Capítulo 24. Hoy es el día

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Me despertó el incesante ruido del despertador, con los estúpidos rayos del sol entrando por la ventana, que olvidé cerrar.

Saqué los pies de la cama, para sentir el frío suelo que se encontraba bajo ellos; tanteaba el terreno, con un horrible dolor de estómago. Pasé por el espejo, viendo lo espantosa que estaba; de todos modos, era algo normal para mí.

Me había convencido, lo había decidido.
Hoy era el día.
Hoy le diría todo a Logan.
Además, ¿Qué tan mal podría salir?

Bajé a la sala y encontré a un oso echado en el sofá, dejando un rastro de baba seca por su mejilla.

Oh, no. Esperen. Era mi tía.

Negué con la cabeza riendo. Me acerqué cuidadosamente hacia ella y la cubrí con una manta.

Un claxon me llamó desde las afueras de la casa, tomé las llaves y salí, cerrando la puerta tras de mí con cuidado.
Caminé el trayecto del portal al auto, subí a él y miré a Logan, el cual sólo se limitó a levantar las comisuras de sus labios en una sonrisa barata.
Le devolví el gesto, volteando mi cara hacia el frente. Escuché el motor del auto encenderse, y luego sentí que nos movíamos.

No me había hablado en lo que llevábamos de camino, se le notaba tenso.

-¿Terminaste el trabajo?- solté, para romper el hielo-

-¿Qué? ¿Cuál trabajo?- entrecerró sus ojos confundido-

Me enfadé un poco. A no ser que la resaca se le haya atrasado un día o, me mintió ayer sólo para irse.

-El trabajo que debías entregar hoy, que no habías comenzado- se notaba la furia en mi voz-

-Oh, sí. Lo terminé- limitó a decir-

¿Acaso está evitándome?

Dio vuelta a la calle para encontrarnos con el instituto.

Logan disminuyó la velocidad y aproveché ese momento para bajar del auto.
Me dolía y molestaba que se estuviese comportando de tal manera.

Recorrí el estacionamiento y pasé por las puertas de cristal de la secundaria. No imaginaba cómo debería de lucir mi rostro, todo al que pasaba por un lado se giraba a verme horrorizado.

Llegué al casillero, y dejé todo adentro, para cerrarlo de un portazo.

-No se desquite con el casillero, señorita Evans- pasó el profesor Jefferson por un lado, bebiendo una tasa de café-

-La situación amerita que lo haga- murmuré entre dientes-

Como si el universo le gustase entretenerse con mi humor, puso a la persona más irritante a mi lado.

-¿Y esa mala actitud?- se burló Chad, con su cara de "soy demasiado guapo", apoyado en los casilleros de al lado-

Rodé los ojos y me volteé para quedarle de frente, noté en sus ojos temor.

Y me gustaba causar temor.

-Escuchame atentamente, Chad- di un paso hacia adelante, y él, como reflejo, uno hacia atrás-. Si no quieres que estampe tu cara en el suelo frente a todas tus "admiradoras", será mejor que no me molestes en mis peores momentos. ¿Entendido?

Asintió con la cabeza, con el miedo a flor de piel.
Le di una última sonrisa falsa y me alejé dejándole anonado.

****
¿Saben qué es peor que una persona irritante y déspota te hable cuando estás de malas?
Las matemáticas.

Al parecer hoy es el día de "Todos contra Grace".

Iba camino a la cafetería con mi- aún - cara de pocos amigos, cuando un torso bloquea mi vista y me toma de los brazos.

-Oye, ¿Sacaste un 6 en alguna prueba?- trató de animarme pero fue en vano-

-No estoy de humor, Charlie- no le miré a la cara y traté de safarme de su agarre-

-Creeme, se nota- soltó mis brazos y comenzó a caminar a mi lado-. ¿Qué te hicieron?

-Un idiota me sacó de mis casillas.

