•Gota I•

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«A veces la personas no son como uno creé. Te sonríen, pero ¿cómo estar seguro de que esas sonrisas son de verdad?, ¿qué es lo que esconden?.. ¿Qué es lo que quieren de ti?..»

Una bolita de papel golpeo su hombro interrumpiendo los movimientos de su mano con el lápiz; las risas del fondo indican que fue apropósito. «Ignora y todo estará bien», se intenta auto convencer antes de volver a lo suyo.

«...Me conteste que quieren solo verte sufrir. Escuchar el crujir de tu corazón rompiéndose; ver el llanto de tus lagrimas recorriendo tus mejillas; como tiemblan tus labios mientras pides ayuda a todo pulmón, pero todos saben que nadie te ayudara, incluso tú..."

—Vamos, chicos, pongan atención —interrumpe el profesor de literatura con voz cansina, pareciera que él era el más desesperado en salir de la clase. Todos los alumnos estaban en sus propias cosas, aun así él siguió hablando: —. Nombrare al siguiente en leer —acomodo sus gafas antes de fijarse en la lista — ¿Kuroko Tetsuya? —hizo una extraña mueca, era como si fuera la primera vez que mencionaba ese nombre.

La clase se quedó en silenció hasta que los rostros de unos chicos del fondo parecía iluminarse por haber descubierto algo grandioso.

—Es el fantasma —habló en alto uno de los muchachos provocando las risas de todos los presentes.

—Silencio —ordena el profesor —. ¿Kuroko Tetsuya?

Se levantó de su asiento con el libro en mano y comenzó a leer.

Cuando termino nadie dijo nada más, de nuevo, todos habían olvidado quien estaba leyendo o lo ignoraron olímpicamente, cualquiera de las dos razones, a él le pareció mejor que otro comentario infantil por parte de algún otro compañero que quisiera hacerse el cómico.

...

A la hora del almuerzo, Kuroko, camino a pasos apresurados por los pasillos rumbo a su lugar favorito de la escuela: el patio trasero; un lugar poco visitado por los alumnos de la escuela, aunque en algunas ocasiones era un lugar donde parejas iban a hacer cosas que, bueno, digamos que simples besos no eran; por eso apreciaba mucho que no tuviera mucha presencia. Antes de irse directo a su escondite paso por una caja de leche de vainilla de la máquina expendedora que estaba al lado de las escaleras; una vez que pago y presiono los botones, cogió la lechita y, antes de poder abrirla, alguien golpeo su hombro haciendo que ésta cayera al suelo; la miró unos momentos de levantarla, pero para sorpresa suya, la caja ya estaba frente a sus ojos.

—Discúlpame, no te vi —hablo con suavidad la persona frente a él.

Al notar el rojo intenso del cabello de la persona supo de inmediato quien era y eso le sorprendió a un más que recibir una disculpa. Se quedó estático al ver de tan cerca una sonrisa de Akashi Seijuro o, como bien era conocido, «el príncipe perfecto», ¿razón?, él era la definición de perfecto o al menos eso decían todas las chicas; Akashi dominaba todas las materias con excelencia, era sociable y, a pesar de ser el primogénito del gran mayoritario Akashi Taiyo, jamás se creía mucho, siempre amable y servicial con todos; además, de tener un atractivo que derretía la vista; pero su punto más llamativo eran sus ojos de diferentes color: el izquierdo tan dorado como el oro y derecho tan rojo como un rubí.

Salió de su ensimismamiento asintiendo con la cabeza, tomó su bebida y se dirigió a su escondite.

Akashi miró detenidamente a Kuroko antes de dirigirse con sus amigos a la cafetería o esa era la idea antes de que un grupo de chicas se acercaran a ellos. De inmediato supo de que trataba eso.

Mis LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora