capitulo 5

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Lynx.

El frío de la celda me calaba hasta los huesos. Había pasado un día desde que me arrestaron, y aquí estaba, encerrada sin saber qué iba a pasar conmigo. Mi vestido aún estaba en mi cuerpo, pegado a mi piel de una forma que ya no me resultaba cómoda. Me sentía vulnerable, sobre todo porque me quitaron mi varita. La maldita mujer que me registró me había mirado fijamente, como si fuera una tonta, y me preguntó por qué llevaba "un palo" conmigo. No pude evitar poner los ojos en blanco, pero no respondí. ¿Qué más podía hacer? Ya no tenía nada.

Estaba tensa, como siempre que me encontraba atrapada. Pensaba en los Mortífagos, cómo podían encontrarme y aprovechar la oportunidad. Tenía que salir, y rápido. No podía quedarme ahí mucho tiempo. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era esperar y pensar en cómo escapar.

La puerta de la celda se abrió de golpe, haciendo que el sonido metálico retumbara en mis oídos. Un hombre alto, musculoso y de aspecto imponente apareció en el umbral. Sus ojos grises brillaban, y aunque no quería admitirlo, algo en su mirada me recordó a los míos. Ese tono gris que siempre me hacía sentir una conexión extraña con alguien. Pero no me dejaría intimidar. No iba a ceder. No ahora.

-Te interrogarán -dijo con voz grave, y antes de que pudiera responder, me sujetaron de los brazos y me esposaron. No intenté resistirme, al menos no ahora. Sabía que no tenía sentido.

Me llevaron a la sala de interrogación, donde la luz era aún más fría y asfixiante. Me dejaron sentada en una silla dura, y mi mente no podía dejar de buscar una salida. Estaba rodeada por paredes de metal, y las ventanas no servían como ruta de escape. Me sentí atrapada, pero no podía mostrar debilidad.

La puerta se abrió, y esta vez, el hombre con los ojos grises entró. Se sentó frente a mí, cruzando los brazos, y me dio un vistazo fugaz al vestido que aún llevaba puesto. En su mirada había algo que no me gustaba, como si estuviera buscando algo más en mí. Algo que no pensaba darle.

-¿Desde hace cuánto eres prostituta en ese club? -su voz fue directa, cortante. No me sorprendió que viniera por esa ruta. Ya se veía venir, pero lo que no esperaba era la forma en que me hizo sentir.

Mis dientes se apretaron. La rabia creció dentro de mí, y no pude evitar responder de inmediato.

-Era mesera, no prostituta -dije, cada palabra cargada de desdén.

El hombre no cambió de expresión. Solo me miró fijamente, su rostro inexpresivo, y repitió, ahora con un tono más autoritario.

-Te estoy preguntando. Responde.

-¡Vete al diablo! -le respondí, mi voz un susurro desafiante. No iba a dejar que me pisotearan.

El hombre no pareció afectado por mi respuesta. Solo dio un paso más hacia adelante, más cercano, y sus palabras fueron más frías y calculadas.

-Si no cooperas, te encerrarán por años. Y no me importa.

Mi respiración se aceleró, pero me mantuve firme. No podía dejarme intimidar. Si había algo que sabía, era que debía conocer mis derechos.

-No pueden encerrarme sin pruebas -dije, con la cabeza erguida. Había leído todo lo que necesitaba saber sobre mis derechos, y aunque todo esto era una locura, no iba a permitir que me destruyeran sin razón alguna.

El hombre sonrió, una sonrisa fría y llena de desdén.

-Crees que no tenemos pruebas, ¿eh? Pero las tenemos, y son irrefutables.

Me reí, una risa sarcástica que salió de mis labios sin que pudiera evitarla.

-¿Pruebas? ¿Qué pruebas? -le dije, mirando con desdén. -No hice nada. Y ustedes no tienen nada contra mí.

Conección prohibida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora