"-Deja de llorar... -le susurro al oído.
-Jamas demuestro mis emociones -inhalo -...por esta vez... ¿Me dejarías sacar esto que he guardado por mucho tiempo?.. solo pido eso -dijo apunto de quebrarse.
Dudo un momento.
-Esta bien -suspiro -. Por esta...
— ¿Qué estás haciendo!? —grito aterrado dando unos tropezones antes de chocar contra la pared.
— ¿No es obvio? —contesto un chico de pupilas grises caminando a pasos calmados hasta acorralarlo —. Tú harás lo que acordamos... —susurro llevando su mano a la cintura del más bajo.
Trago saliva o al menos lo intento; el interior de su boca se sentía tan seca como una hoja en otoño.
—¡N...no juegues! —intento empujarlo, pero el cuerpo del contrarió no se movió ni un centímetro.
—Vamos, Kuroko —le mordió el lóbulo antes de volver a susurrar —. Sé que lo deseas...
«¡Detente!» grito dentro de su cabeza e intento con todas sus fuerzas dejar salir esa palabra de su boca, pero esas pupilas grises lo obligaban a callar. Su cuerpo tembló al sentir las manos frías y callosas acariciar parte de su abdomen; coloco su mano encima y, con los nervios bailando en las puntas de sus uñas, lo encaro con la frente en alto: las lágrimas se desbordaron sin que se diera cuenta. El más alto lo tomó de la mandíbula y lo obligo a besarlo. Sin nada más que satisfacer su deseo canal, Haizaki Shōgo, entro dentro de la cavidad bucal de su compañero sin reparo alguno, sintiendo como la lengua ajena se resistía y no caía ante sus deseos, abrió los ojos y se satisfizo al ver ese rostro sereno todo acongojado, no pudo evitar morderle el labio inferior. Lo soltó empujándolo hacía un lado, el cuerpo de Kuroko cayó sin preámbulos al suelo; colocó su mano en la boca y siento el líquido rojo entrar a su boca llenándola del su característico sabor a hierro.
— ¡Me mordiste! —alzo la voz, aunque ésta le temblara.
El chico de pupilas grises solo rio mientras se lamia los labios y se abalanzaba sobre él.
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El constante sonido que hacía su reloj hizo que abriera los ojos de golpe: respiro profundo mientras escuchaba como los latidos erráticos de su corazón se combinaba con los de la alarma; se quitó el sudor de la frente y solo pudo pensar una cosa: «otra vez ese sueño». Se levantó listo para encarar el inicio de un nuevo día de clases.
