❀ Capitulo ocho

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—¿Así que no sabes cuál es tu asunto pendiente?— lo vi negar. Suspiré.

—No puedo saber que es— llevábamos un rato así, solo tratando de averiguar que podría ser.

Se mantuvo el silencio por unos segundos hasta que habló de nuevo.

—Aunque podría haber algo— lo miré atento— Cuándo tenía doce años escondí una lonchera en el patio de mi casa. La llené con objetos importantes para mí, también guarde algunas fotos y una lista de cosas que quería para cuándo fuera a la universidad.

—¿Crees que podría ser eso?— se encogió de hombros.

—No puedo imaginar nada más, recuerdo que tenía muchos deseos por qué cumplieran lo que escribí ahí.

—Bien, pero hay un problema. No puedo entrar a tu casa, desenterrar la lonchera de tu patio y dársela a tu madre.

—¿Por qué no?.

—¿Cómo que por qué? Para empezar ¿Cómo crees que entraré sin ser visto? Y segundo, sería demasiado extraño que un adolescente le entregara una lonchera con objetos de su hijo muerto— me miró con burla.

—¿Estás seguro que tienes dieciséis?— rodé los ojos— A tu edad yo le daba buen uso a mi cerebro.

—Tienes dieciséis, Felix— siempre se olvidaba de eso.

—Tengo veinticuatro— suspiré.

—Tienes dieciséis. Siempre tendrás dieciséis— noté por un segundo su mirada triste, pero inmediatamente la cambió a una alegre. Me odié por decirle eso.

—Seré joven por siempre— le sonreí de vuelta.

—Dime cómo entraré a tu casa.

—Simple— se escuchaba confiado— Dirás que eres un estudiante realizando ayuda en el jardín, será gratis y no tardarás mucho.

—¿Y si dice que no?.

—No seas pesimista. Además a ella siempre le gustó mantener lindo el jardín. Dirá que sí.

Asentí no muy convencido, pero igual no perdía nada con intentarlo. Así que comenzamos a caminar hasta su casa. Cuándo estuvimos en la puerta los nervios me consumían, pero tener a Felix a mi lado me reconfortaba.

Toqué la puerta un par de veces, y cuándo está se abrió pude observar por primera vez a la madre de Felix. Era igual de hermosa que él, tenía el cabello rubio y tenía algunas manchas en su piel cómo las de Felix. Igual noté que sus ojos se veían apagados, cómo si el brillo le hubiera sido arrebatado.

—¿En qué puedo ayudarte, muchacho?— su voz era igual de dulce cómo lucía.

—Disculpe que la moleste— tomé aire y continúe— Estoy realizando jardinería gratuita por un proyecto de la escuela, si gusta puedo ayudarle.

—Oh, claro— me sonrió al mismo tiempo que me dejó entrar— Supongo que te darán puntos extras por esto.

—Así es— reí— Es una calificación importante.

—Bien, te llevaré al jardín.

La seguí, y pasamos por la sala y el comedor. Por primera vez ví la casa de Félix, era muy grande, noté que tenía tres cuartos. Tenían una piscina y también un gimnasio. El jardín era tres veces el tamaño de mi casa. Me compadecí de ella, de la soledad en la que debía vivir. Una casa tan inmensa cómo está era malo para una sola persona.

—Te dije que te dejaría pasar— asentí.

—Sus ojos estaban húmedos— apreté los labios— Estaba llorando.

—Siempre lo hace— suspiré.

—¿Dónde escondiste esa lonchera?— apuntó detrás de unos arbustos.

—¿La enterrarse?— asintió— Dios. Tu madre se enfadara cuándo vea que escarbé en su jardín.
—No lo hará. Ya, empieza.

Comencé a escarbar, no fue tan profundo pero tampoco fue fácil. Hasta que por fin dí con la lonchera, era de metal y tenía un dibujo de hora de aventura. Mire a Félix con burla y él rodó los ojos. Volví a acomodar la tierra tratando de cubrir el desastre que había hecho y entré.

Cuándo la madre de Félix vio la lonchera en mis manos noté su asombro y de inmediato se acercó a mí.

—¿Dónde lo encontraste?— su voz temblaba.

—Detrás de los arbustos— le extendí la mano y ella tomó la lonchera. Se sentó en el sillón y la abrió.

Dentro de ella habían algunas fotografías de él con su hermana y algunas en navidad. También habían algunas figuras de anime y al fondo estaba la lista que él me había dicho. Noté las gotas que caían de su rostro y quise acercarme cuándo una chica llegó hasta nosotros de la cocina y al ver a la mujer llorando se acercó a abrazarla.

—¿Mamá, que te ocurre?— volteé en dirección a Felix y él frunció el ceño.

—No sabía que Christine había regresado— así que ella es su hermana. La chica también se parecía a Felix a excepción de que ella tenía el cabello castaño.

Ella miró la lonchera que su madre sostenía y palideció.

—¿De dónde sacaste eso?— su madre con dificultad respondió.

—Este muchacho la encontró en el jardín— apuntó hacia mí y la chica me miró también.

—¿Tu lo encontraste?— asentí. Volvió la vista a su madre y trató de quitarle la lonchera— Mamá estás muy alterada, ve a tomar tu medicina. Yo llevaré esto a la bodega.

—¡No!— me sorprendí por la forma en que levantó la voz— Esto es de Felix. Tiene que estar en su habitación.

—Mamá— suplicó— Esto te hace daño.

—No. Lo que me hace daño es que me hayan arrebatado a mi bebé— comenzó a llorar— El desgraciado que lo lastimó sigue libre.

—Tú sabes que no es así, ese infeliz se suicidó.

—No— negó repetidas veces— El profesor Kidman no lo hizo. Yo sé que no fue él.

—Está bien, pero tranquilízate. Los médicos te dijeron que no debías alterarte.

—Estaré tranquila el día sepa quién le hizo esto a mi bebé.

Escuchar a la madre de Félix llorar de ese modo aún después de tantos años me destrozaba. Y más lo hacía el hecho de saber que Félix era de esas pocas personas que en verdad amaban su vida. Tenía una familia que lo quería, una casa y una buena vida. Eso me recordaba que tan injusto podía ser el mundo para personas que no merecían el mal.

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⏰ Última actualización: Sep 26 ⏰

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Como un diente de león•  ❀ Changlix ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora