Capítulo 18

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Dorian.
El despacho estaba iluminado solo por la tenue luz de la lámpara en mi escritorio. Los documentos estaban perfectamente ordenados, como siempre, pero el caos se sentía en cada rincón. Mi Imperio, Kaiserkrone, seguía siendo fuerte, pero sabía que la estabilidad era una ilusión. Siempre había alguien, en algún lugar, planeando mi caída.

El golpe en la puerta rompió el silencio. Antonio entró sin esperar invitación, su rostro grave. En sus manos, un sobre negro.

Lo reconocí de inmediato. El sello en el frente pertenecía a Giovanni Rossi, el jefe de la mafia italiana De’Mare. Una invitación a un juego mortal.

—¿Acaba de llegar? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

Antonio asintió. No hacía falta decir más. Tomé el sobre y lo abrí con calma, como si no fuera más que otra carta cualquiera. Pero las palabras dentro eran todo menos casuales:

"Los imperios siempre caen. Prepárate."

Un mensaje breve, pero cargado de intenciones. Rossi no solo reclamaba territorio. Quería algo más. Quería destruirme, quebrar todo lo que había construido.

Cerré los ojos, dejando que el peso de la amenaza se asentara. No podía permitir que el miedo se filtrara, pero sabía que este juego no era como los anteriores. Rossi era metódico, paciente, y letal.

—Organiza una reunión con todos. Ahora. —Le ordené a Antonio, mi voz cortante como un cuchillo.

La sala de reuniones estaba cargada de una tensión palpable. Cada uno de mis hombres ocupaba su lugar, con miradas serias y expectantes. Roderick y Matías intercambiaban palabras en voz baja, pero el resto aguardaba en silencio.

—Giovanni Rossi ha hecho su jugada. —Mi voz resonó en la sala, firme y controlada. —No solo quiere territorio. Quiere nuestra destrucción total. Y sabe exactamente cómo hacerlo.

Los murmullos se apagaron. Cada uno de ellos entendía lo que significaba esto. Rossi no era un enemigo común. Sabía atacar donde más dolía.

—Giovanni es conocido por explotar los puntos débiles —dijo Antonio, su tono grave. —Y ahora mismo, nuestro punto débil es Athena.

El simple hecho de escuchar su nombre hizo que mi mandíbula se tensara. Athena. La mujer que había comenzado como una distracción y se había convertido en mi punto más vulnerable. Rossi lo sabía, y eso lo hacía más peligroso.

—No voy a permitir que la toquen. —Mi mirada se posó en Roderick, la amenaza implícita en cada palabra. —Asegúrate de que tenga protección en todo momento, incluso si no lo sabe.

Roderick asintió. Sabía lo que estaba en juego. Pero la preocupación no desaparecía de mi mente. Rossi no era alguien que se detuviera con medidas preventivas. Había que anticiparse a sus movimientos.

—Antonio, ¿qué tenemos sobre los movimientos de Rossi? —Inmediatamente, deja una carpeta sobre la mesa.

—Nuestros contactos dicen que ha estado moviendo recursos hacia Alemania. Además, el hombre que envié a vigilar a Athena reportó algo inusual. Un cliente nuevo ha estado frecuentando la cafetería. No parece ser un cliente común.

El aire en la sala se volvió aún más pesado. No había coincidencias en este mundo. Rossi ya había lanzado su primer golpe, y Athena estaba en el centro de su estrategia.

—¿Quién es? —pregunté, mi voz baja y tensa. La incertidumbre me estaba carcomiendo por dentro.

—Aún no lo sabemos, pero no parece estar allí por casualidad —respondió Antonio, la preocupación más que evidente en su rostro.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora