dos decía una palabra, pero la ansiedad flotaba en el aire, como una corriente que los rodeaba sin permitirles escapar.
Yongbok, apoyado en la pared, pasó una mano por su rostro, sintiendo el peso de su propio arrepentimiento. A su lado, Jisung no podía quedarse quieto; caminaba de un lado a otro, sin poder encontrar consuelo. Ambos sabían que lo que había pasado en la fiesta era mucho más que un simple error.
— Esto... esto no puede estar pasando.— murmuró Jisung, su voz quebrada por la culpa. —¿Cómo pudimos hacerlo? ¿Cómo... cómo pudimos besarnos, sabiendo que les estábamos siendo infieles a ellos? Hyunjin... Minho...—
Yongbok lo miró, sus ojos llenos de desesperación, pero incapaces de expresar lo que sentía. Sentía que cada palabra que salía de su boca era una condena, una evidencia de lo que acababan de hacer. —No lo sé... Fue un impulso, Jisung. Sabíamos lo que estábamos haciendo... sabíamos que no estaba bien, pero...— Sus palabras se apagaron, como si no pudieran encontrar una justificación, ni siquiera una explicación coherente.
El pensamiento de que Minho y Hyunjin podrían enterarse les helaba la sangre. Ambos sabían que si la verdad salía a la luz, sus relaciones, sus amistades, todo se desmoronaría. La culpa y el miedo se mezclaban en su interior, haciendo que cada movimiento fuera más difícil que el anterior.
— ¿Qué vamos a hacer ahora?— preguntó Yongbok, la angustia apoderándose de su voz. —No puedo dejar que lo sepan... No sé si podría soportarlo.—
Jisung se detuvo en seco y dejó caer los hombros, sintiendo un peso invisible apretar su pecho. —Yo tampoco. Si ellos se enteran... es el fin. Y lo peor es que no puedo dejar de pensar en lo que hicimos. ¿Por qué lo hicimos? ¡Era como si no pudiéramos detenernos!—
Los dos se miraron, el remordimiento era tan fuerte que podía sentirse en el aire. Ninguno de los dos tenía las respuestas, solo sabían que se habían metido en algo mucho más grande que ellos, y la posibilidad de que Minho y Hyunjin los descubrieran no hacía más que aumentar su ansiedad.
Jisung respiró profundamente, tratando de calmarse, pero las imágenes del beso compartido y lo que habían estado a punto de hacer los perseguían como sombras que no podían disipar. —Si ellos nos descubren, si Hyunjin y Minho se enteran de lo que hicimos... ¿cómo vamos a mirarlos a la cara? ¿Cómo vamos a justificar todo esto?—
Yongbok cerró los ojos con fuerza, sabiendo que no había respuestas fáciles. — No lo sé. No lo sé, Jisung. Solo sé que... no quiero perderlos. Y si nos enteran, todo... todo se vendrá abajo.—
El aire parecía más denso, y el miedo seguía colándose entre ellos, mientras las imágenes de la fiesta se mezclaban con las consecuencias que podrían llegar. Ninguno de los dos quería enfrentar lo que les esperaba si la verdad salía a la luz. La ansiedad los envolvía, pero lo peor de todo era que sentían que no podían escapar.
Jisung se dejó caer en el sillón cercano, su rostro hundido en sus manos, como si con ese simple gesto pudiera apagar las voces dentro de su cabeza. El miedo y la culpa lo consumían, pero había algo más, algo mucho más profundo: la desesperación de no querer enfrentar las consecuencias.
— No quiero que esto salga a la luz, Yongbok. No lo quiero. — Su voz sonó quebrada, como si esas palabras lo estuvieran asfixiando. — No quiero ver la decepción en sus caras, no quiero... perderlo todo.
Yongbok se acercó lentamente, quedándose de pie frente a él, observando los ojos de Jisung, llenos de angustia. Sabía que lo que estaban diciendo era peligroso, que guardarse ese secreto solo los llevaría a más problemas, pero también entendía el temor que sentía su amigo. La posibilidad de perder todo lo que habían construido, de que la verdad saliera a la luz, era aterradora.
ESTÁS LEYENDO
𝘈𝘮𝘢𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘥𝘦𝘵𝘵𝘢 • HyunHo
FanfictionA veces pensamos que la venganza es dulce, un plato que se sirve frío para poder ser disfrutado. Nunca vemos la otra cara. La cara que es caliente y amarga.