(-) Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros (Kant)
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Hay secretos que es mejor mantener ocultos y otros que es mejor olvidar. Pero para Matteo y Ruelle, ya es demasiado tarde. Ahora, su única esperanza de sobrevivir radica en confia...
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Ruelle Vaemond no necesita levantar una mano para conseguir lo que desea. Su legado familiar, la sombra oscura y poderosa de los Vaemond, es su arma más efectiva. Utiliza su nombre como un escudo y una espada, una herramienta de manipulación tan sutil como letal. Un simple susurro, una mirada gélida, es suficiente para disuadir a cualquiera que se atreva a desafiarla o cruzarla.
Su encanto es una máscara, una fachada de amabilidad que se desvanece rápidamente ante la menor provocación. Ruelle es maestra en el arte de la manipulación, tejiendo intrincados planes con una frialdad calculada. Observa, analiza, y luego, con precisión quirúrgica, desata una cadena de eventos que conducen a la caída de sus enemigos, dejando tras de sí un rastro de caos y confusión. Ella no ensucia sus manos; utiliza a otros como peones en su juego, aprovechando sus debilidades y ambiciones para lograr sus objetivos. Su sonrisa, aparentemente inocente, oculta una mente estratégica, capaz de orquestar la destrucción de quienes se atreven a desafiar su autoridad, o simplemente, a disgustarla. El miedo, el respeto, o la simple conveniencia, son sus alianzas más valiosas.
La historia de la familia Martell sirve como una advertencia, un ejemplo brutal de lo que ocurre cuando se desafía a los Vaemond. Los Martell, una familia de comerciantes adinerada, eran conocidos por su arrogancia y su ambición desmedida. Habían intentado, durante años, desbancar a los Vaemond en el lucrativo mercado del comercio de especias, un desafío que los Vaemond nunca perdonaron.
El comienzo del fin llegó con una serie de "accidentes": primero, un incendio misterioso destruyó el almacén principal de los Martell, dejando sus existencias reducidas a cenizas. Luego, una serie de "sucesos desafortunados" afectaron sus inversiones, dejándolos al borde de la bancarrota. Los rumores de sabotaje y amenazas se extendieron como la pólvora, pero nadie se atrevió a acusar abiertamente a los Vaemond.
El golpe final llegó con la desaparición de los tres hermanos Martell. Un día, simplemente, desaparecieron. No hubo rastro de violencia, ni cuerpos, ni testigos. Solo el silencio, un vacío inquietante que se apoderó de la mansión Martell, dejando tras de sí un eco de terror y la certeza de que los Vaemond eran capaces de borrar a sus enemigos sin dejar rastro. La mansión, ahora abandonada y en ruinas, se yergue como un monumento al poder implacable de la familia Vaemond, un recordatorio silencioso de las consecuencias de desafiar su dominio.
La historia de los Martell se convirtió en una leyenda, una advertencia susurrada en los círculos de poder, un ejemplo de la implacable venganza de los Vaemond, y una prueba del poder silencioso y aterrador de Ruelle, quien, sin levantar la mano, controla su destino y el de quienes la rodean.
El eco de su nombre, Ruelle, resonaba en mi mente como un conjuro oscuro, una melodía obsesiva que silenciaba cualquier otra voz. Las advertencias, los susurros de miedo que rodeaban su nombre, eran simples murmullos insignificantes frente a la intensidad de mi deseo.