❀ Capitulo doce

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Habían pasado algunos días desde que estuvimos en el hospital. Debido a la lesión que sufrió mi madre en la cabeza, tuve que hacerme cargo de ella durante estos días. La verdad es que era muy agotador, y aún más porque no quería tomar el medicamento. 

Félix y yo sabíamos que debíamos encontrar la manera de hacerle saber a su madre quién fue el culpable de su muerte. Debo decir que al principio estaba dispuesto a dejarlo partir, pero ahora ya no podía; mi corazón dolía solo de imaginarlo. Estaba actuando egoísta, pero no podía hacer otra cosa. Sabía que era probable que él ya se hubiera dado cuenta de que no tenía intenciones de que me dejara. 

Ahora estábamos recostados en el techo de mi casa, simplemente mirando las estrellas. Esto había sido un deseo que había tenido cuando descubrí que estaba enamorado de Félix, y ahora lo estaba cumpliendo. 

—Sé lo que haces—. No comprendí a qué se refería. Me giré para poder mirarlo mejor. 

—¿Hablas de...?— se giró también y suspiró.

—No estás buscando la forma de decirle a mi madre— creí que estaría furioso, pero solo noté una sonrisa en su rostro—. Eres un tonto. 

Me besó y lo escuché sollozar. Intenté alejarme para preguntarle qué pasaba, pero me tomó del rostro e intensificó el beso. 

Sentí que me faltaba el aire y experimenté una sensación fea en el estómago. Escuchaba la voz desesperada de Félix, pero no podía verlo. Abrí los ojos y lo vi gritando. 

—Changbin, ¿estás bien?— me senté y me llevé la mano a la cabeza por el repentino dolor que sentí.
 
—Sí, estoy bien— me había desmayado. 

—No lo estás. Ya comenzaste a debilitarte— negué y me quejé de la punzada de dolor que sentí. 

—¿Ves que sí es por eso? Te estoy haciendo daño. 

—No es así, estoy cansado porque tuve que cuidar a mi madre varios días. Es todo. 

Noté que no me creía, me acerqué y lo abracé. 

—Deja de preocuparte— besé su mejilla—. Mañana iremos al campo que te gusta, así que sonríe. No eres Lee Felix si no estás sonriendo.

Hizo un puchero, pero al final terminó sonriendo.
 
—Está bien, pero iré a ver a mi madre antes. 

Asentí y nos volvimos a recostar. No necesitaba nada más para ser feliz. Y esperaba que durara.
 
A la mañana siguiente, desayuné y fui hasta el campo de dientes de león que tanto le gustaba a Félix. Estuve un rato disfrutando de la sombra y el viento fresco. Tenía los ojos cerrados y, cuando los abrí, Félix estaba frente a mí. Estaba tan hermoso como siempre; encajaba perfecto con el lugar. 

—No te escuché llegar— mostró una media sonrisa y bajó la cabeza—. ¿Qué pasa? 

—Es hora— no comprendí hasta que miré sus ojos lagrimosos. 

—Pero aún no le hemos...— me interrumpió.
 
—Ya está hecho— sentí un nudo en la garganta—. Se lo dije a Tine en un sueño y se dedicó a investigar. En estos momentos está hablando con mi madre. 

Sentí la desesperación por todo el cuerpo, el dolor intenso en el pecho y el pánico recorrer mis venas. Comencé a derramar lágrimas y noté que él estaba igual.

Se acercó a mí y tomó mis manos. 

—Cierra los ojos— me suplicó, pero yo negué mientras sentía las lágrimas humedecer mis mejillas. 

—No, por favor— apreté más fuerte sus manos entre las mías, aferrándome a él. 

—Binnie— su dulce voz, esa que jamás volvería a escuchar— tienes que dejarme ir. 

—¡No!— grité— no me dejes, por favor. Félix, no puedo estar sin ti, no mueras, por favor. Por favor, no lo hagas. 

Se pegó a mí y lloró con su cabeza recostada en mi hombro. 

—Pero eso ya lo hice— caí en la realidad de golpe. Porque era verdad, Félix ya había fallecido desde el primer momento que lo conocí. 

—Tienes que vivir— escuché de nuevo su preciosa voz— debes ser el gran médico que quieres ser, salva todas las vidas que puedas.

Lloré por un largo rato mientras él me sostenía. Cuando por fin dejé de hacerlo, Félix me sonrió con su típica sonrisa que lograba transmitirme tranquilidad. Pero esta vez no funcionó, porque sabía que sería la última vez que la vería. 

—Cierra los ojos, Binnie— obedecí.

Sentí sus labios sobre los míos, lo tomé del rostro e intensifiqué el beso. Las lágrimas aún seguían cayendo como cascada, pero no me importó; quería disfrutar de esto. Quería sentirlo conmigo. Félix entreabrió sus labios y aproveché para introducir mi lengua dentro de su cavidad bucal. No quería que esto terminara. 

Nuestras respiraciones chocaban contra las del otro mientras movíamos nuestros labios con desesperación. 

—Te amo—lo escuché decir. Inmediatamente lo pegué más a mí; la presión que ejercí dolía, pero la ignoré. Cuando nos separamos, no me atreví a abrir los ojos. Solo me quedé ahí, sintiendo el agua escurrir de mis ojos. 

Sentí una brisa en el rostro que revoloteó mis cabellos y abrí los ojos. 

Caí al suelo cuando no vi a Félix. Solo era yo en ese desolado campo; era de nuevo solo yo. Pero no era la soledad lo que me dolía, era el hecho de que ya no lo tenía a él. 

Porque mi Félix se había ido.

Como un diente de león•  ❀ Changlix ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora