El amor no siempre es una conexión hacia alguien más. A veces, es un viaje hacia ti misma.
Tenía 17 años recién cumplidos, pero mi vida parecía no haber cambiado mucho. Estaba en esa etapa en la que cada día se sentía igual al anterior: clases, tareas, salidas ocasionales con amigos. Mi mundo giraba alrededor de una rutina tan monótona que ni siquiera me di cuenta de cuánto tiempo había pasado desde la última vez que me sentí emocionada por algo, o alguien.
Un día, mientras limpiaba mi habitación, encontré algo que había olvidado por completo: una caja de cartas que había escrito para mí misma cuando tenía 13 años. Cada carta contenía mensajes que yo, con mi joven y soñadora mente, pensaba que mi yo del futuro necesitaría escuchar.
Abrí una de ellas con curiosidad.
"Querida Mei,
Espero que ya te hayas enamorado para cuando leas esto. Espero que alguien te haga sentir mariposas en el estómago y que no te dé miedo quererlos. Pero también espero que nunca olvides quererte a ti misma, porque, al final, siempre estarás contigo."Mis manos temblaron al sostener el papel. Había algo en esas palabras que me atravesó como un rayo. Durante años, había buscado el amor en las miradas, los gestos y las palabras de otras personas. Pero nunca había pensado en cómo se sentía el amor hacia mí misma.
La sensación de vacío que había cargado durante tanto tiempo empezó a tomar forma. No era porque no tuviera a alguien en mi vida. Era porque nunca me había permitido ser suficiente para mí misma.
Ese día decidí cambiar algo.
Comencé a hacer cosas por mí, no porque alguien más esperara algo, sino porque lo merecía. Leí libros que siempre había dejado de lado, dibujé incluso si mis trazos no eran perfectos, y escribí más cartas, pero esta vez para recordarme lo lejos que había llegado.
También empecé a mirarme al espejo de una manera diferente. En lugar de buscar defectos, traté de encontrar algo que me gustara, aunque fuera pequeño. Mis ojos, por ejemplo. Siempre pensé que eran comunes, pero ahora veía que tenían una chispa que hablaba de todas las historias que había vivido.
No fue un cambio inmediato, ni perfecto. Había días en los que aún sentía que no era suficiente, días en los que los ecos de las oportunidades pasadas me perseguían. Pero algo dentro de mí se fortaleció.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, vi a una pareja joven sentada en un banco, riendo entre susurros. Al principio, una parte de mí sintió la punzada de la envidia, ese deseo de tener algo como lo que ellos compartían. Pero luego, algo cambió. En lugar de pensar en lo que no tenía, pensé en lo que sí tenía: a mí misma.
El amor no siempre llega de la manera en que lo esperas. A veces, no es un momento, ni una persona, sino un proceso. Y mi décima oportunidad no fue un amor hacia alguien más. Fue hacia mí. Una oportunidad de verme como merezco ser vista: con amor, paciencia y gratitud.
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La Lista de mis 17 Oportunidades ✔ | M. HERNÁNDEZ
RomanceA sus 17 años, Li Mei decide enfrentar los recuerdos de sus amores no correspondidos y los "casi algo" que marcaron su adolescencia. En una lista de 17 nombres, repasa historias llenas de encuentros fortuitos, silencios incómodos y decisiones no tom...