•Especial ❀

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No era nada alentador comenzar las clases a mediados de año, justo cuando todos se conocían, pero, al mismo tiempo, era emocionante, pues era una grandiosa oportunidad para comenzar de nuevo en otro lugar. Uno donde nadie te conocía.  

Al menos eso es lo que pensaba Changbin. Trataba de darse ánimos a sí mismo para no sentirse en desgracia de nuevo. Además, se sentía feliz de que su padre hubiera recibido una propuesta de trabajo en Corea; sabía que les iría bien.  

Apenas entró al salón, la maestra lo presentó a la clase. Fue algo normal; por suerte, había pasado desapercibido para todos. No fue muy difícil identificar quiénes eran los “populares”, pues actuaban como si solo ellos importaran y reían escandalosamente, importándoles poco que estuvieran estudiando. A Changbin no le parecían interesantes; todos eran iguales… todos excepto uno.

Había un chico que logró captar su atención desde el primer instante, pues era dedicado a los estudios, pertenecía al club de arte y además irradiaba una felicidad genuina. Pero lo que más captó su atención fue que el chico no se juntaba con los demás; de hecho, se sentaba en el último lugar de la primera fila. No hablaba mucho, solo lo necesario, y eso era gracioso, ya que prácticamente toda la escuela lo buscaba a la hora del descanso. Incluso lo había visto esconderse en la bodega del conserje. Changbin tenía muchas ganas de hablar con él, y era tan extraño, ya que se consideraba alguien asocial, pero constantemente sentía esa inquietud y ese picor en la lengua por saludarlo. Lo realmente extraño era que no sabía el porqué. Las clases estaban resultando ser un completo caos, y eso era porque, al haber ingresado cuando el ciclo escolar llevaba la mitad, él debía esforzarse para poder obtener buenas notas.

Decidió tomar otro camino diferente al que usualmente se dirigía para ir a casa; necesitaba despejar su mente. Con la mente distraída, pasó cerca de un gran campo con muchas flores, pero lo que más destacaba eran los dientes de león que allí se encontraban. Se acercó a tomar uno y, en eso, vio al chico que tanto revuelo le causaba en el estómago.  

El rubio sostenía entre sus dedos una flor igual a la que él había tomado segundos atrás. Parecía absorto en sus pensamientos, hasta que se percató de su presencia. Changbin no sabía si debía irse o no; él, en primera instancia, valoraba la privacidad, y si la situación fuera al revés, estaba completamente seguro de que habría hecho una rabieta por ser espiado.  

Finalmente, decidió acercarse a paso lento.  

—Hola— saludó al chico que sostenía la flor. Este le lanzó una rápida mirada y frunció el ceño.  

—¿Ahora también me acosarás fuera de la escuela?— Changbin sonrió incómodo.  

—¿Disculpa? No sé de qué hablas.

—Oh, claro que no. He notado cómo me miras desde que fuiste transferido; creí que no cruzarías esa línea, pero aquí estás.  

—No quería molestarte, solo vine a despejar mi mente—. En verdad quería que se lo tragara la tierra.  

—Y decidiste venir aquí, de todos los lugares que están disponibles—. Changbin enseguida supo que lo había arruinado. No quería que Felix lo tuviera en un mal concepto, pero ahora parecía que el chico lo odiaba.  

—Lo siento—, dijo, dando la vuelta y marchándose del lugar.  

Felix lo observó irse; de inmediato quiso pedirle que se quedara, pero ya se había ido. Él sabía que había sido grosero, pero no pudo evitarlo. Desde siempre se sintió mejor estando solo; se sentía incómodo con personas a su alrededor. Algunas veces le resultaba extraño porque no sabía el motivo. Algunas veces, incluso, se sentía como si no perteneciera a ningún sitio.

Como un diente de león•  ❀ Changlix ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora