Capítulo 16. Le extrañé

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Encendí el portátil y entré en las videollamadas. Gracias a Dios, Finn estaba conectado.
Respiré hondo y oprimí el botón de llamar. Al cuarto pitido respondió, y le vi.
Después de 2 semanas sin saber nada de él, sin hablarle y sin ver su rostro.

Lo extrañaba.

Le di una cálida sonrisa, pero él no había cambiado su expresión desde que me había tomado la videollamada; la cual no era nada emocionada ni feliz de haberme visto. Me observaba consternado y con el ceño fruncido.

-Grace- dijo no muy alegre de mi aparición.

-Hola Finn- aún le sonreía-

-¿Por qué me llamaste?

-Tenía tiempo sin hablar contigo.

Levantó una ceja y me miró con indiferencia. En éste punto mi felicidad se había desvanecido.

-¿Y el día que llegaste a California? Te llamé demasiado esa tarde, te envié mensajes... Ni siquiera un "Hola" te dignaste a contestarme.

-Si, lo sé; y lo lamento muchísimo- me interrumpió-

-¿Qué pasó con lo de "No voy a dejarte cuándo llegue a California" "Voy a escribirte a diario" "No te olvidaré"?...

Pude notar cómo su voz se quebró al decir ésas últimas palabras.

Es cierto, yo le había abandonado. Yo prometí todo eso, y tiré todo al basurero.

Me quedé muda. Mis ojos estaban cristalizados, pero, no iba a llorar; debía mostrarme fuerte.
No puedes prometer cosas, y no cumplirlas, para luego ponerte a llorar y esperar que la otra persona te perdone. Debes afrontar las consecuencias.

-Finn, lo siento- fue lo que salió de mi boca con apenas un hilo de voz-.

No podía seguir viéndolo a la cara. No podía resistir esa mirada de decepción sobre mí.
Bajé la mirada y suspiré. Me armé de valor y, aún con mi cabeza abajo, seguí disculpándome.

-Lo siento. Es verdad que debí escribirte, no debí abandonarte después de todo lo que pasamos juntos. Lo lamento. Entiendo si me odias, ó si no quieres volver a verme en tu vida. Soy una total idiota al llamarte. Perdoname, Finn, aún así no me veas jamás, no puedo con la culpa de que he perdido a mi mejor amigo.

No me había fijado en qué momento las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas; puse mis manos en mi cara tratando de que eso las parara.
Él solamente me había visto llorar en los días que mis padres cumplían años de muertos.

-¿Grace?- sonó preocupado-. Oye, no llores, por favor. Odio verte así.

Levanté mi cabeza y le vi, a los ojos, (Bueno, a través de la pantalla) me veía con una sonrisa triste. Aparté las pruebas lagrimosas de mis ojos y prosiguió.

-Mira, no te odio, jamás podría hacerlo. Eres mi única mejor amiga. Sólo que... Me entristeció mucho que te hayas olvidado de mí. No podía imaginar un mundo sin ti- me sonrió de lado-

-Me siento como una estúpida.

-Bueno, al meno sé que te importa nuestra amistad- se rió levemente-

Solté una pequeña risa, pero, bajé mi cabeza de nuevo.

-¿Puedes aconsejarme con algo?

-¿Tú? ¿Pidiéndome ayuda a mí? Un momento, debo guardar este preciso instante a la historia- se reía-

Pero al notar mi expresión, no continuó burlándose. Le miré de nuevo a los ojos y él bajó los hombros y me miró preocupado y con el ceño fruncido.

Invierno en CaliforniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora