~Lo que haga falta~

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En medio del desorden de papeles arrugados, Bakugou estaba sentado en su cama, con la guitarra descansando sobre su regazo. Pasó los dedos sobre las cuerdas, probando diferentes notas, cada una resonando con un toque de frustración.

"Esto es ridículo" pensó, apretando los labios en una línea tensa mientras sus dedos tanteaban acordes que no parecían encajar.

Nunca, jamás en su vida, se había imaginado haciendo algo tan... cursi. Él, Bakugou Katsuki, el tipo que resolvía las cosas a gritos o a puños, ahora estaba aquí, buscando una maldita melodía.

Por alguna razón, simplemente no lograba dar con la combinación adecuada, y eso lo hacía sentir aún más idiota.

"¿Por qué demonios estoy haciendo esto?" se preguntó en su mente, dejando escapar un suspiro frustrado. Pero cada vez que pensaba en renunciar, su mente volvía a ella: Ochako.

Las notas seguían fluyendo de manera torpe, algunas armonizando mejor que otras, mientras su ceño se fruncía con más intensidad. Tocó una vez más, luego otra, tras otra y como él es don impaciente dejó de hacerlo con un bufido.

Dejó la guitarra a un lado, dejándola descansar contra el borde de la cama. Luego, sin pensarlo mucho, se dejó caer de cara sobre el colchón. Cerró los ojos, como si pudiera bloquear el mundo y la confusión que sentía en su interior.

- Pero ella lo vale - dijo al aire, sus palabras resonaron con más claridad de la que esperaba.

A pesar de lo ridículo que se sentía, de lo cursi que todo esto parecía, sabía que estaba dispuesto a seguir intentando.

Fue entonces cuando cerró los ojos y recordó la conversación de la noche anterior con sus padres regresaron a su mente.

~

Masaru permaneció sentado junto a Katsuki, con una expresión tranquila mientras la conversación parecía dar vueltas en la mente de su hijo. Finalmente, Katsuki dejó escapar un suspiro y murmuró con cierta resignación.

- Con que darle tiempo al tiempo, ¿eh?

Masaru dejó escapar una leve risa y le dio una palmada en la rodilla, un gesto lleno de confianza y afecto. Luego se levantó de su lugar, estirándose un poco.

- Quédate aquí, quiero mostrarte algo - dijo, caminando hacia las escaleras.

Katsuki lo observó irse con una ceja alzada, claramente confundido. Su padre desapareció en el segundo piso y, después de unos minutos, regresó con una caja en las manos.

No era cualquier caja. Esta tenía un diseño elegante y robusto, hecha de metal con detalles en tonos bronce envejecido. Los bordes estaban perfectamente lisos, como si hubieran sido pulidos a mano, y tenía un candado integrado que, en ese momento, estaba abierto. En la tapa había grabados pequeños y sutiles, como si alguien hubiera querido adornarla sin hacerla demasiado llamativa.

Katsuki ladeó la cabeza, observándola con curiosidad mientras Masaru se sentaba nuevamente.

- ¿Qué es eso? - preguntó, señalando la caja con un movimiento de la barbilla.

Masaru sonrió, acariciando la superficie de la caja con cuidado.

- Es un recuerdo de mi juventud. Cuando intentaba cortejar a tu madre.

Antes de que Katsuki pudiera procesar lo que había dicho, apareció Mitsuki en la entrada de la sala. Sus ojos se posaron de inmediato en la caja, y su expresión cambió de la típica actitud despreocupada a una mezcla de nostalgia y sorpresa.

- Esa caja... - murmuró, acercándose lentamente.

Masaru levantó la mirada hacia ella, sonriéndole con ternura.

Mi último aliento ~Kacchako~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora