LEGADO DE SANGRE

132 23 10
                                    

VISERRA

El vapor se eleva en nubes espesas alrededor de nosotros, envolviéndonos en un calor sofocante. Los labios de Maegor recorren mi cuello, trazando un camino de fuego sobre mi piel. El agua caliente de la tina relaja mis músculos, pero su toque me mantiene en vilo, expectante.

Mis dedos se enredan en su cabello que parece tornarse más oscuro por la humedad del baño, y mis labios se curvan en una sonrisa satisfecha. Lo he recuperado. Después de la guerra, después de la sangre derramada, después de todas las dudas y conspiraciones, Maegor está aquí, en mis brazos.

—¿En qué piensas? —su voz es grave, vibrante contra mi piel.

—En lo que nos espera —respondo sin titubear.

Él se separa apenas, sus ojos penetrantes buscan los míos con intensidad. Maegor nunca ha sido hombre de muchas palabras, pero su mirada es suficiente para comprenderlo. Conoce la tormenta que se avecina.

—Lo que nos espera —replica, con una media sonrisa feroz—, lo tomaremos.

El agua se agita cuando me acerca más a su cuerpo, sus manos firmes sobre mi cintura. La guerra en los Peldaños de Piedra ha terminado, pero la verdadera batalla apenas comienza. El trono de hierro sigue siendo una herencia disputada, sobre todo por la confesión de mi padre. Y si él alguna vez me consideró digna del trono, entonces no permitiré que esa posibilidad se desvanezca.

Porque el legado de los dragones no se escribe con promesas. Se escribe con fuego y sangre.

Volteo mi cuerpo para acomodarme sobre él, sus manos sosteniendo mis caderas con la misma seguridad con la que empuña su espada. Sus dedos son firmes, pero su toque sobre mi piel es reverente, como si incluso en la crudeza de su naturaleza hallara en mí algo sagrado.

Una de sus manos abandona mi cintura y viaja con suavidad hasta mi vientre, que poco a poco empieza a delatar su secreto, incluso bajo mis ostentosos vestidos. Su pulgar traza círculos perezosos sobre mi piel, y cuando levanto la vista para encontrarme con la suya, veo algo en sus ojos que rara vez he visto en un hombre como él: asombro.

Maegor ha pasado su vida entre la guerra, la muerte y la ambición desmedida. Ha arrancado vidas sin remordimiento y ha doblegado voluntades con la violencia de su acero. Pero aquí, en este momento, hay algo más fuerte que su propia brutalidad: el hijo que crece en mi vientre, la sangre de Visenya y Aegon, de la antigua Valyria, latiendo dentro de mí.

—Es real —murmura, casi como si no lo creyera del todo.

—Siempre lo ha sido —respondo con suavidad, cubriendo su mano con la mía.

Maegor no habla de ello, pero sé que lo siente. La guerra lo ha cambiado. Su cuerpo es aún más imponente, su andar más pesado, su presencia más dominante, como si llevara consigo el peso de cada hombre que ha caído bajo su espada. Pero aquí, en la intimidad de nuestras aguas compartidas, el guerrero se funde con el esposo, con el hombre que ha reclamado mi amor y que ahora encuentra en mi vientre la prueba de su linaje inmortalizado.

Él inclina la cabeza y deposita un beso en mi clavícula, luego otro en la base de mi garganta. Sus labios, cálidos y hambrientos, se mueven con una devoción que no necesita palabras. Dejo caer la cabeza hacia atrás, entregándome a su contacto, a la sensación de su piel ardiente contra la mía.

—Lo protegeré —dice con la gravedad de un juramento inquebrantable—. A ti. A él.

Sonrío, aunque sé que su promesa no es un mero susurro amoroso. Maegor no promete en vano, y la sola idea de que alguien intente arrebatarnos lo que nos pertenece me llena de una furia silenciosa.

OUR LOVE ──maegor targaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora