22- La cena

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Ahinoa

La madre de Nicolás me recibió cariñosamente. Se veía muy linda con su cabello suelto y su vestido blanco de mangas largas, era tan elegante. A su padre aún no le había visto. La mesa estaba adornanda con copas, platos y cucharas.

—Ahinoa cariño, ¿podrías echarme una mano? —dijo la madre de Nico.

—Claro —caminé hacia ella.

—Mamá te dije que era mejor pedir comida —Nicolás se recostó a la mesa con los brazos cruzados.

—Quería dar una buena impresión —dijo ella y se encogió de hombros—. No quiero aceptar que la cocina no es para mí.

—No pasa nada —sonreí—. Me gusta cocinar, no me molesta para nada ayudarla.

La madre de Nicolás me guiñó un ojo y se dio media vuelta para buscar algo dentro de la nevera. Miré a Nicolás y me dio una mirada maliciosa.

—Estoy segura de que los guardé aquí —dijo aún rebuscando en la nevera.

Nicolás se acercó a mí y comenzó a trazar un recorrido con sus dedos desde mi cuello hasta mis caderas. Tuve que respirar profundamente para no voltearme a besarlo y para mantener la cordura.

Lo miré confundida y puso su dedo índice encima de mis labios en señal de silencio.

—¿Qué buscas exactamente? —preguntó él sin despegar su mano de mí.

—Lo encontré —se dio la vuelta con una sonrisa para mirarnos y nos separamos de golpe.

—Supuse que buscabas refrescos.

—En esta casa somos más de refrescos que de alcohol —se dirigió a mí—. Pero si quieres una cerveza también hay.

—El refresco está bien —respondí.

—El alcohol no es su fuerte —Nicolás se burló de mí.

—Aún no entiendo qué haces aquí. Nos estorbas en la cocina.

No pude evitar sonreír cuando caminó hacia la sala como si fuera un niño pequeño que acababa de ser regañado.

—Sinceramente pedí casi toda la comida a domicilio —Ana me susurró al oído—. No quería volver a quemar toda la cena.

—Su secreto está a salvo conmigo.

—Lo sé querida, por eso te lo he dicho —me ofreció una sonrisa.

—¿La ayudo a preparar la mesa? —pregunté.

—Aún no —la miré confundida—. Me gustaría agradecerte por lo que has hecho por mi hijo.

—¿Por lo que he hecho?

—Hace mucho tiempo que no veía a Nicolás tan feliz —hizo una pausa—. Después del divorcio pensé que las cosas irían a peor, pero llegaste tú y fue todo lo contrario.

—Nicolás es muy importante para mí —le di un corto vistazo antes de agregar—, y siempre lo será, pase lo que pase.

—Me alegra saberlo.

Justo cuando terminó de hablar la puerta de la casa se abrió para darle el recibimiento al padre de Nicolás. Vestía un traje elegante, de esos que suelen usar los empresarios.

—Siento llegar tarde —se quitó la corbata—. Un gusto tenerte aquí —me miró a mí.

—Gracias —sonreí.

—Vayan tomando asiento —aludió la madre de Nicolás emotiva—. En un momento sirvo la cena.

Entre las dos llevamos la comida a la mesa, al igual que los refrescos y el agua. Cuando todos tomamos asiento comenzamos a cenar. Estaba delicioso. La cena había transcurrido tranquila y en silencio hasta que el padre de Nico decidió iniciar una conversación.

¿Pasado o presente?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora