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Luego de llorar en la playa como una fracasada. Recibió una llamada de un número desconocido, y era JJ. Al parecer sí intentó el plan descabellado que tuvo ese mismo día más temprano sobre rescatar a John B., y no salió para nada bien. ¡Robó una ambulancia para meterse en la prisión y rescatar a su amigo!

Ahora no solo que John B. seguía encerradísimo, sino también que iba a tener que pagar fianza para salir y enfrentar múltiples cargos como hurto, destrucción y violencia. Y así es como Juliette terminó en la comisaría del pueblo.

La rubia caminaba por los pasillos fríos de la comisaría, el sonido de sus pasos resonando mientras se acercaba a la ventanilla. La luz blanca y fuerte del lugar le hacía sentir aún más tensa, casi como si estuviera fuera de lugar. Su mente seguía dando vueltas a todo lo que había sucedido, pero lo único que importaba ahora era sacar al rubio de allí.

Cuando finalmente llegó a la ventanilla, le pagó la fianza, el peso del dinero y la responsabilidad de salvar a alguien que apenas unos días volvía a tener contacto. Cuando le entregaron las pertenencias de JJ, su respiración se agitó un poco, pero mantuvo la calma.

"Todo se solucionará" pensó mientras esperaba a que él saliera. Pero cuando JJ finalmente apareció, el alivio de verlo con vida fue inmediato, aunque no podía evitar notar la tristeza en sus ojos. Se acercó y le propinó un golpe en medio del pecho.

—¿Perdiste la cabeza? Se supone que esperaríamos a los demás para decidir qué hacer mañana —reprochó ella, con su voz apenas un susurro, como si temiera que la realidad de la situación pudiera desaparecer si hablaba demasiado fuerte.

JJ sonrió, aunque la sonrisa se desvaneció rápidamente. —Nada que no se pueda arreglar. ¿Listos para irnos? ¿Dónde está el resto?

—Ni idea. Es lo que he intentado averiguar durante toda la tarde.

—Déjalos.

Ella rodó los ojos y lo guió fuera de la comisaría. Mientras caminaban hacia el auto, Juliette se dio cuenta de lo cansada que estaba. Pero no era la única, JJ tenía sus ojos con una mirada vacía, como si el peso de lo que había pasado lo hubiera dejado sin fuerzas. Pero no estaba dispuesta a preguntarle de inmediato, no quería presionarlo.

Al llegar a la camioneta de Heyward, que amablemente le prestó el padre de Pope en agradecimiento por haberla traído desde Charleston en grúa, JJ se dejó caer en el asiento del copiloto, cerrando los ojos mientras se recostaba.

—¿Quieres que te lleve a algún lado? —le preguntó ella— ¿a tu casa?

JJ suspiró. —No sé... sí. Vamos.

—Está bien. No te quejes si freno de golpe, aún soy mala manejando. —Quiso bromear para aliviar el ambiente, pero no obtuvo respuesta. Finalmente, y luego de varios minutos conduciendo, llegaron a la otra punta de la isla. La casa Maybank. Se bajaron ambos del coche y comenzaron a caminar.

Pero justo cuando estaban por entrar, una voz gruesa y áspera los detuvo.

—¿A dónde crees que vas con él? —El padre de JJ apareció en la puerta con la mirada feroz y su postura desafiante, aunque un poco tambaleante. Estaba ebrio, claramente.

JJ se quedó quieto, una sombra de incomodidad cruzando su rostro, mientras Juliette, sorprendida por la irrupción, se detuvo también. El padre de JJ no era precisamente un hombre amable. Su figura alta y musculosa, con un rostro marcado por arrugas de enojo y alcohol, daba la impresión de que no temía a nada ni a nadie.

Su mirada parecía atravesarlos a ambos —¿Es la niña Groff? —gruñó el padre de JJ, mirando a Juliette con desdén. —No la quiero en esta casa. Ya te dije que esa gente no se lleva bien con nosotros.

Tesoros escondidos - Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora