•Especial de Agradecimiento•

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Violinista

Akashi se encontraba caminando en dirección al salón de música cuando vio pasar a su lado a aquel chico que lo mantenía en las nubes.

Podía sonar algo completamente cliché decir que él se enamoro del chico más popular del instituto cuando él era una de esas personas difíciles de notar y sobre todo de recordar...ahora que lo pensaba sí que lo era. Era algo tan cliché que hasta daba vergüenza solo de pensarlo, pero era algo completamente inevitable. Él, Kuroko Tetsuya, heredero de las empresas Kuroko, inteligente, sobre saliente y sobre todo amable con la gente, para nada pedante y petulante, además que poseía un atractivo podía conquistar tanto chicas como a chicos —él era uno de ellos—; sus cabellos azules como el mar del mediterráneo, sus ojos como dos pequeñas turquesas, piel tan blanca como la nieva y, tal vez, tan suave como el algodón, con una sonrisa con tanta gracia: todo él irradiaba perfección, mas bien, él era la palabra perfección. ¿Y él? Bueno tenía hebras rojas y ojos con una anomalía llamada heterocromia, uno era rojo y el otro amarillo; aquello lo había llevado a donde estaba: lo más profundo de las clases sociales que se formaban en la escuela, ya que ese color siempre lo relacionaban con algo malo, su presencia a penas y era notada. Soplo aire. Él al lado de Kuroko Tetsuya no era nada.

Siguió caminando hasta llegar a su lugar preferido. El salón de música. El lugar donde uno puede olvidar sus problemas y construir un mundo lleno de esperanzas. Cuando llego allí dejo su mochila a un lado, busco un taburete, saco de su mochila las partituras donde venían la canción de Viva la vida de Green Day (le gustaban los clásicos pero cuando había visto el vídeo no pudo evitar enamorarse del sonido que hacían las cuerdas al ser tocadas por el arco). Su familia no tenía mucho dinero, pero por capricho de una sola vez en toda su corta vida convenció a sus padres para que lo inscribieran a clases y para su suerte, había salido victorioso. Al principio había sido frustrante: cada que pasaba el arco por las cuerdas en vez de producir aquel sutil y delicado sonido que amaba, lograba provocar que el maullido de un gato en celo sonara mejor, además, las ampollas en los dedos no era algo cómodo; después de diez años ya valía la pena todos eso días de gritos, quejas y llantos, y a pesar de que no le gustara vanagloriarse, debía de admitir que el violín y él se llevaban de maravilla. Del estuche color blanco saco su preciado amigo. Era de madera negra, con decoraciones blancas, un violín que no hubiera podido tener de no ser porque el concurso que había ganado hace ya cuatro primaveras.

Apoyo el violín en el hombro, coloco su mandíbula —que era debajo de su lóbulo— en la mentonera, cogió el arco como se lo habían indicado muchas veces: el pulgar flexionado lo colocó entre la nuez y cuero, luego sigue el dedo anular y el cordial, el otro falange que era el índice debía dejar una pequeña abertura y el meñique debe de estar sobre la varilla. Con ese asunto técnico resuelto, paso el arco entre las curdas las cuales sonaron chirriantes, pero solo estaba calentarlo. Al ver que ya todo estaba bien, observo las notas musicales que se encontraban escritas en ese papel, suspirando comenzó a producir el sonido que estaba buscando.

Kuroko caminaba en dirección a la biblioteca, escucho de nuevo el violín. «De nuevo él o ella» pensó mientras su caminar se hacía cada vez más lento. Ahora que se ponía a pensar no sabía quién era la persona detrás de la producción de tal melodiosas notas y eso que llevaba desde primero de prepa escuchando aquella melodiosas notas.

Recordaba la primera vez que quedo subyugado por las finas vibraciones provocadas por las cuerdas, había sido una sonata fuerte, suave y a la vez salvaje, sino mal rememoraba había sido La folia de Arcangelo Corelli, se la habían enseñado de niño por las clases obligatorias que le había obligado su madre a llevar, pero al final prefirió el baloncesto. Cuando llego aquella puerta de color blanco con un marco que decía «Club de Música», no pudo evitar sentir su sangre correr fuerte, a lo mejor hoy tenía la fortuna de poder abrir esa puerta y dar con la persona que provocaba con sus sonatas tal circo en su cuerpo, porque debía de admitir que cada que el arco hacia fricción en las cuerdas haciendo que las notas que siendo combinadas unas con otras lograban producir una pieza de música que le calentaba la carne, hacia que sus vellos se enchinaran por los escalofríos; su corazón se agitaba con tanta pujanza que necesitaba colocarse la mano en su pecho para evitar que aquel órgano tan vital se saliera de su cuerpo; el cerebro le producía más dopamina de la normal asiendo así que su humor estuviera hasta la galaxia más lejana y no solo la dopamina, sino también la oxitocina dejaba dosis muy fuertes. En palabras más claras y sencillas: estaba enamorado. Era ridículo, lo sabía: ¿Cómo alguien se puede enamorar de alguien que no conoce?, cada que sus amigos se lo preguntaba solo se encogía de hombros. No lo sabía, era listo pero eso no significaba que tenía las respuestas a todo, y de alguna forma eso era lo excitante de todo aquello. Respiro hondo y se recargo un momento en la pared para después colocarse frente a aquella puerta, dispuesto a saber quién era, cuando tuvo la perilla en sus manos no dudo y la abrió. El sonido se hizo más presente y vivo. Sus ojos se dilataron y su corazón está vez había conseguido su objetivo: se escapo. Frente a sus ojos se encontraba un chico de cortos cabellos rojizos, de piel blanca como el algodón; no pudo ver sus ojos pero sabía que eran igual de bellos que toda su persona. Se quedo allí parado contemplando con ojos extasiados la fina danza que hacia el chico con el instrumento. El chico era Akashi Seijuro, lo había visto en el primer día de clases. Era imposible no poder notarlo con esas hebras tan llamativas.

Akashi se encontraba sumido en su propio mundo, llenándose de música y sueños. Entonces cuando termino, desplegó sus párpados con lentitud y una sonrisa de satisfacción se hizo presente en sus labios,  se quito unas cuantas gotas de sudor de su frente cuando lo noto. Para él era sumamente imposible no poder percibir aquella presencia, no después de tanto tiempo observándolo. Un colorete maquillo sus mejillas quedándose totalmente congelado ante la sonrisa que le dedicaba su contrario.

El tiempo se detuvo solo para ellos.

~♡~

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Kayrim

Mis LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora