—¿Entonces, qué estudiarás?— había perdido la cuenta de cuántas veces me había preguntado eso.
—No lo sé— me encontraba en un dilema. Se suponía que ya debería saberlo, pero había estado dándole importancia a otras cosas.
—Tranquilo— colocó su mano en mi hombro—. Cuando llegue el momento, lo sabrás.
—Seguramente tú sabías que querías— asintió.
—Física, quería especializarme en mecánica cuántica.
—Como todo un cerebrito— ambos reímos.
Guardamos silencio cuando escuchamos un fuerte ruido arriba. Provenía de la habitación de mi madre. Inmediatamente subimos. Vi a mi madre tirada en el suelo con una botella en la mano. Entré en pánico.
—¡Changbin!— escuchaba lejos la voz de Félix. Solo veía a mi madre en el suelo y la creía muerta—. Changbin, tienes que llevarla al hospital.
Reaccioné y obedecí sus palabras. Aún no tenía licencia de conducir, pero no me detuve a pensar en eso. Llevé a mi madre hasta el asiento trasero y conduje hasta el hospital. Afortunadamente, no tuve ningún accidente en el transcurso. La atendieron enseguida y me quedé en la sala de espera con Félix a mi lado.
—Estará bien— escuché a Félix tratar de tranquilizarme. Sabía que lo estaría.
Observaba todo el hospital y me di cuenta de que había cientos de personas fallecidas por todos lados. Muchos eran ancianos. Se mantenían en silencio sin hacer nada; en cambio, los más jóvenes hacían mucho ruido y corrían por todos lados.
Escuché a una mujer agradecer a un doctor por salvarle la vida a su esposo, que había tenido un accidente laboral. También observé a una mujer embarazada llegar y ser atendida para el trabajo de parto. Vidas que se iban y vidas que llegaban. Todas quedaban en manos de médicos que ponían todo su empeño en hacer su trabajo.
Después de unas horas, un enfermero me dijo que mi madre iba a necesitar reposo, pero que estaría bien. Sonreí mirando a Félix.
—Sabía que no sería nada grave— asintió, pero pude notar su mirada preocupada.
—¿Ocurre algo?— negó. Decidí contarle mi descubrimiento— Ya he decidido qué carrera quiero— me miró atento— Estudiaré medicina.
—Sé que serás el mejor médico— sonrió, pero seguía teniendo su mirada triste.
—Dime qué tienes— suspiró.
—¿Ves a esa mujer?— miré en dirección a dónde apuntaba y observé a una mujer llorando. Lloraba por su hija que acababa de fallecer— Mi madre me dijo que los hijos buenos no hacían llorar a su mamá. La mía lo hace todo el tiempo; solo quisiera que dejara de sufrir.
Al escucharlo, todo encajó perfectamente en mi cabeza.
—¿Querías mucho a tu mamá?— me miró extraño, seguro por lo estúpido de mi pregunta.
—Claro que sí— asentí y suspiré.
—Ese es tu asunto pendiente— se sorprendió, así que le expliqué— Tine me dijo que tú le prometiste a tu madre que nunca la harías llorar. Pero desde tu muerte, es lo único que hace cada día.
—¿Se supone que debo hacer que deje de llorar? Es imposible lograr eso.
—Ella dijo que estaría tranquila el día que supiera quién fue el que te lastimó.
—No puede enterarse de eso— coloqué mi mano en su mejilla y le di un suave beso.
—Tu madre ha sufrido demasiado, merece saber esto.
—Tendrías que decírselo tú— ahora yo lo miré extraño. ¿Acaso había enloquecido?
—Jamás me creerá.
—Cierto, debemos pensar en otra forma— recosté mi cabeza en su hombro y cerré los ojos.
—Pensaremos en eso luego.
No imaginaba lo que las personas debían pensar al verme en esta posición. A su vista, me encontraba de lado con el cuello al aire. Seguramente pensaban que era un loco, y más porque estaba en el hospital. Pero debieron asustarse cuando me veían mover los labios al aire cada vez que besaba a Félix.
No me importaba, nada de eso lo tenía presente. Estando a su lado, solo él existía.
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Como un diente de león• ❀ Changlix ❀
EspiritualEs tan extraño y fascinante cómo una persona puede volver a tu mente con tan solo un aroma, una canción o incluso con un diente de león. Sucede solamente cuando encuentras a alguien muy especial, y así mismo era Lee Felix para mí. Porque ahora, cada...
