𝓑 𝓐 𝓑 64

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Había momentos en los que realmente se apreciaba el pasado. Todo ese tiempo que tuvimos ahí fuera, sin saber que terminaríamos dentro del banco de España, rodeando a los mejores militares de todo el país.

Pero aquí estábamos, y no había vuelta atrás.

- ¡¿Quién está a cargo aquí?! - Palermo grita, a pesar del silencio sepulcral

- comandante Sagasta - el hombre responde, apuntando fijamente con su arma

- bueno, Sagasta, están rodeados. Dejen las armas en el centro de la sala, ahora

- ¡Ven tu a buscarlas, muerde almohadas! - la voz de Gandía me causa repulsión

Entre ellos, y posiblemente con su auricular, buscan una segunda opción de ataque. Una que claramente nos deja contra las cuerdas

- Sagasta, le doy diez segundos - Palermo vuelve a insistir - ¡Siete segundos...!

El arma entre mis manos comienza a moverse más de la cuenta, haciéndome sentir débil.

Pierdo solo un segundo viendo la manga del mono rojo, que, a pesar de su color, se nota un tono mucho más fuerte en toda el área de mi brazo. Sangre

- ¡Tres! ¡Dos!...

- está bien - Sagasta levanta las manos, alejando el arma - vamos a tirar las armas

- manos en la cabeza y cuerpo tierra

El hombre obedece solo

- vamos a soltar las armas... ¡Ahora!

Varias bombas son lanzadas hacia todos los extremos, haciéndonos retroceder para cubrirnos

El golpe causa un fuerte zumbido en mi oído, que ignoro de inmediato, disparando hacia ellos

Poco a poco los militares toman ventaja de campo, disparando en todas direcciones

- ¡Avanzad! - el profesor pide

- ¡imposible! ¡No hay visual!

Ellos siguen avanzando, hacia un área especifica

- ¡Están bajando las puertas! - Bogotá informa - hay un cierre de seguridad

- no puede ser. No está en los planos

Asomo la cabeza por debajo, alcanzando a ver lo que dicen

- se habrán hecho después de los planos. Hay tres puertas que se cierran, profesor - informo, sobre el sonido de las balas

Las puertas se cierran por completo, cuando nosotros nos animamos a salir rápidamente

- atrincheraos en la cocina -

Los tres corren en aquella dirección, mientras analizamos la situación

Estamos jodidos.

La misma idea pasa por la mente de todos

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El tiempo pasaba, como si fueran horas. Mientras Palermo y Berlín hacen palanca con la puerta y Rio intenta desencriptarla, bajo la manga del traje, revisando mi herida

- estas sangrando - Lisboa murmura preocupada, acercándose a mi

- hice mucha fuerza. Necesito volver a cocer y cambiar vendas, pero ya habrá tiempo después de matar a Gandía - vuelvo a acomodar mi ropa, colocándome el chaleco antibalas de nuevo

- esto tardara treinta minutos como mínimo. Una hora siendo realistas - Rio informa

- ¡¿una hora?!

𝗗𝗲 𝗕𝗼𝘀𝘁𝗼𝗻 𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗹𝗶́𝗻 | La Casa De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora