Lynx.
El silencio de la cabaña me envolvía como una manta pesada, pero el sueño se negaba a llegar. Me revolví en el sillón, inquieta, con los ojos fijos en la puerta. Draco, apúrate, maldita sea. Pensar en él afuera, arriesgándose para encontrar el traslador, hacía que mi piel se erizara. Theo y Blaise debían estar con él, pero aún así, la ansiedad no me dejaba en paz.
Me senté y, casi sin pensarlo, tomé mi bolso. El peso de los objetos familiares dentro me reconfortó un poco. Mi mano se deslizó hasta encontrar lo que buscaba: mi pensadero.
Lo saqué con cuidado, observando su forma sencilla pero hermosa, un recipiente que contenía fragmentos de mi vida que prefería olvidar, pero que no podía permitirme perder. Ahí estaba todo: recuerdos, heridas y verdades que nunca podrían desaparecer.
Mi mirada se detuvo en otro frasco pequeño, oculto al fondo del bolso. Lo saqué despacio, mis dedos rozando la superficie lisa del vidrio. Adentro, una lágrima brillante descansaba como si estuviera atrapada en el tiempo.
No era cualquier lágrima. Había algo en ella, un peso intangible que no podía explicar. La guardaba, aunque ni yo misma sabía por qué. Quizás porque era un pedazo de mí que no quería soltar, o tal vez porque temía lo que significaría perderla.
Suspiré y guardé ambas cosas nuevamente en el bolso. Mi mano rozó la piel de mi antebrazo al hacerlo, y entonces la vi: la marca tenebrosa.
Ahí estaba, como siempre, grabada en mi carne. Oscura, imponente, y llena de recuerdos que nunca podrían borrarse. Pasé mis dedos sobre ella, con suavidad, como si fuera una herida reciente que aún dolía.
Suspiré otra vez, intentando apartar el peso de esa insignia, pero su sombra era más fuerte que mis intentos. Me levanté y caminé hacia la ventana, mirando el bosque en penumbras.
Nada. Ni un solo movimiento.
Draco, Theo y Blaise seguían sin volver.
Volví al sillón, recostándome con una mezcla de frustración y cansancio. Cerré los ojos, aunque sabía que no dormiría. Las sombras seguían rondándome, tanto dentro como fuera de la cabaña.
Narrador omnisciente.
La noche era tranquila, pero el ambiente dentro de la cabaña estaba cargado de tensión. Patrick se levantó, haciendo ruido al mover una silla que chirrió en el silencio. Christopher, quien dormía en el suelo cerca del capitán, abrió los ojos, alerta como siempre.
Patrick no le dirigió la mirada; aún estaba molesto por la forma en que Christopher le había gritado a Lynx. "Idiota," pensó, mientras bajaba las escaleras con pasos lentos.
Abajo, Lynx dormía profundamente en el sillón, con el rostro iluminado por el resplandor del fuego. Patrick se detuvo, mirándola con suavidad. Se arrodilló junto a ella y, con cuidado, acarició su mejilla. "Eres demasiado importante para mí" pensó, recordando cómo Alexa y Abby adoraban a Lynx como si fuera parte de la familia.
El momento fue interrumpido cuando Ilenko y Antoni bajaron las escaleras. Ambos se acercaron al fuego y, casi de inmediato, sus ojos se posaron en Lynx.
Antoni ladeó la cabeza, observándola detenidamente. "Es como una obra de arte," pensó, mientras una ligera sonrisa se formaba en sus labios. Ilenko, por su parte, simplemente la miró sintiendo algo que lo desconcertó, preguntándose qué era lo que lo atraía tanto de ella.
Patrick, sin percatarse de las miradas de los demás, dejó que su curiosidad lo dominara. Posó los ojos en el bolso de Lynx, que descansaba a un lado del sillón, y sin pensarlo mucho, comenzó a rebuscar en su interior.
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Conección prohibida.
Fiksi PenggemarLynx Malfoy Black, marcada con la oscuridad desde joven, siempre ha sido una fuerza inquebrantable en el mundo mágico. Pero cuando decide escapar al mundo muggle para escapar de la influencia de su padre y del Señor Oscuro, su vida toma un giro ines...