Capítulo 8

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Athena.
Bajo las escaleras en dirección a la cocina. Desde hace dos semanas, Dorian me deja el desayuno hecho cada mañana. Es la única forma en la que logro comer, según él. A veces, me cuesta mucho terminar el plato. El estómago se me revuelca y siento el impulso de vomitar, pero lo hago, porque no puedo desobedecerle. Últimamente, he estado obsesionada con la idea de que he subido de peso, y eso me atormenta. No sé cómo evitarlo.

Ana suele estar a mi lado mientras como, pero hoy estoy sola en la cocina. Juego con los trozos de carne en mi plato, moviéndolos de un lado a otro. La verdad es que no tengo apetito.

—Creí que salir de ese lugar iba a ser de ayuda —reconozco esa voz inmediatamente. La familiaridad de ella me envuelve.

Neva se sienta a mi lado en el taburete y sonríe, una sonrisa que siempre me da calma.

—Neva... —me abalanzo a ella para abrazarla con fuerza. El contacto con ella es un bálsamo para mi alma.

—También te extrañé, Athena —me aprieta contra su cuerpo, su calor me da seguridad, una sensación que hacía tiempo no sentía.

—¿Cómo fue que lograste venir y entrar? —le pregunto, al dejarla respirar después de la cálida bienvenida.

—Dorian... —empieza a hablar, pero una interrupción nos hace mirar hacia la puerta.

—Laborda, Antonio te espera en el despacho del Kaiser. —Roderick está allí, en la entrada de la cocina, mirando con su típica expresión de desdén. Neva asiente y se levanta rápidamente del asiento.

—Te veré luego —me dedica una mirada fugaz antes de irse, y por un instante me siento vacía al ver cómo se aleja.

Observo a Roderick en silencio, quien sigue de pie, vigilante. Su presencia siempre tiene algo amenazante. Él me dedica su mirada habitual, una que denota desprecio.

—¿Sabes por qué está aquí? —me atrevo a preguntarle, aunque no espero una respuesta amigable. Mi voz suena algo desafiante.

Su expresión se agria aún más, como si mis palabras le molestaran.

—Neva Laborda es un miembro importante en la organización —responde con tono grave, su mirada fija en mí, como si esperara que entendiera. —Tiene una misión nueva, y es crucial para el Kaiser que ella asista.

La revelación me deja atónita. En estas dos semanas, he aprendido cosas sobre la vida de Dorian y su posición como líder de la organización. Todos lo llaman “Kaiser”, que en alemán significa emperador. Él tiene a su mano derecha, Antonio; Roderick está encargado de la seguridad, y, lamentablemente, de mí. Cada mañana, Dorian sale de la mansión y regresa por la tarde, o a veces por la noche. Mi vida aquí es un ciclo monótono de soledad.

—¿Neva, miembro de la organización? —mi voz tiembla un poco, la sorpresa es evidente en mis palabras.

Roderick suspira con desdén, claramente fastidiado por mi ignorancia.

—Tu amiguita es parte del cuerpo de inteligencia de Kaiserkrone —explica, como si me estuviera explicando algo de lo más obvio—. De hecho, es la segunda mejor del grupo.

De repente, todo tiene sentido. Las salidas del club nocturno cuando no se permitía a menos que pagaran una fortuna, los desayunos en cafeterías en lugar de los ofrecidos en Heaven’s, la indiferencia de Neva frente a las torturas que presenciaba todo cuadra. Ella estaba asegurada, no la iban a tocar. Estaba dentro, conectada con la mafia.

Iba a hacerle más preguntas, pero Roderick me deja con las palabras atoradas en la garganta. Me quedo en silencio, procesando la nueva información.

—¿Cómo fue para entrar en la organización? ¿Qué trabajos hace? —las preguntas siguen rondando en mi cabeza, pero no las puedo decir en voz alta.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora