Antoni.
La tengo aquí, frente a mí.
Hillary Griezmann, está atada a la camilla de acero. Sus muñecas y tobillos están asegurados con correas de cuero, y un leve atisbo de desorientación cruza su mirada. Sus ojos grises, dos joyas que podrían rivalizar con el más fino diamante, me observan con una mezcla de odio y desafío.
Me detengo a admirarla. Es una belleza única, etérea, como una criatura sacada de un cuento mágico. Su piel es blanca, casi translúcida, como porcelana fina, y sus curvas están perfectamente delineadas, destacadas incluso bajo la incomodidad de su posición. Pero lo que más me llama la atención es su rostro: delicado, casi angelical, pero con una intensidad que grita peligro.
No tiene más de veinte años. Puedo verlo en la frescura de su piel, en la forma en que su juventud brilla a pesar de la suciedad que cubre su cuerpo. ¿Cómo alguien tan joven puede irradiar tanto poder, tanta obstinación?
Mis ojos se detienen en sus labios. Rosados, llenos, perfectos. Me relamo los labios al imaginar cómo sabrían, cómo sería quebrar esa actitud desafiante que tanto me intriga.
Camino lentamente a su alrededor, cada paso deliberado, cada movimiento destinado a recordarle quién tiene el control. Mi mente no puede evitar vagar hacia la ironía de todo esto. Ilenko también la quiere. El idiota del coronel Morgan seguramente ardería de celos si supiera que esta joya está bajo mi control.
Pero yo no soy como ellos. Yo siempre gano.
-Eres... fascinante- digo finalmente, dejando que mis palabras acaricien el aire tanto como mi mirada acaricia su cuerpo. -Piel como la porcelana, ojos como joyas, y un cuerpo que cualquier hombre mataría por tener. Pero lo que más me interesa es ese fuego dentro de ti.
Me inclino hacia ella, mis dedos rozando apenas su mandíbula mientras ella intenta apartarse, un gesto inútil atada como está.
-Eres diferente, Hillary. No eres como los demás. Eres una criatura mágica, ¿verdad? Lo veo en tu mirada. Lo siento en tu presencia.
Ella no responde. Sus ojos me fulminan, llenos de odio. Esa resistencia me hace sonreír. Nada es más dulce que romper algo que se cree irrompible.
-Sabes lo que es curioso, amore mío?- continúo, acercándome más. -El mundo entero está lleno de hombres que desean cosas que no pueden tener. Pero yo no soy como ellos. Yo siempre consigo lo que quiero. Y en este momento, te quiero a ti.
Mis palabras son una promesa y una amenaza al mismo tiempo. No importa cuántos hombres piensen que pueden reclamarla. No importa si Ilenko la quiere o si el coronel Morgan cree que puede protegerla. Al final, solo hay un ganador en esta partida.
Y ese soy yo.
Ilenko.
El agua caliente acaricia mi piel mientras me hundo más en la tina, dejando que el vapor empañe los espejos a mi alrededor. Podría disfrutar de este momento de paz, pero no puedo dejar de pensar en ella.
Esa cría endemoniada, con su mirada gélida y su lengua venenosa. ¿Cómo alguien tan joven, apenas una niña, puede soportar lo que yo mismo le he hecho pasar sin derramar una sola lágrima?
La recuerdo en la camilla, atada y desnuda ante mí, sin más defensa que su odio. Cualquier otra criatura habría suplicado, gritado, gemido de dolor. Pero ella, no. Esa maldita no me dio el gusto. Cada golpe, cada tortura parecía resbalar sobre su piel, como si estuviera hecha de acero, no de carne y hueso. Fuerte, como una estatua de mármol, fría y perfecta.
Es como si no perteneciera a este mundo, como si viniera de un universo óptico, irreal, donde las leyes de los hombres no aplican. Su piel es demasiado blanca, como la nieve que cubre los bosques siberianos en pleno invierno; su cabello, un torbellino de oro pálido, y esos ojos grises... malditos ojos grises. Me miran como si yo no fuera nada, como si estuviera por debajo de ella.
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Conección prohibida.
FanficLynx Malfoy Black, marcada con la oscuridad desde joven, siempre ha sido una fuerza inquebrantable en el mundo mágico. Pero cuando decide escapar al mundo muggle para escapar de la influencia de su padre y del Señor Oscuro, su vida toma un giro ines...