Capítulo 1

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Me desperté, como todas las mañanas, con el insoportable pitido de mi reloj, el que estaba en mi mesita de noche, y que siempre sonaba a las 7 en punto para fastidiarme el sueño, y recordárme que tenía que ir al instituto. Aquella mañana estaba muy desganada, bueno, aunque eso es algo que es muy habitual en mí. Hice un gran esfuerzo, y tras unos 10 minutos remoloneando y dando vueltas en la cama, conseguí levantarme. Me puse mis zapatillas con dibujos de flores y me dirigí al cuarto de baño, con los ojos aún medio cerrados, me agaché y me lavé la cara para intentar despejarme un poco. Ahora que lo pienso, debería decirle a mi madre que comprara un lavabo nuevo que fuera un poco más alto, porque en el que teníamos ahora casi nos teníamos que caer para poder lavarnos. Cogí la toalla y me sequé la cara, noté el suave aroma del detergente que suele usar mi madre para lavarlo todo, así que deduje que la acababa de lavar. Salí del cuarto de baño, y fui lentamente a la cocina, donde me encontré a mi madre fregando algunos platos.
-Buenos días -dije con una voz un poco ronca.
-Buenos días -dijo mi madre alegremente, mientras seguía fregando.
-Papá ya se ha ido, ¿no?
-Sí, ya sabes, le han cambiado el horario y ahora tiene que irse siempre una hora antes, porque entra a las 7.
-Ah, es verdad.
Tras esta breve conversación, caminé hacia la encimera y cogí un vaso y algunas tostadas que estaban fuera, las metí en el tostador y esperé a que sonara. Mientras, saqué la leche del frigorífico y la metí en el microondas, porque estaba demasiado fría. A mi me gustan más las cosas frías que muy calientes, pero no tan frías como recién sacadas del frigorífico. El tostador sonó, y cogí las tostadas, haciendo aspavientos, porque quemaban mucho, y las llevé corriendo a la mesa, y las dejé ahí. Saqué un tarro de mantequilla del frigorífico que ya estaba a punto de acabarse, pero me servía para las tres tostadas que había sacado. El microondas sonó y yo lo abrí y cogí la leche y la dejé en la mesa, al lado de las tostadas. La leche estaba en su punto exacto, ni quemaba ni estaba fría, estaba templada. Fui a la despensa, la abrí, y cogí el colacao, que como lo usabamos todos los días, estaba en la parte de fuera, y no había que buscar mucho revolviéndolo todo. Por último abrí un cajón, y cogí una cucharilla para el colacao, y un cuchillo que estaba ya bastante desgastado, porque era de los antiguos, y de los que usabamos para untar mantequilla, mermelada, o miel en el pan. Me senté en la silla que estaba más cerca de la puerta, para molestar menos a mi madre que estaba aún fregando los platos, y empecé a untar la mantequilla en las tostadas. Cuando acabé, abrí el bote de colacao y con la cucharilla, eché tres cucharadas de colacao en la leche, luego metí la cucharilla en el vaso y removí la leche hasta que el colacao se había mezclado completamente. Empecé a tomarme las tostadas tranquilamente, pero sin querer, mire el reloj de reojo, y vi que eran ya las 7 y media, y yo estaba aún sin vestirme ni nada, así que empecé a tomarme más rápido las tostadas, y cuando acabé, removí un poco más la leche y me la tomé bastante rápido, tanto que casi derramo algunas gotas en el mantel. Cogí el vaso vacío con la cuchara dentro y el cuchillo manchado de mantequilla y lo puse en el fregadero. Recogí la mantequilla y el colacao y los puse cada uno en su sitio y salí de la cocina rápidamente hacia mi cuarto. Allí abrí mi armario y cogí la primera ropa y zapatos que pillé, una camisa rosita con un jersey de punto de varios colores encima, unos pantalones vaqueros que no eran muy estrechos, más bien anchos, y unas zapatillas "Converse" de color azul oscuro. Me vestí rápidamente y empecé a hacer la mochila, teniendo en cuenta todas las asignaturas que había aquel día e intentando que no se me olvidara nada.
-¡Mamá! ¿Estás lista? ¡Nos tenemos que ir! -dije gritando desde mi cuarto, mientras terminaba de hacer la mochila.
-¡Sí, sólo me queda ponerme los zapatos! -me dijo tranquilamente, yendo por el pasillo hacia su cuarto a ponerse los zapatos.
Yo acabé la mochila y fui rápido al baño, a lavarme los dientes, ya que después de desayunar se me había olvidado hacerlo. Abrí el pequeño armario del cuarto de baño y cogí mi cepillo de dientes y mi pasta con sabor a menta, y puse un poco en el cepillo. Guardé la pasta y empecé a cepillarme. Cuando terminé, enjuagué el cepillo con agua, y me enjuagué yo también la boca tomando unos sorbos del grifo. Guardé el cepillo de dientes y la pasta y cogí el peine. Me miré al espejo, cada día me veo peor. Intenté peinarme con el pelo suelto para verme un poco mejor, porque las coletas no me gustan nada como me quedan, así que decidí quedarme con el pelo suelto. Yo no me pinto nunca para ir al instituto, ni casi para ir a ningún sitio, no es porque yo no quiera o no me guste, sino porque mi madre no me deja ni pintarme ni pintarme las uñas ni muchas cosas, pero bueno, ya me he acostumbrado a vivir con ello, aunque aún sigo intentándo convencerla para que me deje, porque en mi clase todas las niñas van ya pintadas, porque ya estoy en 4° de la ESO y soy la única que aún no se pinta y muchas otras cosas. Guardé el peine y cerré el armario del cuarto de baño. Después de esto, me miré por última vez al espejo, salí del baño, cogí la mochila y me fui hasta la puerta de casa a esperar a que mi madre saliera.
-¡Mamá! ¡Vamos ya, que llego tarde! -dije gritando y mirándo el reloj. Ya eran las 7 menos cuarto, y nosotros tardábamos 15 minutos aproximadamente en ir de casa hasta mi instituto.
-¡Voy, voy! -dijo apareciendo por el pasillo. Cogió su bolso y las llaves del coche y de casa, y salimos.
Llamé al ascensor, y por suerte, tardó poco en llegar. Abrí la puerta y entramos las dos. Bajamos al garaje y fuimos hacia nuestro coche. Ella se sentó delante en el sitio del conductor y yo me puse a su lado, en el sitio del copiloto. Ella arrancó el coche y salimos hacia el instituto. No voy andando porque está bastante lejos de nuestra casa, pero también le he dicho que puedo ir en autobús, pero tampoco me ha dejado, porque dice que es mejor que ella me lleve en coche, y yo, pues tengo que aguantarme.
Apoyé mi cabeza en la ventana, mirándo a través de ella con desgana, no me apetecía nada ir al instituto de nuevo, empezar otro trimestre, pero lo único que me consolaba era que ya quedaba menos para las vacaciones. Hoy empezábamos el segundo trimestre.

Be strong. | h.s. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora