━Eramos rivales, eramos lo sucio de nuestros apellidos, pero éramos tan perfectos juntos, Jon Snow━
Jon era un bastardo, un producto de una traición que daño el apellido Stark con su presencia
Lhya era la traición en persona, había dejado su apelli...
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Nada. Ser nada, sentir absolutamente nada, crees que no vales nada; Lhya había pasado de ser todo en su vida, a ser nada, a no tener a nadie ni pretender serlo, la atención pasó de ser importante a peligrosa, y su apariencia de en sueño tan mortal como si estuviera diseñada para causarle problemas, mismos, que hasta ahora eran su pan de cada dia. Desde el momento exacto en el Lhya dejó la capital, la realidad a la que estaba sujeta dejó de tener peso alguno, y todo en su vida se volvió caos, incluso partes de sí misma que pensaba que no saldrían dañadas, lo hicieron. Y todo su cambio no se debía al exilio o que ya no era alguien vivo, era que aquello que había tomado posesión de su cuerpo, marcándolo como suyo y reclamando sus sentimientos como inexistentes.
El precio del poder, dejando de lado la grandeza y responsabilidad, era el hecho de no sentir absolutamente nada; Lhya había dejado de sentir, de pensar por sí misma y de padecer alguna cosa, desde que aquella bruja tomó su cuerpo, las emociones ya existían ni los miedos, era como estar muerta y sentirse tan viva a la vez; porque por más frialdad en su corazón que haya, la sensación de poder que la recorría por todo su ser, no se igualaba en ningún otro placer antes conocido, era intocable y eso, había sido una gran sorpresa, porque en menos de 10 horas su vida había dado giros que jamás creyó vivir.
Como el hecho de haber pasado de un bar asqueroso, lleno de mujeres que sufrían abuso por parte de los clientes y encargados, mismo bar que ahora yacía en ruinas, las paredes quemadas, negro y con los cuerpos restantes de aquellos mismos, esparcidos por la tierra donde ella había derramado sangre de igual manera, la vida le había dado la oportunidad de vengarse y Lhya no dudo en tomarla
Horas antes
Los gritos de dolor, y el inconfundible látigo que alguna vez el idiota de su jefe utilizo con ella, marcando su espalda de cicatrices, los ruegos de las mujeres por detener aquel castigo, que sabía que era en representación de la huida de Lhya; una advertencia siempre les habian dado, si una huia las demas pagarían el precio de la accion, era eso, y la sed de venganza que su interior no podia saciar por si sola, la que llevo a aquel cuerpo frágil, tan adolorido que las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas con cada paso que daba. El pasaje de una bruja a otra no era como el choque de manos o el nacimiento de un nuevo ser, era abrir su cuerpo por completo para adentrarse desde las raíces de su ser, escarbando todas las fibras de su cuerpo y rompiendo los huesos para poder ingresar, volviendo a reconstruir todo en el instante en que estuvieran unidas, el poder de Lhya no era simple magia saliendo sus manos o curando heridas tontas, había sido creado de su dolor, de su sangre derramada y la fuerza de su mente, al soportar tanto sufrimiento; a lo largo de los siglos habian existido innumerables brujas, rezando a dioses antiguos para ser capaces de crear una simple llamada de fuego, ninguna había dejado su vida de lado para ser lo que eran, y ese mismo precio, era porque ninguna tenía el poder que ahora Lhya poseía, su sangre había cambiado, su cuerpo era aún más perfecto que el anterior y si bien su humanidad estaba apagada, el precio valía la pena.