•Gota XIV•

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Si notan algún error, favor de decirme, gracias

Papis suegros Kuroko

—¿Recuerdas esa vez que dijiste que odiabas a los ricos? —pregunto Akashi caminando de la mano de Kuroko.

—Sí, ¿qué sucede con eso?

—Oh, bueno, es que ahora que estamos aquí se me hace curioso que lo dijeras ya que tú eres rico —sus ojos contemplaron la enorme casa blanca con un jardín verde lleno de rosales y árboles, los cuales eran atendidos por un señor que, suponía, era el jardinero.

Kuroko se acomodó la corbata roja que traía, sentía que lo estaba asfixiado.

—Yo no soy rico, mis padres lo son —comentó y respiro profundo.

—Eso tiene sentido —volteo a verlo y notó que estaba sudando, apretó más fuerte el agarre —. Yo estoy aquí — le sonrió.

—Lo sé —respiro profundo y toco el timbre.

No espero más de diez segundo cuando la puerta fue abierta y de ésta dejaba al descubierto una enorme sala de estar en donde dos filas, una de cada lado, conformada por hombres y mujeres con uniforme, lo recibían en una reverencia.

—Sea bienvenido, Tetsuya-sama —hablaron todos al unísono.

Akashi, quien jamás en su vida había imaginado que algo así pasara en la vida real, se encontraba conteniendo las ganas de reírse.

—Muchas gracias —agradeció Kuroko un tanto confundido.

—Nos alegra verlo de nuevo Tetsya-sama —hablo un señor de unos cuarenta años, cabello negro con canas y vestía el elegante uniforme inconfundible de un mayordomo; le quitó el saco tomándolo completamente desprevenido —. ¿Cómo estuvo su viaje?

—Bien, también me alegra verte de nuevo, Tanaka-san.

Un joven intentó quitarle el saco a Akashi, pero él se negó.

—El señor y la señora lo esperan, Tetsuya-sama —habló una joven —. Permítame guiarlos —dio media vuelta y comenzó a caminar por la enorme mansión.

—¿En serio? —le susurró al oído a su novio.

—¿Lo de la entrada? —Akashi asintió —. Es en serio.

—Ahora entiendo porque te fuiste de tu casa, yo me hubiera vuelto loco de escuchar aquello cada que llegará.

—No es cada que entras.

Su novio levantó una ceja.

—Sino te descubrían no lo hacían —ambos se miraron y aguantaron una risa.

—Tetsuya-sama, hemos llegado —señalo una puerta de vidrio que no dejaba ver al otro lado por unas gruesas cortinas naranjas —. Siendo todo, me retiro —hizo una reverencia antes de irse.

—Gracias.

—¿Estás listo?

—Ni un poco, creo que vomitare.

—Avísame para que me aleje.

Soltó una risa ligera y con las manos temblorosas deslizó la puerta.

Se sorprendió mucho al ver las hermosas decoraciones que había en el lugar: mesas redondas con manteles de color rosa pálido; de los árboles colgaban hilos con hojas que tenían escrito el nombre de su hermano y el de su prometida; una mesa llena de los aperitivos y bebidas que hacían que la boca se llenara de saliva; luces blancas como las que usaban en navidad iluminaban el lugar y una pequeña banda sinfónica.

Mis LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora