El invierno tiene una manera curiosa de acercar a las personas. En mi caso, lo hizo con un abrigo rojo y un misterio que nunca terminé de descifrar.
La primera vez que vi a Jiehon fue en una mañana helada de diciembre. El aire era tan frío que podía ver mi aliento mientras paseaba al perro de mi vecina. Él estaba parado frente a la puerta de una casa al final de la calle, cargando una caja grande que apenas podía sostener con guantes gruesos.
No parecía notar mi mirada, pero yo no podía apartar la vista. Era alto, con un abrigo rojo que resaltaba contra la nieve y una bufanda gris envuelta descuidadamente alrededor de su cuello. Cuando finalmente dejó la caja en el suelo, me miró y sonrió, como si supiera que lo estaba observando.
"Hola," dijo, su voz clara como el aire. "¿Siempre hace tanto frío aquí?"
"Solo cuando quiere recordarnos que el invierno es real," respondí, devolviéndole la sonrisa.
"Perfecto, justo lo que necesitaba," dijo con un toque de sarcasmo, aunque sus ojos mostraban diversión.
Desde ese día, empezamos a cruzarnos más seguido. Lo veía en la calle sacudiendo la nieve de su auto, en el supermercado con su lista de compras escrita a mano, y, una vez, incluso ayudando a un niño pequeño a hacer un muñeco de nieve.
Pero lo que realmente me intrigaba era la música. Por las tardes, cuando pasaba cerca de su casa, podía escuchar un violín tocando melodías tan hermosas que me quedaba inmóvil, como si el sonido me hipnotizara.
Un día, armándome de valor, le pregunté al respecto.
"¿Eres tú quien toca el violín?"
"Depende," respondió con una sonrisa juguetona. "¿Te gusta o te molesta?"
"Es increíble," dije sin dudar. "¿Cómo aprendiste?"
"Mi abuelo me enseñó," dijo, su tono más serio. "Solía decir que la música era una forma de hablar cuando las palabras no bastaban."
Esa respuesta me dejó sin palabras, pero al mismo tiempo, sentí que entendía algo nuevo sobre él.
Jiehon era reservado, pero siempre encontraba formas sutiles de demostrar que le importaban las personas. Una vez, me sorprendió dejando un termo de chocolate caliente en mi puerta después de verme congelada paseando al perro. Otra vez, me ayudó a arreglar una de las luces navideñas de mi casa, aunque nunca le pedí ayuda.
El invierno continuó, y nuestras charlas se volvieron parte de mi rutina. Siempre había algo cálido en su presencia, algo que hacía que el frío del invierno no se sintiera tan intenso.
Un día, me invitó a escucharlo tocar. Estábamos en su sala, con una pequeña estufa encendida y una taza de té caliente en mis manos. Cerré los ojos mientras el violín llenaba el espacio, cada nota contándome algo que no podía poner en palabras.
"¿Cómo haces para que suene así?" le pregunté cuando terminó.
"No lo sé," respondió con una risa ligera. "Solo toco lo que siento."
Había algo en su respuesta que me hizo querer saber más, pero como siempre, no dije nada.
El invierno terminó, y con él, las tardes nevadas y las melodías del violín. Jiehon se mudó poco después, dejando solo el eco de su música y el recuerdo de lo que nunca fue.
Mi sexta oportunidad fue como el invierno: fugaz, hermoso y lleno de silencios que nunca supe cómo llenar.
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La Lista de mis 17 Oportunidades ✔ | M. HERNÁNDEZ
RomanceA sus 17 años, Li Mei decide enfrentar los recuerdos de sus amores no correspondidos y los "casi algo" que marcaron su adolescencia. En una lista de 17 nombres, repasa historias llenas de encuentros fortuitos, silencios incómodos y decisiones no tom...