CAPÍTULO 22

20 7 4
                                    




No olviden su voto y comentario.🤍

🤍

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Rosse Jones.


Tengo tanta hambre que podría comerme un elefante, por lo cual después de meditarlo por minutos envuelta en las cobijas gruesas me pongo de pie, descalza y con frío lista para ir a la cocina a arrasar con lo que haya a mi paso.

Ellos no me han matado de hambre pero no he comido como estoy acostumbrada y regularmente suelo dormir poco y levantarme a media noche o en la madrugada para comer algo dulce o salado, una maña que se me quedó de niña y que no pienso cambiar.

Abro la puerta con sumo cuidado saliendo de la habitación en pasos silenciosos, pero da igual la casa está llena de hombres armados que me obsevan atentamente mientras me ven caminar a la cocina. Murmuró en buenas noches a ellos pero creo que no me entienden.

Después de un paseo por la casota llegó a la cocina, grande e imponente en colores blancos y grises, lo primero que hago es ir a la nevera, dónde observo la gran variedad de comida que hay. Nunca ví una nevera tan llena de comida buena.

Ojalá algún día tener así mi nevera, mi niña interna sería feliz.

Crecer con carencias como la comida y una buena atención médica son cosas batanste traumáticas, muchas veces teníamos que optar por elegir entre una y otra, lo cual llevo a la abuela agravarse tras no recibir sus quimios.

Hago una mueca.

Jodida vida.

No puedo decir que mi vida ha sido mala ya que después de todo tuve el cariño de una mujer quisquillosa y un hermano tremendo, si faltaron muchas cosas y aun faltan pero estoy bien.

O eso creo.

Busco algo específico hasta encontrarlo haciendo un bailecito al encontrar los plátanos verdes, el aceite y los sartenes, está gente es muy sofisticada y no se que coño son varias cosas dentro pero me las arreglo para hacer mis deliciosos patacones.

El aceite se calienta y yo pelo con agilidad los plátanos, aprendí a cocinar gracias a mi abuela y los múltiples trabajos de cocina que tube, no es por presumir pero cocino como los dioses. Mi sazón es único.

Mientras frito plátanos y los pongo a enfriar un poco me meneo al ritmo de la primera canción que se me pasa por la mente.

— Si tú me hubieras dicho siempre la verdad si hubieras respondido cuando te llamé si hubieras amado cuando te ame serías en mis sueños la mejor mujer si no supiste amar ahora te puedes marchar. — canturreo aplastando los plátanos con la taza que encontré.

¿Por que no tienen una piedra aquí?

Yo tengo una, ¿por que está gente no tiene una? La abuela decía que cuando estaba en Venezuela era común que la gente fuera a la playa y se trajera piedras grandes que encontraban, mismas que posteriormente
se usaban en la cocina para machacar el ajo, aplastar los patacones etc.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 5 hours ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

PARCA  [ The Greeks I ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora