ONE THING

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Después de ocho largos años, donde Jinsol tenía su mente solamente enfocada en sus estudios y negocios, iba a volver a su querida Corea. El vuelo estuvo lleno de emoción y nerviosismo por parte de la pelinegra. No tenía nada que perder. Fue recibida por sus padres, a los que abrazó por varios minutos. Hyunjin y Yeji estuvieron de pie por horas solo para esperar a su pequeña princesa.

—Cielo, estuve tantos días pensando en este momento...— acarició Yeji la mejilla de Jinsol.— Mira qué mayor estás, eres toda una mujer.— sonriendo, llevo sus labios a su frente, dejándole la marca del pintalabios.

—Por fin podremos recuperar el tiempo perdido.— esta vez Hyunjin achuchó extremadamente fuerte a su hija, dejándole casi sin respiración.— La gran Jeong Jinsol está de vuelta.— alzando la voz para exagerar sus palabras, fue golpeada en el hombro por esta por culpa de su gracieta.— Hija, tenemos que enseñarte tantas cosas...

Jinsol y sus padres fueron hacia el coche de Hyunjin, dando rumbo hacia su casa. Eran ocho años los que estuvo en Londres, que no recordaba que su ciudad fuera tan viva, tan colorida, tan hermosa... Eran las once de la mañana y tenía la cabeza recostada en la ventana. Vio muchas calles de las que aún se acordaba. La avenida donde se encontraba su casa había cambiado tanto. Ya no era tan apagada como antes. 

Ahora, su avenida tenía mucha luz, grandes edificios fueron edificados por los alrededores y en las grandes pantallas salían anuncios sobre cosmética, nuevos estrenos cinematográficos o promociones musicales. De repente, su mirada cambió a una más triste, dándose cuenta de que la casa antigua de Jungeun ya no existía, y que en su lugar había un gran restaurante.

—Mamá, ¿qué pasó con el hogar de las Kim?— sorprendiéndose por la pregunta, Yeji suspiró y le miró por el retrovisor.

—¿Te acuerdas que te dije que Jungeun se mudó nada más te fuiste?— Jinsol hizo memoria, yendo ocho años atrás para recordar esa conversación.— Ella demolió la casa, pero hizo esto a cambio.— señaló al restaurante.

—¿Quieres decir que...?— extrañándose, Jinsol miró de cerca el sitio una vez aparcaron. Tenía un establecimiento de comida al lado de la casa de sus padres.

—Quiero decir que este sitio es propiedad de Jungeun, y construyó una especie de cafetería- restaurante. Es parte de sus negocios.— le ayudó a Jinsol a recoger sus maletas.— Nos pidió permiso para edificar aquí, e incluso nos alojó en su casa hasta que terminaran las obras. Sabe que a tu padre no le gustan los ruidos extremadamente altos, y teniendo taladros, sierras y música a toda pastilla no le iba a favorecer mucho.— explicó.

—Mamá, me dijiste que no hablábais con ella... Que Jungeun no quería hablaros, y que con suerte le veíais trabajar.— se preocupó.

—Hija, Jungeun vino una noche a pedirnos perdón. Estuvo llorando toda la noche por habernos "tratado mal", y que éramos como unos padres para ella.— sonrió Hyunjin.— Por supuesto que entendimos lo que hizo, no hacía falta que le perdonáramos. Ahora tenemos charlas casi todos los días, y vamos una vez a la semana a cenar con ella.— el hombre sacó las llaves y las metió en la cerradura, dejando que Jinsol viera la casa de su infancia.

—Esto no ha cambiado nada... Sigue todo igual.— sonrió nostálgica, sintiéndose una niña de nuevo.— Mira, la cocina está impecable, el sofá es el mismo y las escaleras siguen estando limpias y barnizadas.— se giró para subir por estas, yéndose hacia su antigua habitación.— Mi cuarto...— acarició la puerta, abriéndola segundos más tarde.

—Decidimos que era mejor no tocar nada, sabemos lo mucho que te gusta tenerlo todo ordenado.— dijo Yeji entrando con ella.— Hasta dejamos esta fotografía, por si... Ya sabes, por si querías mantenerla.— le enseñó un cuadro rojo y azul, en donde salían Jungeun y ella abrazadas, enseñando el anillo que Jinsol tenía en su anular.

Recordaba esa tarde de Navidad con mucho cariño. Fue el día más especial de su vida, cuando Jungeun le pidió matrimonio apenas eran unas adolescentes. Sonrió con ganas, sintiéndose mal de repente. Yeji notó esto y acarició la espalda de su hija. A su vez, Hyunjin observó de nuevo la fotografía, sonriendo a la par. 

