Capítulo 15

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Athena.
—¿Estás segura, Athena? —Neva pregunta, su voz llena de preocupación.

Apenas salí de la habitación de Dorian, comencé a hacer mis maletas. Voy a cumplir mi promesa de irme en la mañana, aunque no sé a dónde.

—Él duda de mí, Neva. No puedo quedarme con alguien que no me tiene confianza —mi voz se quiebra y no me atrevo a levantar la mirada. Si lo hago, las lágrimas caerán sin control.

—¿Ya olvidaste que le perteneces? —Neva me lanza una mirada penetrante.

—Sí, tienes razón. Al haber comprado mi libertad, le pertenezco, pero tampoco se negó a que lo dejara. Ni siquiera me rogó —mi tono se torna áspero, y mi furia estalla. Me desquito con la ropa, lanzándola dentro de la maleta sin cuidado.

—Dorian no es de rogar —Neva me observa, sin una pizca de empatía, pero yo la fulmino con la mirada.

—Lo sé —le respondo, la frustración apoderándose de mí. Aunque lo intento, no puedo evitar la amargura. Mi voz se vuelve fría, casi cortante—. No quiero quedarme aquí, siendo una carga.

Neva suspira y parece pensarlo por un momento. Se acomoda sobre mi cama, bajando la mirada, quizás sintiendo el peso de la situación.

—Tengo un departamento, bueno, no es mío, sino de Mitchel —comienza, y siento que algo dentro de mí se relaja un poco, aunque aún no puedo creer lo que está pasando. — Él no lo usa, como sabes, y para que no esté vacío por más tiempo...

La mira con atención mientras sigo guardando mis cosas, buscando consuelo en cada movimiento mecánico.

—¿Quieres que viva en el departamento de tu hermano? —Neva asiente. —¿Él estará de acuerdo? —Mi pregunta refleja la incertidumbre, aunque en el fondo deseo aceptar la oferta.

—Todo lo de Mitchel es mío, además, él prácticamente vive en la sede de la organización, nunca está en casa —Neva me mira expectante, esperando mi respuesta.

—Está bien, acepto la oferta —digo con resignación, mi voz suave pero decidida.

Neva sonríe de forma cálida, pero su sonrisa no alivia el nudo en mi estómago.

—Pero no me quedaré allí como una parásita. Buscaré un empleo y le pagaré el alquiler —añado, con más firmeza de la que siento en ese momento.

—¿Estás segura? En tu estado, no sé si es seguro —Neva frunce el ceño al recordar que también estoy embarazada.

—Debo sobrevivir sin Dorian. Independizarme es lo primero —me encojo de hombros y tomo la maleta de la cama, sintiendo el peso en mi corazón.

La noche se me hace interminable. Cada vez que cierro los ojos, mi mente vuelve a él. Los recuerdos de todo lo que sucedió entre nosotros me atormentan. Intento no pensar en lo que he perdido.

Por fin, la mañana llega, pero no consigo descansar. Bajo a la cocina con la intención de despedirme de Ana. Mi corazón late con fuerza, pero no la encuentro allí. Decido ir a la zona de los cuartos del personal, cuando una voz me detiene.

—Athena —me giro al escuchar la voz de Roderick, que sostiene un sobre.

Lo tomo sin decir nada y, al ver el contenido, mi corazón da un vuelco. Los resultados de los análisis de sangre. Me siento insegura, como si por un momento fuera a caer en la desesperación. Decido sentarme y leer los resultados. Aunque me esfuerzo por entender, mis ojos se enfocan en la carta adjunta del doctor. Anemia, lo sospechaba. Pero es la siguiente línea lo que me hace respirar nuevamente: No estoy embarazada.

Mi mente tarda en procesarlo, pero al fin la claridad llega. Me levanto de la mesa y, al ver a Roderick aún observándome, lo ignoro. Camino con pasos firmes hacia el despacho de Dorian. Necesito esto. Necesito que lo sepa.

Abro la puerta y me encuentro con él, mirando documentos en su escritorio. No lo esperaba allí, pero es mejor. Será más rápido. Nuestros ojos se encuentran, y por un momento, parece que hay algo en su mirada, algo suave, una especie de comprensión, pero yo no lo dejo continuar. Coloco los resultados sobre su escritorio, interrumpiendo el instante.

—Léelo —le exijo, mi voz firme, controlada.

Dorian toma los papeles y los lee con atención. Su rostro cambia, sus ojos se abren con sorpresa. Cuando termina, me mira, buscando alguna respuesta en mí, pero yo ya estoy dando la vuelta.

—No estoy embarazada. No tienes que preocuparte por dejar a un hijo tuyo en el mundo —digo, con una sonrisa que podría parecer triunfante, pero no lo es. Es amarga, y me duele cada palabra.

Dorian se levanta rápidamente, pero yo ya no lo miro. Me doy la vuelta, decidida a irme. Ya no hay nada más que decir.

—Adiós, Dorian Kittel —susurro, y la puerta se cierra tras de mí.

Tomo mis maletas, el peso del dolor me aplasta, pero avanzo. No quiero darme el lujo de mirar atrás.

Cuando llego a la puerta, ahí está él, en su presencia imponente. Dorian me intercepta en el umbral, bloqueando mi salida.

—Athena, hablemos —su voz es suave, pero yo no puedo escucharle.

—No tengo nada que hablar contigo —mi voz suena fría, más de lo que siento. Mi pecho arde con el dolor, pero mi cara está impasible. — Tú has dejado claro lo que significo para ti.

Dorian intenta hablar, pero yo lo interrumpo.

—Deja a la niña en paz. Si se quiere ir, tiene todo el derecho de hacerlo —Ana aparece detrás de mí, con las maletas en las manos, y me lanza una mirada de apoyo.

—¿Te vas? —me pregunta, la preocupación visible en su rostro.

—Contigo, cariño —responde Ana con una dulzura que casi me rompe. Me siento conmovida, pero no tengo tiempo para eso.

Le sonrío con esfuerzo, agradecida de que ella esté conmigo.

Dorian se queda en silencio, la mirada baja. No lo miro de nuevo. Simplemente doy un paso hacia la puerta, sin mirar atrás. Las escaleras parecen interminables.

En el coche, la atmósfera es pesada, pero Neva me sorprende al abrir la puerta.

—¿Lista? —me pregunta con una sonrisa que no consigue disimular su preocupación.

Le doy una pequeña sonrisa, sintiendo una extraña mezcla de alivio y tristeza.

—Supongo que sí —le respondo, con una voz que no sé si es de esperanza o de derrota.

Neva me sigue al interior del vehículo. Aún me duele todo lo que he dejado atrás, pero sé que no hay vuelta atrás. El futuro comienza ahora.

Al llegar al departamento, Neva abre la puerta, y la calidez del lugar me envuelve. El estilo rústico me recibe: colores marrón, negro y beige, suaves y acogedores.

—¿Te gusta? —Neva sonríe, señalando la habitación principal.

Abro la puerta con lentitud, viendo mi nueva realidad ante mis ojos. Mi corazón se detiene un momento, mi mente aún no puede comprender que realmente lo dejé todo atrás. Pero no hay marcha atrás.

—Está perfecto —murmuro, aunque por dentro el dolor me consume.

El sentimiento de nostalgia me invade. Apenas me voy y ya lo extraño, pero no debo dejarme llevar por esos sentimientos. Solo me harían más daño.

Siento que todo está cambiando, pero por ahora, este es mi hogar. Mi futuro.

El rubí del Emperador [+18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora