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{POV: CC}

El día que Cairo se fue, sentí como si una parte de mí se hubiera arrancado. Cuando desperté aquella mañana y no la vi, una punzada de vacío me atravesó el pecho. En su lugar estaba mi hermana, todavía acomodando sus maletas. Aunque traté de mostrarme indiferente, la ausencia de Cairo llenaba cada rincón de la casa. El silencio era ensordecedor, y con cada hora que pasaba, mi necesidad de verla crecía como una ola imparable.

Intenté distraerme. Invité a mis amigos a casa siempre que podía. Cuando no había clases, me rodeaba de risas y conversaciones, intentando apagar ese sentimiento abrasador que me consumía. Pero nada funcionaba. Cuando el sol se ocultaba y todos se iban, el eco de Cairo volvía. Recordaba su voz, sus gestos, cómo arrugaba la nariz cuando algo la molestaba, cómo sus ojos parecían contener universos cuando me miraban.

Pasaron días, y el dolor solo se hacía más intenso. Cada recuerdo de ella era como una herida abierta: su sonrisa, su manera de apartar un mechón de cabello detrás de la oreja, incluso el modo en que se movía por la casa, tan natural, tan llena de vida. Era como si mi corazón estuviera programado para latir solo por ella, y su ausencia lo había dejado completamente descompuesto.

Mi hermana notó mi estado, pero no entendía lo que pasaba. Me preguntó varias veces si estaba bien, si había algo que quisiera hablar, pero siempre me encogía de hombros o desviaba el tema. Lo último que necesitaba era que ella se enterara de mis sentimientos por Cairo. Pero en el fondo, sabía que ya no podía engañarme a mí misma.

Amaba a Cairo. La amaba con una intensidad que me aterraba. Era un amor que había surgido en medio del caos, entre lágrimas y secretos, pero también uno que se sentía tan real, tan irrefutable. El pensamiento de no poder verla, de no poder tocarla, hacía que me doliera el alma. Una noche, mientras estaba sola en mi habitación, no pude contenerlo más. Las lágrimas brotaron como un torrente, incontrolables, imparables. Quería sentirla cerca, oler su perfume, escuchar su risa. Quería una dosis de Cairo para calmar este tormento que llevaba días estrangulándome.

El destino, sin embargo, parecía tener otros planes.

Un día, mientras acompañaba a mi hermana al centro comercial, decidí pasar por una tienda de deportes. Tenía un partido importante y necesitaba ropa nueva. Mis pensamientos estaban dispersos, como siempre, con Cairo rondando en cada esquina de mi mente. Pero jamás imaginé que el universo jugaría de esa forma.

Cuando levanté la vista de los estantes, ahí estaba ella. Cairo. Mi corazón dio un vuelco tan violento que por un momento pensé que me desplomaría. Se veía tan hermosa como siempre, aunque parecía nerviosa. Sus ojos buscaron los míos, y en ese instante el resto del mundo desapareció.

—Cairo, ¿qué haces aquí? —pregunté, tratando de sonar casual, aunque mi voz traicionó el remolino de emociones dentro de mí.

—Yo... estaba de compras con Winnie. ¿Tú?

—Necesito ropa para un partido importante. Te lo mencioné hace tiempo, ¿recuerdas?

—Sí, claro. Lo recordaba. —dijo, aunque algo en su tono me hizo dudar.

Entonces Winnie apareció, con una energía arrolladora y un aire de complicidad que no podía ignorar.

—CC, un placer verte de nuevo!.

Intenté no reírme, pero la mezcla de nervios y la actitud desenfadada de Winnie me desarmaron por completo.

—Es un placer, Winnie. Gracias por cuidar de Cairo.

Winnie sonrió, pero no perdió la oportunidad de dejar caer una bomba.

—Oh, no hay de qué. Aunque, sinceramente, Cairo no para de hablar de ti. Es casi como si estuvieras aquí todo el tiempo.

Mis ojos buscaron los de Cairo, y vi cómo se sonrojaba. Ese simple gesto, esa vulnerabilidad en ella, hizo que mi corazón se acelerara aún más. Winnie, por supuesto, parecía disfrutar de nuestra incomodidad.

