Hay personas que parecen serlo todo al principio, pero no todas pueden sostener la ilusión bajo la luz de la verdad.
Tenía 16 años cuando conocí a Zihan, un chico del último año del colegio. Desde el primer momento en que lo vi, supe que sería alguien difícil de ignorar. Alto, con una sonrisa confiada que parecía tener el poder de derribar muros, y una mirada que hacía que cualquiera se sintiera pequeño bajo su escrutinio.
No era el tipo de persona que buscaba pasar desapercibida. Cuando entraba a un lugar, lo llenaba con su presencia, y aunque su actitud a menudo bordeaba la arrogancia, no podía evitar sentirme atraída. Había algo magnético en él, algo que hacía que, incluso sabiendo que era peligroso, quisiera acercarme.
Todo comenzó con miradas furtivas en los pasillos y comentarios casuales durante las actividades escolares. Al principio, pensé que era solo un juego, una manera de pasar el tiempo para alguien como él. Pero un día, me detuvo después de clase.
"¿Siempre estás tan distraída?" preguntó, inclinándose ligeramente hacia mí con esa sonrisa que parecía un arma de doble filo.
"¿Distraída?" repetí, confundida.
"Sí, siempre te veo mirando al vacío. O tal vez me estás mirando a mí," dijo, su tono entre burlón y serio.
Mis mejillas se encendieron, pero traté de mantener la compostura. "Quizás estoy pensando en algo más interesante."
Él soltó una carcajada, pero en lugar de sentirse insultado, parecía intrigado. "Me gusta cómo piensas. Eres diferente."
Ese fue el comienzo.
A pesar de su reputación de ser alguien frío y poco considerado, conmigo parecía diferente. Había algo en sus palabras, en la forma en que me buscaba incluso en los momentos más insignificantes, que me hacía creer que había una versión de él que solo yo podía ver.
Poco a poco, nuestras interacciones se volvieron más frecuentes. Mensajes de texto que llegaban en los momentos más inesperados, charlas que parecían extenderse por horas y esa sensación de que, aunque éramos dos personas muy distintas, algo nos conectaba.
Sin embargo, no todo era perfecto. Zihan tenía un temperamento que a veces me hacía sentir incómoda. Sus palabras podían ser afiladas, y había momentos en los que su actitud despreciativa hacia los demás me recordaba que no era el príncipe encantador que a veces quería imaginar.
Un día, me invitó a su casa. Era un sábado por la tarde, y su mensaje llegó con una mezcla de entusiasmo y urgencia.
"Ven a mi casa. Quiero pasar tiempo contigo."
Al principio, me sentí emocionada. Pero mientras el día avanzaba, una sensación de inquietud comenzó a crecer en mi pecho. ¿Qué significaba esto realmente? ¿Qué esperaba él de mí? La ansiedad se acumuló como una ola, y cuando llegó la hora de salir, no pude hacerlo.
En un impulso, le escribí un mensaje.
"Lo siento, me siento mal. Creo que me enfermé y no voy a poder ir."
Su respuesta llegó casi de inmediato, pero no fue lo que esperaba.
"¿En serio? Justo ahora te sientes mal. Claro."
No respondió nada más ese día, y aunque traté de justificar mi decisión con la idea de que estaba protegiéndome, no pude evitar sentirme culpable.
Los días siguientes fueron diferentes. Zihan comenzó a actuar como si no existiera. Ya no me buscaba en los pasillos, y cuando intenté acercarme, me recibió con una frialdad que me dejó helada.
"¿Estás enojado conmigo?" le pregunté finalmente, tratando de encontrar una manera de arreglar las cosas.
"No estoy enojado," dijo, pero su tono era distante. "Solo me di cuenta de que no somos tan importantes el uno para el otro como pensé."
Sus palabras me dolieron más de lo que esperaba. No porque quisiera ser "importante" para él, sino porque me di cuenta de que, en mi intento de protegerme, también lo había herido.
Pasaron semanas antes de que finalmente pudiera admitirlo: Zihan no era la persona para mí. Aunque había algo en él que parecía real, también había partes de él que nunca podrían encajar con quién era yo. Pero más allá de eso, entendí que no se trataba solo de él.
Mi novena oportunidad fue una lección sobre los espejismos. A veces, nos dejamos llevar por lo que queremos ver en alguien, y otras, por lo que queremos evitar. Pero ambas cosas pueden cegarnos.
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La Lista de mis 17 Oportunidades ✔ | M. HERNÁNDEZ
RomanceA sus 17 años, Li Mei decide enfrentar los recuerdos de sus amores no correspondidos y los "casi algo" que marcaron su adolescencia. En una lista de 17 nombres, repasa historias llenas de encuentros fortuitos, silencios incómodos y decisiones no tom...