David

1 0 0
                                        




David

Por fin, después de semanas de frustración y terapia, mi pierna está en condiciones para volver al campo. Bueno, casi. El médico dijo que no debería forzarme demasiado, pero eso no importa. Solo saber que puedo correr de nuevo me hace sentir invencible.

Hoy el pueblo está lleno de vida. Las fiestas anuales están a la vuelta de la esquina, y las calles están decoradas con guirnaldas de colores, banderines ondeando al viento, y luces que prometen iluminar la noche como si fuera día. Nunca había estado aquí durante esta época, y la emoción que se siente en el aire es contagiosa.

Me pongo unas zapatillas cómodas y salgo a la plaza, donde ya hay un montón de gente montando puestos, colgando luces y ajustando detalles para la feria. Mientras camino, me detengo un momento para respirar hondo. El aire huele a flores frescas, comida, y algo más, como si el pueblo entero estuviera esperando que algo mágico ocurriera.

—¡David! —escucho una voz conocida, y al girarme, veo a Javier acercándose con esa energía que siempre parece tener.

Está vestido de manera informal, con unos jeans desgastados y una camiseta azul que resalta sus ojos. Me doy cuenta de que lo estoy mirando más de la cuenta y rápidamente aparto la mirada.

—Hey, ¿qué tal? —le digo, tratando de sonar casual.

—¿Qué tal tú? ¿La pierna ya lista para las fiestas? —pregunta, dándome un suave golpe en el hombro.

—Más o menos, pero creo que puedo manejarlo. Estoy emocionado por las fiestas. Nunca había visto algo así.

Javier sonríe, y su expresión se ilumina como si fuera un niño explicándome algo que le encanta.

—Vas a flipar. Hay música, comida, fuegos artificiales... Ah, y el torneo de fútbol. Todos se apuntan, es como la gran tradición.

—¿Torneo? —pregunto, levantando una ceja.

—Sí. Equipos pequeños, partidos rápidos. Pensaba invitarte a formar equipo conmigo. Bueno, si tu pierna está lista, claro.

No puedo evitar sonreír ante la idea. Jugar junto a Javier suena increíble, aunque hay algo en su tono que me hace sentir... especial, como si estuviera más emocionado por mi compañía que por el torneo en sí.

—Cuenta conmigo. Pero no me hagas correr mucho o te culparé si me lesiono otra vez —bromeo.

Nos reímos y seguimos caminando por la plaza, mirando cómo todo el mundo está ocupado preparando las fiestas. Javier me va contando anécdotas de años anteriores: la vez que su equipo ganó el torneo, cómo alguien confundió el cohete de los fuegos artificiales con un trueno y salió corriendo, o cuando él y sus amigos intentaron colarse en la feria y los descubrieron.

—Suena como si fueran las mejores fiestas del mundo —digo con una sonrisa.

—Lo son. Este año serán incluso mejores —responde, y por un momento me parece que hay algo en su mirada, algo que no sé cómo interpretar.

Poco después, Lucía se acerca corriendo hacia nosotros con una sonrisa enorme.

—¡David! ¡Javier! ¿Ya están listos para la feria? —pregunta emocionada.

—Por supuesto —responde Javier con una sonrisa, aunque su tono es menos entusiasta de lo normal.

Lucía se gira hacia mí y me toca el brazo.

—David, ¿vas a ir al baile?

Me quedo un poco perplejo.

—¿Baile?

Bajo la luz del faroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora