Capítulo dos

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La nueva casa , la nueva tía, las nuevas primas y la nueva amiga

El largo que camino que Ella había tenido que recorrer para llegar hasta su destino casi finalizaba, al caer el autobús en un bache, despertó de su incómoda manera de dormir, en ese instante se dio cuenta de que no faltaba mucho para llegar y quedó asombrada al mirar por la ventana y observar la cantidad de edificios que había en aquella ciudad, eso le hizo extrañar el campo aún más; un lugar tan fresco, natural y tranquilo, en cambio acá no había paz, sino cláxones y movimiento todo el tiempo.
Trató de limpiar un poco de saliva que había sobre su camisa mientras dormía en el autobús, pero era imposible.

Había llegado el momento en que debía bajar del autobús para buscar la casa de su tía pero al recoger su equipaje observó que un señor, de unos cuarenta y cinco años de edad mas o menos, sostenía una cartulina con un el nombre de "DeWitt, Ella" escrito en ella.
Se acercó a él, un poco confundida, no sabía realmente qué hacía un total desconocido con su nombre escrito en una cartulina. Al menos tenía buen aspecto, vestía saco, corbata y zapatos muy muy brillantes.
Le dedicó una cortés sonrisa a la hermosa joven que seguía confundía hacia su dirección.

- ¿Ella? -inclinó la cabeza para encontrar su mirada con la tímida chica cabizbaja. 
Ella levantó la cabeza un poco insegura  -Sí, ¿y usted quien es?
-Soy el chofer de la señora Laura, me ha enviado a recogerte.
-¿De verdad un chofer?
-Sí, sube al auto por favor, debemos irnos. Yo subiré tu equipaje.
-¡Oh no! Descuida, yo te ayudo.

Había mucho tráfico en la ciudad y Ella solo quería llegar a su nuevo hogar para poder descansar tranquilamente después de cinco horas en autobús.

-¿Qué tal el viaje? -preguntó el chofer, observando a Ella a través del cristal.
-No estuvo mal. -ocultó su dolor de cuello, el traste y de cabeza en una simple  y amable sonrisa.

Por supuesto que no estuvo mal, estuvo pésimo, horrible, incómodo... Pero Ella no quería quejarse, agradecía lo que hacían por ella, le habían enviado un chofer a buscarla, ¿quién hacía eso?

-Me parece que te he visto antes o debo estar mal de la cabeza.

Él devolvió la mirada.

-Fui amigo de tu padre. Te vi cuando tu madre recién había dado a luz, tu no parabas de llorar y tu padre tampoco, estaba tan nervioso, pero cuando te dieron en sus brazos todo se calmó, tanto tú como él dejaron de lloriquear.

-Claro, tú eres... Eres... Eres Tim. Me parece increíble que recuerdes aquello. Mis padres hablaban mucho de ti.

-Tu padre Jack era como un hermano para mi, siempre me trató como la familia y estaré eternamente agradecido.

Finalmente, habían llegado a la Mansión Watson. Le faltaba poco a Ella para que su boca cayera al piso de la impresión.

-Estarás bien aquí, siempre y cuando yo esté vigilando. -Dijo Tim pasar detrás de Ella cargando sus maletas. -Por favor.
Hizo un ademán para que caminara hacia dentro de la mansión, Ella no comprendió totalmente a que se refería Tim, por un momento creyó que la había tratado de ladrona pero ¿cómo podía pensé algo así de alguien? Estaba mal, muy mal dudar así de las personas.

-Bienvenida a tu nuevo hogar Ella.

Asombrada, dio un paso dentro de su nuevo hogar, no podía dejar de mirar por todas partes. La sala estaba completamente a la moda, todo el lugar parecía costar una fortuna y todo estaba completamente limpio y ordenado. Solo le faltaba conocer su habitación. En ese instante, un sonido casi parecido al de un martilleo se escuchó, Ella no sabia donde estaba Tim y se quedó congelada pero al escucha una voz femenina dedució que esa decía ser Laura, su tía.

-Así que, tu eres Ella.
Al voltearse, se encontró con una dama, alta, refinada y de cabellos rojizos. Portaba un vestido hermoso, parecía una reina y en realidad lo era, tenía todo ese palacio para ella.

-Así es, soy yo.
Ella decidió que la mejor manera de disimular el nerviosismo era mirar para arriba y meter las manos en los bolsillos. ¡Vaya que normal!
En el preciso momento en que Tim regresaba, llegaron a su lado dos chicas, debían ser sus hijas, Brianna y Kimberly Watson, sus primas.

-Mucho gusto, soy Ella.
Trató de acercar su mano para hacer contacto pero aquellas no correspondieron al saludo, solo la observaron desde la mínima hebra de su cabello hasta sus gastados zapatos.
Un poco incomoda, retiró su mano y la regresó al bolsillo.

-¡Que maleducadas que son! ¿Cómo no pudieron saludar a Ella?

-Vino en autobús, hay muchos gérmenes allí. -Contestó en tono chillón Kimberly.

-Esto me pasa por pagar tantos tratamientos para cabellos, ya les quemaron todas las neuronas.
Por favor, ponte cómoda Ella, Timothy te mostrará tu habitación.

Despertó de su siesta, se sentía como nueva y era hora de arreglar todo, pues no iba ser temporal o al menos eso creía.
Después de la cena, la ocupada señora Laura se había retirado a organizar algunos negocios, al señor de la casa no le había conocido aún, sus antipáticas primas no estuvieron en la cena.
A Laura no parecía interesarle mucho sobre Ella, casi no hablaron sobre ella o de lo que había pasado después de la muerte de su madre, solo le entregó un cartapacio lleno de papeles que debía leer.

Decidió salir y tomar aire fresco, no conocía el lugar así que no iría tan lejos, todo estaba tan calmado, había paz al menos en aquel lugar, pero no era aire fresco, se podía sentir malas vibras, si así se le puede nombrar.
Mientras caminaba por la acera, se entretuvo viendo a un par de chicos bailar en medio de la calle, lo que no vio venir fue otra cosa.

-Cuidadooo...
El grito la desconcertó, pero su reacción fue tardía, ya estaba regada en el piso, encima de la chica que había causado aquel accidente.

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