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Narra Francisca.
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- ¿Me podrías cambiar de escuela, papá? - muevo mis manos.
- ¿Por qué? - tranquiliza mis manos.
- No es necesario estar en el mismo lugar, en donde están las personas que odias. - se ríe por mi comentario.
- Nunca pensé que dejarías tus amistades. - murmura - Además, creí, que ellos serían tus "Mejores Amigos" - hace las comillas con sus dedos.
- No todo dura para siempre. - suspiro.
- Pero los amigos, si duran cuando están a tu lado. - se sienta a mi lado - Por lo que he visto... Ellos, a pesar de todo, siguen a tu lado.
- ¿Siguen a mi lado? - pregunté sarcástica.
- Desde aquel día, siempre me encuentran, para poder saber como te encuentras y todo eso. - me dice sincero - Se preocupan por ti, siendo que para ti, ellos no son nada.
- Entiende Papá, mira por lo que estoy pasando, date cuenta de eso, no es fácil llegar hasta el fin de los números. - acaricia su frente.
- Lo importante, es que seas feliz Francisca, y con ellos, superaba la felicidad que tenia por dentro al verte así. - dijo orgulloso - Quiero que seas feliz, a pesar de todo.
Con las palabras que dijo mi papá, desvié la mirada para aclarar mis dudas. Lo que decía mi papá es la verdad.
Creo que soy muy orgullosa para esto.
- No lo sé.. - agacho mi mirada - Realmente no lo sé papá.
- Piénsalo, antes de que los puedas perder. - hizo una pausa - Tal vez "Para Siempre" y no tendrás la oportunidad de verlos, cuando más lo necesites Francisca. Hazlo ahora, mañana podría ser diferente.
- Gracias por la energía de tus palabras. - me levanto de mi asiento y me dirijo hacia el patio delantero.
Sentí que algo se derramaba por mi mejilla. Lluvia. Coloque mi gorro y cubrí mis manos entre los bolsillos, camine rumbo a casa de Karen. En el camino aproveche de comprar un refresco de vainilla (También puede ser de otro sabor) y al final de la calle, encontré la casa. Por fuera es normal, ventanas redondas con marcos rojos, la puerta al costado derecho del jardín, el color de la casa por fuera es color turquesa, es de segunda plana, por cual se podía ver un poco Corea.
Toqué el timbre, después de dos minutos, se abrió la puerta. A través de ella, está Karen, envuelta con una bata.
- Hola. - salude sonriendo.
- Pensé que volverías. - me abraso - Y volviste.
- Karen, ¿Estás hay? - pregunto Vicky.
- Estoy en la puerta con Francisca. - Karen hace unos movimientos con sus manos, luego se acerco Vicky.
- Francisca! - me saluda.
Después de esa conversación, Karen me dejo entrar a su casa.
Por un momento sentí, nostalgia.
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- Bueno, ¿No crees que es muy tarde? - pregunté mirando a Karen.
- No... - se ríe - ¿Cómo crees? - mira su reloj y abre sus ojos como plato.
Me levanté para despedirme y salir por la puerta.
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Mientras por las calles de Seúl, llovía muy poco, típico cuando se va el invierno. Esas calles solitarias, un barrio pequeño, en donde todos los vecinos se conocen. Caminar por este vecindario es muy cómodo. Pero esto es distinto, ya que a esta hora, yo soy (Casi) la única que camina a esta hora. Hice algo sin pensarlo, me di vuelta asustada. Mi corazón arranca velozmente. ¿Qué hace aquí?, ¿Acaso me sigue?.
- Hey, hola. - alza su café, en forma de saludo - ¿Cómo estás?
- ¿Qué haces por acá? - fue lo primero que pensé.
- Que mala educación saludar de esa forma, Francisca. - abre un basurero y tira su café, ya tomado.
Me di medía vuelta y el me tomo la mano.
- ¿A donde crees que vas? - me alega.
- A mi casa, JeongMin. - suelto su agarre.
- Ven, te llevo. - se sube a su moto - ¿Qué miras?, sube rápido.
Trague saliva nerviosamente y me acerqué lentamente.
- Si no quieres caer, no me sueltes hasta llegar a tu casa. - dijo burlón.
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Hola, sé que es un poco corto...
Si o si, mañana haré dos capítulos de 750 palabras.
Un abrazo ~¤_¤~