—Aún recuerdo cuando esa pequeña venía cada mes a pedirnos tu mano. Era muy gracioso verle sudar con su traje y las rosas que traía.— rieron los mayores, dejando a Jinsol de lado.— Es una pena lo que le ha pasado...— la pelinegra miró extrañada a su padre, sin entender a qué se refería.

—¿Lo que le ha pasado?— alertándose y poniéndose nerviosa, Jinsol se puso firme en busca de una respuesta.— Papá, ¿a qué te refieres con eso?

—Cariño...— acariciando su mejilla, Yeji se dispuso a hablar.— Es una situación difícil, no queremos que te preocupes demasiado.

—Por Dios, papá acaba de decir que a Jungeun le ha pasado una cosa, agregando "una pena"... ¿Cómo no quieres que me preocupes?— sacando su lado más fuerte, se sentó en la cama seguida de ambos.— Jungeun ha sido el primer y único amor que he tenido, ahora quiero saber lo que le pasa.

—Hablaremos de ello más tarde.— dijo Yeji, siendo interrumpida por su marido.

—Jungeun ha tenido muchísimos problemas con el alcohol, las drogas, el dinero y las mujeres. Se ha vuelto una persona sin amor, sin cariño, sin compañía. Ha estado bebiendo y consumiendo desde que te fuiste. Han sido ocho años muy difíciles, y creemos que es porque...— miró hacia otro lado avergonzado.— Porque te fuiste sin despedirte de ella.

—P-Papá... ¿C-Cómo que las drogas?— se le rompió el corazón al escuchar las palabras de Hyunjin.

—Ha estado consumiendo durante estos últimos meses. Lo sabemos porque Nayeon nos lo contó todo, ¿te acuerdas de ella?— preguntó Yeji a su hija, viendo cómo lágrimas se formaban en los orbes de Jinsol.— Cielo...— abrazó a esta con fuerza.

—¿C-Cómo ha acabado e-en las drogas?— lamentándose por la noticia, impactada y nerviosa, quiso irse corriendo para verla. Hyunjin vio sus intenciones al verle levantarse de golpe y le retuvo en la cama, apretándole fuerte por si se derrumbaba.

—Es la misma reacción que tuvimos nosotros. Nunca pensamos que una persona como Jungeun acabara metiéndose droga de todo tipo. Nos quedamos desvastados cuando nos lo contaron, y cuando le vimos con los ojos rojos una noche al cenar con ella.— contaba Hyunjin, aún con sus brazos rodeados sobre su hija.— Jinsol, si te suelto ahora, prométeme que no irás a verle. Está muy ocupada, y no queremos que le veas en el caso de que esté drogada.

—¡¿Y p-por qué me lo prohíbes?!— se levantó con más enfado aún, quería ir a verle, quería saber el por qué del uso de las drogas. Quería volver a conocerla, sentirla y hacer que le amara de nuevo.— ¡J-Jungeun es el amor de mi vida! ¡Y no voy a tolerar que se destroce por mi culpa!— salió corriendo de su cuarto, bajando las escaleras, y en menos de cinco segundos se encontraba en el coche de su padre yendo hacia el restaurante. Era el único lugar que conocía en donde se podría encontrar Jungeun.

Fue confundiéndose un poco, ya que en Reino Unido conducía por la derecha, en vez de por la izquierda. Casi se estrella con un árbol, si no fuera por el freno que le salvo prácticamente la vida. Tenía que llegar lo antes posible al restaurante. 

Sin embargo, se llevó una gran sorpresa al ver que el Delicious Taste era el triple de grande que hace ocho años. Había una gran cola en la reformada entrada, haciéndola más moderna y futurista. Había un hombre grande y fuerte, dejándole ver como el guardia de seguridad. Quiso entrar de sopetón, siendo interrumpida y empujada por este mismo chico.

—No puedes pasar.— le dijo sin difiultades.— Si vas a comer aquí, haz la cola.— Jinsol vio otra vez a las, probablemente, veinte personas que estaban paradas.

—Tengo que hablar con Kim Jungeun.— contestó con esperanza.

—¿Con la jefa?— preguntó.— Eso es imposible en estos momentos.

—¡Es urgente, santa mierda!— le habló de mala gana.— Tengo que verle ahora mismo. ¿Sabes quién soy yo acaso? Tengo muchísimo poder y dinero, y hazme caso, no querrás que te quite lo que tienes. Si no me dejas pasar, no habrá más joyas sucias y baratas para ti.— señaló sus falsos anillos y su cadena de "oro".

—O te deshaces de ese tono con el que me estás hablando, o acabarás en el hospital como no te retractes.— le amenazó.

Jinsol fue quejándose del hombre mientras que se dirigía de nuevo al coche de su padre, no hasta que una tercera persona le reconoció al instante, haciéndole pasar de inmediato hacia el lugar...

i'm gonna marry you | lipsoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora