Capítulo 13. Rumores

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Ayé se había arreglado para ocultar la comida bajo su máscara y fingir que comía como todo el mundo durante su estancia en el pueblo achira. No obstante, durante la caminata, le era más difícil esconder los restos convertidos en deshecho. Sus compañeros no hicieron preguntas, habían escuchado muchas historias de los sin rostro. De todos modos, Ayé se sintió apenado, no estaba acostumbrado a tratar demasiado con personas; su incomodidad era palpable. Por fortuna, la situación no pasó a mayores. Durante el camino hablaron poco. Aun con ello, no faltaron miradas sospechosas por parte de los mercenarios.

Ni Ayé ni las achira fomentaron la conversación, pero los mercenarios no perdían la oportunidad de indagar cuánto pudiesen.

­— Los achira guardan muchos secretos, me pregunto si algo sabían acerca del regreso de los dragones sin decir nada al resto de los pueblos en el gran valle. ­— inquirió Triva.

­— De haber sido el caso, nuestro pueblo consideró que podía resolver la situación sin afectar el equilibrio. — respondió Erenia—. No por nada les pagamos para ayudar a resolver el problema en común, sin llegar a provocar los desastres de los tiempos del imperio.

— Nadie desea otra cruzada contra los dragones. El desastre antes de la caída fue consecuencia del egoísmo del Emperador Loco, de su ansia de poder, de muerte. Con la desaparición de los dragones, aumentaron los monstruos y criaturas de la noche. A su vez, el ciclo natural en el que los bosques ardían y luego se renovaban se vio interrumpido. La falta de ciertas... criaturas esenciales, sólo trae la fatalidad. Esto ha ido en aumento, desde la campaña del imperio hasta la aparente desaparición de esas grandes criaturas. Incluso con lo peligrosos que resultaban los dragones, su ausencia ha traído males mayores. No obstante, los pueblos y aldeas peligran y ustedes no dijeron nada.

— Nuestros asuntos no deberían preocuparles. Si sabíamos o no del retorno de los dragones, no importa, estamos resolviendo el problema. Por algo están aquí, vendiendo su trabajo para matar a la bestia.

­— No nos malentiendan, no acusamos de faltar a su responsabilidad. Pero hablamos de un problema serio. No... de un hecho histórico. El retorno de los dragones... ¿Qué puede significar algo así? Hay muchas preguntas por resolver, cuestiones que ni siquiera se han comenzado a reflexionar. Entre ellas si habrá otros dragones de los que no sepamos, o... quizá hayan nacido más. Sus huevos eclosionaban, hasta dónde sé, tras varias décadas. Su población cayó en picada tras la cruzada del emperador, luego fue amainando hasta su aparente desaparición hace ya más de una década. ¿Podría ser este el resurgir de los dragones? Escuchamos el rumor de un dragón rojo que destruyó uno de los últimos cuarteles militares, de quiénes aún creen en la visión del imperio. Se dice que no hubo supervivientes. Nada es seguro, pero los números aumentan. Tarde o temprano podríamos tener que lidiar con las consecuencias.

Ayé recordó el rumor que había motivado su cruzada. No era un rumor confirmado, aunque el resurgir, a la par del repentino aumento en los dragones complicaba el sentido de la profecía. ¿Habría un dragón en concreto cuya muerte trajera de vuelta su rostro? Uno solo no dejaba un margen para errar. No obstante, con más dragones... ¿Bastaría la muerte de cualquiera, y con ello probar su valor para recuperar su arrebatada faz? Una campaña en pos de matarles hasta cumplir con su destino podría empeorar el desequilibrio en el valle y en las regiones aledañas. Cada vez se volvía más difícil cumplir con su encomienda. Una maraña de pensamientos, de dudas se esparcían por su mente, ¿acaso valía la pena la misión para recuperar su rostro? Ni siquiera sabía cómo era vivir con uno. Parte de quién era, de su forma de ver la vida, estaba ligada a esa falta. Sin embargo, siempre se le vio como un ser extraño, como un monstruo, resultado de su condición. Más aún, su propia vida era difícil por ello mismo, el sobrevivir le habría sido imposible sin su máscara, sin la hechicería de su madre. La vida era sufrimiento para los sin rostro, más incluso que para el resto de habitantes de Grava.

— No podríamos estar seguros de algo así. De momento hay que lidiar con el dragón broncíneo, a fin de parar la destrucción que deja tras de sí. Las dudas se resolverán cuando el tiempo sea propicio. No sabemos ni podemos decir más.

Korn gruñó mientras se mantenía atento a la discusión.

— Entiendo, sin lugar a dudas habrá un momento para ello al terminar nuestra labor. Pero, he de aclarar, los rumores del dragón de bronce han circulado entre las aldeas, y viejos busca recompensas, exploradores y cazadores, se han dispuesto a buscar a la criatura para obtener tesoros sin par. Escuché de un tal Orc, un anciano de incontables años a sus espaldas, sobreviviente de las cruzadas. La magia le ha permitido resistir el embate de las estaciones. Irá en pos de su objetivo, para terminar su labor dejada por el difunto emperador tiempo atrás.

Erenia mantuvo una expresión serena. En el fondo le preocupaba el rumor. Sabía de Orc, conocía sus habilidades. Sin duda, debían asegurar que creyese que era el último dragón.

— Tu mismo lo has dicho; el rumor ya se ha extendido. Si Orc no tiene intenciones siniestras, su ayuda nos será invaluable.

Y así continuaron andando, cobijados por la paz del bosque. Más adelante, a lo lejos, se erguía hacia el cielo un denso monumento de humo. 

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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Ayé y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora