La mañana del sábado se sentía diferente para ambos. Cada uno en su respectivo espacio, Minho y Hyunjin se encontraban en una especie de balance entre la rabia y el cansancio emocional, un estado casi suspenso que parecía definir el inicio de su plan. Antes de su encuentro, ambos se permitieron un momento de introspección, repasando lo que les había llevado a esta inusual alianza.
Para Hyunjin, había una mezcla de furia y tristeza que luchaban por dominar su mente. Ver a Yongbok actuar con normalidad, como si nada hubiese ocurrido, lo dejaba sumido en una profunda incomodidad. Había noches en que, al ver a su novio dormirse a su lado, sentía una brecha casi tangible, una distancia que antes no existía. La traición lo había dejado marcado, y a pesar de sus intentos por ocultarlo, la desconfianza era algo que no podía simplemente ignorar. Aunque había intentado, por el bien de la relación, restarle importancia, algo dentro de él se negaba a perdonar, a olvidar. Había dado demasiado de sí mismo a esa relación, solo para descubrir que sus esfuerzos no habían sido suficientes. Esa injusticia era lo que ahora alimentaba sus pasos hacia Minho, una sed de justicia que surgía de lo profundo de su dolor.
Minho, por su parte, sentía una calma tensa mientras se preparaba. A diferencia de Hyunjin, su enojo se expresaba de manera fría, calculada. Al ver a Jisung comportarse como si nada hubiera pasado, sintió un desprecio que, hasta ese momento, no había experimentado. Para él, la infidelidad no solo había sido un golpe a su ego, sino una traición a los momentos y recuerdos que había compartido con Jisung. Cada pequeña risa, cada plan para el futuro, cada conversación íntima ahora parecía vacía, desprovista de significado. No había querido entrar en este juego de venganza, pero la idea de que Jisung sintiera, aunque fuera por un momento, esa misma impotencia y confusión que él había soportado lo motivaba a seguir adelante.
Con ese rencor contenido en el pecho, ambos llegaron a la hora pactada. Hyunjin condujo hasta la casa de Minho, deteniéndose frente a la puerta puntual, a las tres de la tarde. Al ver a Minho acercarse, sintió una extraña mezcla de complicidad y seriedad; después de todo, no era común que saliera con alguien con quien apenas había intercambiado palabras antes. Pero esta no era una salida cualquiera, sino el inicio de algo que ambos necesitaban, algo que les permitiría cobrar lo que sentían que les habían arrebatado.
Minho subió al auto y se acomodó en el asiento del copiloto, su semblante serio pero relajado, como si cada acción que hacía estuviera cuidadosamente calculada.
—¿Todo listo? —preguntó Hyunjin, sus ojos fijos en la carretera mientras ponía en marcha el auto.
Minho asintió, con una calma casi amenazante en su postura. Miró por la ventana, respirando hondo antes de responder.
—Todo listo. Lo importante es mantener la compostura. —Dijo, casi como si se estuviera recordando a sí mismo el objetivo de esta salida.
Hyunjin dejó escapar una leve sonrisa, comprendiendo de inmediato el peso detrás de las palabras de Minho. Ambos sabían lo que implicaba el juego al que estaban a punto de entrar, y aunque tenían claro que su relación con sus respectivas parejas pendía de un hilo, no había espacio para la duda en sus mentes.
Con el trayecto envuelto en un silencio que decía más que cualquier palabra, llegaron a la cafetería que Hyunjin había elegido. El lugar era acogedor, discreto, con una atmósfera perfecta para dos amigos que querían “conocerse mejor” a ojos de quienes los vieran. Tomaron una mesa junto a la ventana, y mientras esperaban sus bebidas, Hyunjin decidió romper el hielo.
—Aún me cuesta creer que estoy aquí contigo, planeando algo como esto —admitió, su tono bajo y reflexivo—. Pero, después de todo… ¿por qué no deberían sentir lo mismo que nosotros?
Minho mantuvo su mirada fija en la ventana, observando la vida cotidiana de las personas que pasaban por ahí. Tras unos segundos, giró su atención hacia Hyunjin.
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𝘈𝘮𝘢𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘥𝘦𝘵𝘵𝘢 • HyunHo
FanficA veces pensamos que la venganza es dulce, un plato que se sirve frío para poder ser disfrutado. Nunca vemos la otra cara. La cara que es caliente y amarga.