Pasamos la tarde juntas, recorriendo tiendas, probándonos ropa y compartiendo cafés. Aunque intenté mantenerme serena, cada segundo junto a Cairo era como un bálsamo para mi alma y, al mismo tiempo, una tortura. Quería abrazarla, decirle cuánto la extrañaba, pero el peso de nuestras circunstancias me ataba las manos y la lengua.

Cuando nos despedimos, sentí una punzada de tristeza. No quería dejarla ir de nuevo. Cada día sin Cairo era un día vacío, y aunque intentara llenar ese vacío con amigos, risas o distracciones, nada funcionaba.

Mientras veía cómo se alejaba junto a Winnie, tomé una decisión. No podía seguir reprimiendo lo que sentía. Cairo era más que una amiga, más que una obsesión pasajera. Era el epicentro de mi mundo, y estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo, incluso a mi propia hermana, por tenerla a mi lado. El amor que sentía por ella no era algo que pudiera seguir guardando. Era hora de actuar.

Me armé de valor y, sin pensarlo dos veces, corrí hacia Cairo. Mis brazos la envolvieron por detrás, como si ese simple gesto pudiera capturar toda la tormenta de emociones que llevaba días consumiéndome. Su calor era reconfortante, casi irreal, y en ese momento deseé con toda mi alma que el tiempo se detuviera. Quería quedarme así, enredada en ella, como si el mundo exterior dejara de existir, como si nuestros corazones pudieran hablar en silencio.

Cairo se tensó al principio, claramente sorprendida. Pero, tras unos instantes, se giró para enfrentarme. Su mirada era un océano revuelto de dudas y emociones que no podía descifrar, pero luego, con una suavidad que casi me rompió, me devolvió el abrazo. Cerré los ojos y hundí mi rostro en su hombro, como si ese contacto pudiera sellar todas las grietas de mi alma.

—Te extraño, Cairo... vuelve. —Las palabras salieron de mis labios antes de que mi mente pudiera detenerlas. Era lo que había estado pensando cada día desde que se fue, pero nunca imaginé que las diría en voz alta. La realidad me golpeó de inmediato, como un relámpago, y el peso de lo que acababa de hacer me dejó paralizada.

Nos separamos, de forma torpe, como si el hechizo que nos unía se hubiera roto de golpe. Winnie, a unos pasos, nos observaba con una mezcla de curiosidad y una leve sonrisa que hacía todo más incómodo. Cairo evitó mi mirada, bajó la cabeza, y sin decir una sola palabra, se dio la vuelta. Sus pasos eran rápidos, casi desesperados, como si estuviera huyendo de algo que no podía enfrentar.

—CC, ella te extraña también. —La voz de Winnie fue un murmullo cargado de compasión. Su sonrisa era suave, casi alentadora, pero su mirada me perforó como si supiera exactamente lo que estaba pasando dentro de mí. Luego, sin darme tiempo para responder, corrió detrás de Cairo, dejándome ahí, sola, en medio del centro comercial.

La atmósfera a mi alrededor parecía más pesada, como si el aire se hubiera convertido en plomo. Quería moverme, decir algo, correr tras ellas, pero mis piernas no respondían. Mi mente era un caos: la calidez del abrazo, las palabras que escaparon de mí, el silencio de Cairo. ¿Había dicho demasiado? ¿Había hecho lo correcto? No entendía nada, pero al mismo tiempo, sabía que lo que sentía por ella era demasiado grande para seguirlo ocultando.

Me quedé ahí, mirando hacia el lugar donde Cairo había desaparecido, sintiendo cómo el vacío volvía a envolverme. Era como si el universo me estuviera retando, forzándome a decidir si debía seguir luchando por ella o dejarla ir. Pero en lo más profundo de mí, ya sabía la respuesta. Cairo era más que un simple sentimiento pasajero; era la razón por la que mi corazón seguía latiendo, y aunque fuera doloroso, estaba dispuesta a seguir intentándolo.

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My Sister's Friend ||Jemmaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora