Athena.
La campana sobre la puerta tintineó, anunciando la salida del último cliente. El sonido mecánico resonó en el pequeño local vacío, mezclándose con el suave zumbido de las luces. Suspiré mientras limpiaba la barra, la madera pulida reflejando la tenue luz amarillenta. Mi turno había terminado, pero la tranquilidad que buscaba no llegó.Al salir de la cafetería, lo vi.
El hombre del traje oscuro estaba allí, parado en la penumbra, justo donde las sombras de la calle se mezclaban con las luces. Su figura era imponente, casi inmóvil, como si fuera parte del entorno. Pero lo que más me inquietaba eran sus ojos, fijos en mí, llenos de una intensidad que me erizó la piel.
Intenté mantener la calma mientras cruzaba la calle. No era la primera vez que lo veía, pero algo en su postura y la forma en que el aire parecía volverse más pesado me indicaban que esta noche sería diferente.
Mis pasos resonaban en las calles vacías, pero no eran los únicos. Sentía sus pasos detrás de mí, sincronizados con los míos. Mi corazón latía con fuerza mientras buscaba un reflejo en los escaparates. Me detuve frente a uno, fingiendo interés en la vitrina, pero mis ojos se enfocaron en su figura detrás de mí.
Él también se detuvo. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en su rostro.
—Athena —murmuró, su voz grave y calculada. Dio un paso hacia adelante, rompiendo la barrera de luz, y pude ver sus ojos, fríos como el acero. —Nos veremos pronto. Pero antes de eso, envía mis saludos a Dorian.
Mi respiración se detuvo. Él sabía más de lo que mostraba, y eso lo hacía aún más aterrador. Antes de que pudiera responder, se desvaneció en la oscuridad, dejando tras de sí un aire pesado.
Saqué mi teléfono con manos temblorosas y marqué el número de Neva.
—¿Athena? ¿Qué sucede? —preguntó con un tono de preocupación que no intentaba ocultar.
Le expliqué rápidamente, cada palabra saliendo atropellada. Neva escuchó en silencio, pero su voz se endureció al final.
—Voy a llamar a Dorian.
—No, Neva. No quiero que él se involucre.
—No tenemos opción. Esto es más grande que tú o yo.
Un silencio incómodo llenó la línea. Sabía que tenía razón, pero la idea de involucrar a Dorian me hacía sentir aún más vulnerable.
Media hora después, estábamos en el departamento de Neva. Ella insistió en que me quedara allí por seguridad. Apenas habíamos cerrado la puerta cuando un golpe seco en la entrada me hizo dar un respingo.
Neva se levantó para abrir, pero ya sabía quién era.
—No quiero verlo —susurré, tratando de calmar mi respiración.
—Athena, él está aquí porque le importas.
La puerta se abrió, y ahí estaba Dorian. Su presencia llenó la habitación como un vendaval. Era imponente, su mirada dura, pero había algo más: una preocupación sincera que no intentaba ocultar.
Nuestros ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo se detuvo.
—No estoy aquí para lastimarte, Athena —su voz grave, pero con un matiz de vulnerabilidad que rara vez mostraba—. Estoy aquí porque Giovanni ya ha puesto sus ojos en ti, y no voy a permitir que te toquen.
El nombre de Rossi envió un escalofrío por mi espalda. Había oído hablar de él, pero nunca pensé que estaría tan cerca.
—No necesito que me protejas, Dorian. Puedo manejarlo.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...