El amor nunca espera, y, cuando lo tiene, siempre parece desvanecerse justo cuando más lo necesitas.
Era tarde en la tarde, cuando la luz del sol caía de manera suave, tiñendo todo con un dorado cálido que hacía que todo pareciera más hermoso de lo que era. Caminaba por el parque cerca de casa, como una rutina más de mi día. El aire fresco me envolvía, pero algo dentro de mí no estaba en calma. Tenía la sensación de que algo estaba a punto de cambiar, algo que no podía controlar.
No era la primera vez que me encontraba pensando en esto. Cada vez que miraba atrás y pensaba en todos esos chicos, esos momentos que me parecían tan importantes en su momento, me preguntaba si en realidad el amor era tan real como todos decían, o si simplemente era algo fugaz, algo que se escapaba justo cuando pensabas que lo tenías.
Había conocido a tantos chicos, había tenido tantas oportunidades. Y, sin embargo, ¿dónde estaba ahora todo eso? Ninguno de esos amores había durado, ninguno había dejado huella. Y la verdad, a veces pensaba que en realidad no quería que se quedaran. Porque en el fondo, siempre había esa sensación de que el amor, tal como lo había conocido, no era algo para siempre.
Esa tarde, al caminar por el parque, me encontré con un chico de la escuela. Lo había visto algunas veces en los pasillos, pero no éramos cercanos. Él me sonrió cuando me vio, y, por alguna razón, algo en su mirada me hizo detenerme.
"Hola," dijo con una voz suave, pero cargada de una calidez que parecía sincera.
"Hola," respondí, sin saber muy bien cómo reaccionar. A veces, el contacto con otros me parecía extraño. Había pasado tanto tiempo observando y no actuando que los pequeños momentos de interacción me hacían sentir como si fuera alguien diferente.
Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos sin decir nada. Su presencia no era invasiva, y por un segundo, el mundo pareció detenerse. Quizás la sensación que experimentaba era lo más cercano al amor. El momento fugaz, la intensidad de la conexión sin palabras.
"¿Cómo has estado?" preguntó, rompiendo el silencio.
"Bien," dije, sin mucho que añadir. No quería contarle lo que realmente pensaba sobre todo esto. Que el amor, a pesar de su apariencia, era solo una ilusión. Algo que nacía rápido y moría de la misma manera.
"¿Te gustaría ir a tomar algo?" me preguntó, su voz cargada de un tono casual pero amable.
Al principio, dudé. No quería engancharme en otro de esos momentos que solo se desvanecían como el viento. Pero, por alguna razón, acepté. Tal vez quería ver si mi pensamiento sobre el amor era correcto, si en realidad era algo que se desvanecía.
Nos sentamos en una cafetería cerca del parque, pidiendo dos tazas de té. Las palabras fluían fácil, como si nos conociéramos de toda la vida, aunque sabíamos que no era así. Los ojos de él brillaban con una curiosidad que no pude evitar notar. Me estaba viendo de una forma que no podía descifrar completamente. Y, por un momento, creí que tal vez esto sí podía ser algo más. Pero en el fondo, sabía que era solo otro momento pasajero.
Con cada palabra que él decía, con cada sonrisa que compartíamos, me daba cuenta de algo que me molestaba. No podía dejar de pensar que, a pesar de todo, nada de esto era real. Nada de lo que estaba sintiendo sería eterno. Y no porque no fuera posible, sino porque yo misma no lo permitía. Siempre construía barreras invisibles, creando una distancia entre lo que sentía y lo que pensaba.
Al final de la tarde, cuando ya nos despedíamos, sentí una ligera tristeza. La conexión que habíamos tenido, aunque breve, fue intensa. Pero, como todo en mi vida, se disolvió rápidamente, como si nunca hubiera existido.
"Cuídate," dijo él, y lo dijo con una sinceridad que me hizo sonreír. Pero, mientras caminaba de vuelta a casa, las palabras resonaron en mi cabeza. ¿Por qué todo tenía que ser tan efímero? ¿Por qué no podía haber algo que durara más allá del momento?
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, me di cuenta de algo importante. El amor no siempre era una promesa de eternidad, y tal vez nunca lo había sido. Tal vez, el amor solo existía en esos breves momentos que te hacían sentir vivo, pero no necesariamente para quedarse. Y aunque doliera aceptarlo, entendí que eso era lo que había sido siempre. Algo fugaz.
Quizás el amor era eso: una serie de momentos que se desvanecen, pero que, en su paso, te dejan algo. Ya sea una lección, una sonrisa o una mirada que nunca olvidarás. Tal vez lo importante no era que el amor durara, sino lo que te dejaba en su efímera existencia.
Entendí, esa noche, que el amor no se trata de aferrarse a lo que se va, sino de aceptar la belleza de su paso, por corto que sea.
YOU ARE READING
La Lista de mis 17 Oportunidades ✔ | M. HERNÁNDEZ
RomansaA sus 17 años, Li Mei decide enfrentar los recuerdos de sus amores no correspondidos y los "casi algo" que marcaron su adolescencia. En una lista de 17 nombres, repasa historias llenas de encuentros fortuitos, silencios incómodos y decisiones no tom...