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Trabaja como mesero en una pequeña y rustica cafetería con aroma a chocolate, café y canela; entrar allí era tan relajante que se podía ver cuando los clientes destensaban sus hombros mientras un largo suspiro sale de sus bocas para darse la tarea de dejar sus ajetreados asuntos afuera de ese lugar para disfrutar de ese momento de calma que el día les había otorgado. A Kuroko también le daba esa sensación: era el único lugar donde ninguno de sus oscuros recuerdos lo atormentaban; sin embargo, había algo más que rondaba su mente: las palabras que alguien se había osado escribir en su libreta. Esa nota que, aunque trataba no darle importancia —porque no había razón para dársela— allí estaba: pensando en sí esa persona iba en serio o solo estaba jugando, creía más en la segunda opción, pero nada perdía en tener poco de fe.
—¿Qué tanto piensas? —choco su hombro con el suyo Murkami Matsuri; una compañera de trabajo que, a pesar de su edad que se reflejaba en las canas de su cabello, tenía la vitalidad y alegría que una persona de su edad.
—Nada en especial —dijo sin apartar sus ojos de la taza de la cual servía café negro.
La mujer hizo una mueca gracioso con sus labios antes de que la campana de la puerta indicara la llegada de nuevos clientes.
—Buenas tar...des —saludo o lo intento, los chicos que acaban de entrar traían el uniforme de la escuela en la que iba su compañero de al lado, además, uno de esos chicos era muy guapo —. Esos chicos van en tu escuela, ¿son tus amigos? —ante los ojos de Kuroko las pupilas negras de Murkami brillaban con emoción, tanto que se sintió mal al negar con la cabeza aquella posibilidad.
—Murkami-san, usted sabe que no tengo amigos —agarró los platos que el cocinero ya había servido y se dispuso a ir en dirección a la mesa correspondiente; las manos agiles de Matsuri fueron rápidas y le arrebato los platos.
—Yo me llevaré esto, tú ve a esa mesa y atiéndelos —guiño un ojo y se alejó.
Intento enojarse, pero de alguna forma, cuando noto que el grupo de chicos que había entrado era nada menos que Akashi y sus amigos, no pudo evitar sentir curiosidad por estar un poco cerca del dichoso «príncipe perfecto» a lo mejor ni era tan perfecto como todas y algunos todos decían que era. Sacó su libretita mientras caminaba hasta ellos.
Una vez frente a ellos ninguno de los tres chicos notó su presencia, como siempre le pasaba; estaba por hablar cuando las pupilas, roja y dorada, se fijaron en las suyas. A su alrededor pudo ver como poco a poco las personas dejaban de hacer las cosas y todo se mantenía flotando al igual que el tiempo. No entendía como era que su corazón seguía latiendo y sus pulmones recibiendo oxigeno si él se sentía en una burbuja de agua.
—Hola, Kuroko Tetsuya —habló y el mundo siguió su curso.
—¿Disculpa? —intento no mostrar sorpresa al escuchar su nombre ser pronunciado por los labios de Akashi Seijuro, pero al parecer el sutil subir de cejas que hizo fue suficiente para él.
—Ese es tu nombre, ¿no?
—Sí, lo es, pero ¿cómo es que lo sabes?
Una pequeña risa entre dientes escapo de los labios del pelirrojo antes de señalar con su largo dedo su pecho y al bajar la mirada notó el gafete que tenía que llevar todos los días... vaya baboso que era al olvidar algo como eso, ¿cómo pudo pensar que el gran Akashi Seijuro lo conocía?
—Oh —fuer lo único que salió de su boca antes de levantar la vista de nuevo a él, intentando, inútilmente, de sonreír.
—También lo sé porque compartimos dos clases juntos ¿o me equivoco?
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Mis Lágrimas
Romance"-Deja de llorar... -le susurro al oído. -Jamas demuestro mis emociones -inhalo -...por esta vez... ¿Me dejarías sacar esto que he guardado por mucho tiempo?.. solo pido eso -dijo apunto de quebrarse. Dudo un momento. -Esta bien -suspiro -. Por esta...