-¿Chad?- me miró y encarnó la ceja-

-Dos idiotas- corregí-

Llegamos y tomé asiento en alguna de las mesas. Había perdido por completo el apetito.

-¿Logan?- cuestionó y yo asentí-. ¿Qué hizo?

-Se comporta como un idiota y no tengo idea de por qué.

-Debe de estar en sus días- le miré incrédula y estallamos en carcajadas-

Por alguna razón ninguno de los otros apareció; y me sentía cómoda con ello.
Hablar y reírme de las bromas de Charlie me animaron. No hablo de una forma romántica y cursi, me refiero a que, es un buen amigo. Necesitas a alguien así para olvidar tus problemas.

Lamentablemente mi burbuja que me separaba del mundo exterior estalló debido al infernal sonido de la campana.
Me desanimé un poco y volteé a ver a la manada que iba hacia las puertas de salida. Mi acompañante siguió la dirección de mi mirada y soltó una risa seca, como si estuviese decepcionado.

-No cambian- reí de la misma manera y me levanté de mi asiento junto a él-

Nos despedimos en la mitad del pasillo para tomar clases diferentes.
La última clase del día para salir de éste infierno.

Entré a la sala y me senté en el último lugar, todos conversaban alborotados mientras la profesora leía unos papeles e ignoraba el escándalo que se prendía entre las cuatro paredes que nos rodeaban.
Los chicos tenían razón: parecían animales; simios que no han evolucionado.
Logré determinar a algunos típicos estudiantes: el grupo de "populares" que cuentan mil y un historias "súper graciosas"; los nerds o excéntricos que viven en sus teléfonos; el grupo de chicos que arman líos y no les interesa si les afectaría en un futuro; y la pequeña chica en el primer asiento sumergida en los libros.

Observaba el reloj sobre la pared a cada instante, por cada minuto que pasaba más lejana y profunda se escuchaban los gritos y carcajadas de todos.
Mi mente iba a colapsar, mis manos empezaban a sudar y mis oídos anhelanban el sonido de la campana.

Pestañeé atursida, reaccionando al ver a todos levantarse e irse, como si no fuese real.
La hora había llegado.
Tomé mis cosas y salí tropezando con casi todas las mesas.
Se notaba mi tensión a un kilometro de distancia.

Al llegar al pasillo concurrido, logré divisar a los chicos a un lado de las puertas, conversando animosamente y riendo. Me acerqué a paso veloz hacia ellos; Sabrina notó mi trayectoria y me recibió con una sonrisa reconfortante. Cuando llegué al punto de encuentro todos me recibieron alegremente con un "hola", que no logré responder debido al nudo en mi garganta.
Siguieron hablando de algo que no estaba al tanto, hasta que pude decir una oración en voz baja, inclinándome hacia Logan.

-¿Podemos hablar?

Se giró a verme sorprendido, como si acabase de llegar. Le supliqué con la mirada, él vaciló un momento pero al final asintió.
Se despidió de todos, mientras yo sólo daba un ademán con la cabeza sin poder emitir palabra.

Salimos de la secundaria, encontrando un aparcamiento totalmente desierto; sólo se encontraba el auto de Logan y dos más. Caminamos hasta el susodicho en un silencio incómodo.

No sé cuándo empezó ésta incomodidad entre nosotros.

-Oye- le llamé y al instante giró sobre sus talones-. Necesito hablar contigo, en serio.

Frunció los hombros y apretó los labios, agachando la mirada.
No quería hablar, pero yo lo necesitaba.

-¿Qué te está pasando?- me acerqué-. En un momento eres agradable y gracioso, y al otro... Demasiado cortante- arrugué la nariz-. Y bien creo que no he hecho nada malo.

Negó con la cabeza sin dirigirme la palabra.
Me tenía exhausta tanta presión retenida en mi pecho. Así que decidí dejar de ser una cobarde, decidí dejar escapar un sentimiento que sentía desde hace meses. Y pronuncié las palabras más temidas que puedes decir o escuchar.

-Me gustas.

Invierno en CaliforniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora