DESCONFIANZA

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INICIO DEL CAPÍTULO
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—No mataré a nadie más, te lo juro, solo no me dejes, por favor...

El silencio absoluto se acumulaba en el consultorio, si no hablabas ahora, te abrumarías por la situación.

—Ya no volveré a ser el psiquiatra de Charlie. —Dijiste seria
—No quiero verlos a ambos, no ahora. Por favor vete.—

—No me iré hasta que me digas que me quedaré contigo. ¡Hasta que me perdones, por todo!—

—¿Me exiges mi perdón?—

—Por favor, no me dejes.—

—No valen nada, ni tú, ni Charlie.— Dijiste mientas salías del lugar dejando solo aquel hombre.

Llegando a tu casa comenzaste a sollozar, preocupando a tus sirvientes por ver que esta vez tu llanto resonaba junto con gritos desgarradores por sentir la impotencia de no saber que hacer con tus sentimientos. Te enamoraste de dos seres de la misma persona y uno era un asesino. Tus principios, tu moral, se sentía destruído por sentir algo mas  hacia ellos, aún sabiendo que ellos no aceptaran tus sentimientos si deseas compartirlo con ellos mismos.

"Solo a uno"

Habías planeado que el psiquiatra que los iba a atender fuese el mejor, nadie más especializado en el tema del TID que tu mayor enemigo académico.  Artur Davonii un medico de personalidad elitista y aristocrata que fue mi compañero de la universidad hace varios años. Caracterizado por su excelencia en mejora con sus pacientes y sobre todo del costo del mismo tratamiento, justificando su dilema sobre "cuanto estaría dispuesto a pagar por la salud y bienestar de uno mismo".

El más codicioso medico estuvo dispuesto a mejorar la salud de Charles y Charlie, tal vez no una completa integración de ambos, pero sí una mejor armonía entre ellos para que ambos estuvieran consientes de lo que haga el contrario y evitar esos extensos periodos de disociación por la entidad que no decide en tiempo real.

Le diste el cheque al supuesto doctor, con más ceros de los que deberías haber puesto, pero confiabas plenamente en el, sabiendo que no eras cualquier persona y que tu nivel de inteligencia era el suficiente para detectar alguna trampa o mala jugada por parte de el.

Desde entonces, no volviste a ver a ninguna de las identidades. Orillandote poco a poco al beber alcohol con más frecuencia, ya que sentías mucha euforia al sentir el efecto etílico en tu subconsciente.

Te encontrabas en el bar, pidiendo una copa mas de champaña. El bantender sin queja alguna te lo ofreció pero se percató de que tu presencia no estaba del todo estable por la 8va copa bebida.

—Señorita, se encuentra bien?— Miraste aquel hombr y era un joven de mediana estatura y de cabellos rojos. Habías jurado haberlo visto en algun lado pero antes de que lo decifraras, caíste rendida a la barra.

—Señorita!— Fue lo último que escuchaste antes de dormir una larga sienta.

FIN DEL CAPÍTULO
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