Athena.
El aroma del café recién molido llena el aire mientras sirvo una taza a un cliente. El olor me envuelve, llevándome a un viaje lejano, hacia los días en los que aún no sabía qué sería de mí. Hace una semana conseguí un empleo en la nueva cafetería cerca del departamento del hermano de Neva. El local es pequeño, con luces cálidas y el bullicio constante del lugar crea un refugio temporal. Por fin, soy solo una mujer más, lejos de las sombras de mi pasado. Parece irreal.-Gracias, Athena -dijo el hombre mayor que siempre pide lo mismo: un capuchino doble con canela. Esbozo una pequeña sonrisa, disfrutando de la normalidad de este momento. Aquí, nadie sabe quién soy.
La campanilla de la puerta tintinea, un nuevo cliente acaba de entrar.
-Buenos días, ¿Puedo anotar su orden? -le ofrezco mi mejor sonrisa.
-Hola, Athena, lo de siempre -Roderick deja el dinero sobre la barra. Le devuelvo una mirada divertida. Es mi cliente más recurrente, y últimamente, no es tan odioso.
-Cappuccino a la orden -hago un saludo militar, sacándole una risa baja, que me contagia.
Mientras le sirvo el café, detallo su vestuario: zapatos negros, de seguro de cuero, pantalones rectos del mismo color, un suéter de cuello alto negro. El abrigo marrón da contraste a su vestimenta oscura.
-Me voy a desgastar si me sigues mirando así -esboza una sonrisa casi coqueta. Mis mejillas arden; estoy segura de que estoy sonrojada.
-¡No! No es lo que quise decir... -suspiro, más avergonzada por su risa que por su comentario.
-No le des tanta importancia, Athena, solo estaba bromeando -guiña un ojo antes de tomar asiento en una de las mesas.
Roderick ha comenzado a frecuentar el local desde que Neva le contó que conseguí empleo aquí. No pudo guardar el secreto, estaba más emocionada que yo. Él siempre toma la mesa cerca de la barra, a veces me mira fijo, siento su mirada en mi nuca. A veces, cuando lo encuentro viéndome, baja la mirada rápidamente. Es extraño; tal vez solo recolecta información para dársela a él.
Un suspiro melancólico se escapa de mis labios. Imaginar que está pendiente de mí hace que mi corazón se acelere. No negaré que lo extraño. Hay momentos en que creo que entrará por esa puerta, como si viniera a pedirme perdón, pero ya han pasado dos semanas sin novedad.
No pienses en él, Athena, no vale la pena. Me recuerdo a mí misma, un motivo suficiente para seguir mi rutina laboral.
-Te llevaré -Roderick saca las llaves de un auto de su bolsillo.
Aunque suelo irme caminando a casa, el edificio no está tan lejos, hoy no me parece tan mal ir en coche. Me subo al vehículo, un BMW, nada mal.
-Linda carroza -bromeo, colocándome el cinturón de seguridad.
-Es un BMW i7 M70 xDrive -presume al encender el vehículo. -Cuenta con un sistema de propulsión eléctrica de 660 caballos de fuerza, suspensión neumática adaptativa, dirección en las cuatro ruedas. -Me mira con una sonrisa arrogante en los labios.
-Solo entendí que es caro -respondo, no dándole importancia a su intento de impresionar. Observo las calles iluminadas por los faroles a través de la ventana, sintiendo cómo la ciudad sigue su curso mientras yo sigo con mi vida, aparentemente tranquila.
En menos de cinco minutos, llegamos al departamento. Lo invito a pasar, y Ana, que está sentada frente al televisor viendo sus novelas, sonríe al ver a Roderick.
-Llegas en una noche especial, esta noche hay Bratwurst -dice Ana con una sonrisa. Los ojos de Roderick se iluminan, parece un niño pequeño ante una golosina.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...