Capítulo 22

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Dorian.
La habitación estaba en penumbra, el único sonido era el leve zumbido de la lámpara sobre la mesa, luchando por mantenerse encendida. Estaba sentado en mi oficina, rodeado de papeles y planos, pero no podía concentrarme en nada más que en una única idea que se repetía en mi mente. Un viejo enemigo. Una oportunidad peligrosa.

Mi pulso, latía con una intensidad que no podía ignorar. Rossi había llevado este juego a otro nivel, y aunque mis recursos eran vastos, no bastaban para enfrentarlo solo. Sabía que tenía que hacer algo más, algo arriesgado. Algo que podría devolverme al borde de la oscuridad que había jurado abandonar. Mi mirada se desvió hacia Antonio, que estaba de pie cerca de la ventana, observando la ciudad. Su figura recortada contra la luz de la luna, su postura relajada, casi inalcanzable.

—Tenemos que tomar decisiones difíciles —dije al fin, rompiendo el silencio. La voz me sonó más vacía de lo que esperaba, pero las palabras ya estaban fuera. No había vuelta atrás.

Antonio se giró lentamente, su rostro sombrío pero implacable, como siempre. En sus ojos brillaba la comprensión, el conocimiento de lo que estaba por venir.

—¿Hablas de buscar ayuda externa? —preguntó, como si ya hubiera anticipado mis palabras.

Asentí sin apartar la vista. No necesitaba explicar más.

—Rossi tiene demasiados aliados. Necesitamos algo que nos equilibre.

Antonio dio un paso hacia la mesa, su expresión nunca cambió, como si ya hubiera anticipado todo. Ese era su don: leer entre líneas mejor que nadie.

—Los Smith —dijo, como quien lanza una bomba al aire.

El nombre resonó en la habitación como una piedra arrojada al agua. Los Smith. Una organización criminal despiadada, liderada por Gabriel Smith. Un nombre que jamás habría querido pronunciar. Había sido aliado de Kaiserkrone en el pasado, pero esa lealtad había sido quebrantada por su traición. Ellos mataron a mi padre cuando tenía 17 años. Y aunque la venganza se había cumplido, la grieta entre nosotros seguía abierta, sangrando.

—No me gusta, pero si queremos sobrevivir, necesitamos toda la ayuda posible —dije, mi tono sombrío y cargado de desconfianza—. Contacta con ellos. Hazlo de manera discreta.

Antonio asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. No dijo nada más. Sabía que mi mente estaba tomada por el peso de la decisión.

La reunión se llevó a cabo en un lugar neutral, un restaurante abandonado en las afueras de la ciudad. Las mesas estaban cubiertas de polvo, las luces parpadean intermitentemente, pero era el lugar perfecto para lo que necesitábamos. Un espacio tan vacío como nuestras promesas. A medida que llegábamos, podía sentir la tensión en el aire, densa, casi física. Los Smith no eran conocidos por su cordialidad, y el encuentro no sería fácil. El miedo, esa sensación insidiosa, comenzó a asomarse en el fondo de mi mente, pero lo aparté rápidamente. No había tiempo para dudas.

Pocos minutos después, un grupo de hombres apareció por la puerta, con Gabriel al frente. Su presencia era imponente, siempre lo había sido. Su rostro, enmarcado por un cabello oscuro y una barba perfectamente recortada, no mostraba emoción alguna, pero sus ojos, fríos como el hielo, recorrieron la habitación antes de fijarse en mí. Reconocí esa mirada: la misma que llevaba años buscando el momento para traicionarme, de nuevo.

—Dorian —dijo, su voz suave pero cargada de veneno. Extendió la mano con una sonrisa cínica, la misma que mostraba cuando creía tener el control—. Nunca pensé que te vería pidiendo ayuda.

Mi rabia se encendió, pero la controlé, reteniéndola tras una fachada de indiferencia. La traición, el asesinato de mi padre; todo eso estaba presente, tan vivo como la primera vez que me enteré de la verdad. Pero esta vez debía ignorarlo. Esta vez no había lugar para las emociones. Solo negocios.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora