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Filippa despertó con el sonido suave de las olas golpeando contra el casco del barco. Al principio, se sintió desorientada, notando el dolor punzante en su costado y cómo su cuerpo seguía acurrucado bajo las mantas. Y se acordó que no se había tapado con ellas antes de dormir. La habían tapado.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que ya no estaba abrazada a Rafe, y una sensación de incomodidad la invadió. Se sonrojó al recordar lo que había sucedido.

¿Cómo pude quedarme dormida con él? pensó, sintiéndose avergonzada.

Se levantó lentamente, intentando no moverse de manera brusca para evitar que la herida en su costado le doliera demasiado y refregó sus ojos. Miró a su alrededor, constatando que estaba sola en la pequeña habitación. No podía quedarse allí pensando en lo que había sucedido, así que decidió salir en busca de Sarah.

Con cautela, caminó por los pasillos del barco, su mente divagando entre las preguntas sobre qué hacer a continuación. Bajó las escaleras que conducían a la zona de calderas, donde había oído que estaba trabajando el personal. El lugar era oscuro y húmedo, con el sonido de las máquinas resonando a su alrededor, pero la curiosidad de saber dónde estaba su amiga la empujaba a seguir adelante. La luz era roja en las paredes y tenía miedo de cruzarse con Ward o alguien que no conociera.

O mucho peor, a Rafe.

A medida que avanzaba, escuchó murmullos provenientes de una esquina apartada. Se detuvo en seco y, con el corazón latiendo más rápido, se acercó sigilosamente para escuchar mejor.

—¡Eres un mentiroso! Vi la cruz. Sabía que mentías. ¿Alguna vez dices la verdad? —gritaba alguien, y Filippa la reconoció al instante. Era Sarah, discutiendo con el que parecía ser su padre.

—Tenía que hacerlo.

—¡Me secuestraste!

—¡No te secuestré! —oyó un golpe, parecía como que habían golpeado algo, una pared o mesa— Tienes 16 años, soy tu padre. No te secuestré puedo llevarte a donde yo quiera. ¡Y eso haré! Porque no puedes tomar decisiones por-...

—¡No me toques! —gritaba ella.

—Primera decisión: No verás a John B. Tú amiga será lanzada al mar en un bote a ver si llega a la costa. No puede saber a dónde vamos. ¡No arruinará mis planes! —la amiga que sería lanzada al mar se tensó por completo, sabía que ese sería su trágico destino si de Ward Cameron dependiera— y tú te quedarás con nosotros para siempre. Un día madurarás y entenderás que lo hice por tu bien.

—No lo haces por mí. Todo lo haces para ti mismo. Eres codicioso y egoísta. Manipulador y mentiroso.

—¡Cuida tu boca! Soy tu padre... —lo estaba haciendo enfurecer. Filippa supo que debía intervenir antes de que sea mucho peor.

—Y eres un asesino —finalmente, la rubia oyó el ruido de un golpe, le acababa de dar una bofetada. Oyó más ruidos como de un forcejeo y ya no podía quedarse ahí sin hacer nada, cuando finalmente se dejó ver, vio que la situación se estaba saliendo de las manos y supo que debía ayudar a su amiga.

—¡Ey! —gritó Fili, empujando al hombre desde su espalda para hacerlo chocar contra una mesa llena de objetos que lo hicieron caer al suelo. Sarah tomó la mano de su amiga y se fueron corriendo a la otra habitación. Por suerte la puerta del barco tenía traba de ese lado, y pudieron dejarlo encerrado lejos de ellas.

—Gracias.

—Debemos irnos. —y eso hicieron, corrieron como pudieron, ya que Filippa tenía varios dolores en el costado de su estómago aún, y luego de varios minutos llegaron al exterior del barco, en la parte donde los botes salvavidas se encontraban.

Tesoros escondidos (Rafe Cameron)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora