Capítulo 5 | El Chico de La Ventana

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A los 16, aprendí que algunas oportunidades no se pierden por algo grande, sino por pequeños descuidos que parecen insignificantes en el momento.

Todos los días, después de clases, me subía a la misma ruta escolar. Siempre me sentaba cerca de la ventana, escuchando música o viendo cómo los edificios pasaban lentamente. Y siempre, unos asientos más atrás, estaba Han Lei.

No era especialmente alto ni tenía una presencia imponente, pero había algo en su sonrisa que lo hacía destacar. Era esa clase de sonrisa que parecía decir: "Sé algo que tú no sabes."

Han era sociable, amigable con todos, pero por alguna razón, conmigo era diferente. No sabía si era mi imaginación o si realmente me miraba más tiempo del necesario cuando hablábamos. Lo que sí sabía era que todos en la ruta tenían una sola misión: emparejarnos.

"¡Mei y Han  son perfectos juntos!" decían entre risas, y yo solo podía poner los ojos en blanco, aunque sentía mis mejillas arder.

Él siempre lo tomaba con humor, bromeando y diciendo cosas como: "Si insisten tanto, tendré que considerarlo." Pero había algo en su tono que me hacía preguntarme si realmente lo decía en broma.

Nuestra amistad era simple. Hablábamos de cosas tontas en el bus, compartíamos chistes internos y competíamos por quién tenía la playlist más interesante. Pero todo eso cambió un día.

Fue durante un descanso, entre clases. Me encontró en el pasillo y me dijo con una sonrisa nerviosa:
"¿Puedes hablar conmigo un momento? Es importante."

"Claro, después del recreo," respondí rápidamente, con la cabeza en cualquier cosa menos en lo que acababa de decir.

Después del recreo llegó, pero me distraje. Entre risas con mis amigas y una tarea de último minuto, olvidé por completo lo que Han me había pedido. No lo noté hasta que lo vi en el pasillo, de pie, con las manos en los bolsillos y una expresión que nunca le había visto antes: decepción.

"Lo siento, se me olvidó," le dije con una risa nerviosa cuando lo alcancé.

Él solo asintió, pero no dijo nada más. Fue la primera vez que me di cuenta de que no siempre tendría una segunda oportunidad con las personas.

Después de ese día, todo cambió. En el bus, ya no me buscaba para hablar. Sus respuestas eran más cortas, y las risas que compartíamos antes desaparecieron. Yo no sabía qué hacer para arreglarlo, ni siquiera sabía exactamente qué había roto.

Poco a poco, nuestra amistad se desmoronó. No hubo una pelea ni palabras dichas en voz alta, solo un silencio creciente que se sentía más frío con cada trayecto en la ruta escolar.

Una tarde, mientras bajaba del bus, miré hacia atrás y lo vi mirando por la ventana, con los auriculares puestos y la misma expresión tranquila de siempre. Pero algo en su mirada me hizo sentir que ese era un adiós silencioso, aunque ninguno de los dos lo había dicho.

Han Lei dejó de ir en mi ruta un mes después. Nadie supo explicar por qué. Solo recuerdo el peso de las palabras que nunca dije, los momentos que dejé pasar y el vacío que quedó en su lugar.

Mi quinta oportunidad no se perdió en un gran desastre, sino en un momento que olvidé valorar.

La Lista de mis 17 Oportunidades ✔ | M. HERNÁNDEZWhere stories live. Discover now