-¿No me hablarás, Lola? ¿Estás enojada conmigo?- Preguntó Emil, el psicólogo del orfanato.
La chica negó dos veces seguidas, con una leve sonrisa en la cara.
Siempre con una sonrisa en la cara.
Emil se preguntaba si alguna vez el rostro se le entumece de tanto sonreír.
-¿Entonces por qué no me hablas?- El ceño del psicólogo se arqueó, visiblemente confundido, pues normalmente, la chica no paraba de hablar, y aunque de su boca no salieran muchas coherencias, siempre tenía algo para decir.
-Porque mamá me dijo que no lo haga.- Murmuró la adolescente de quince años.
-¿Mamá le dijo lo mismo a Logan?- La rubia negó, suspirando.- Logan está enojado con mamá.
-¿Por qué, Lola?-
La mirada de la mencionada se posó en una esquina de la habitación, mientras se mordía el dedo.
-Porque mamá no nos defiende.- Susurró, todavía con la mirada clavada en una esquina.
-¿Mamá está aquí con nosotros?- Con la mirada agachada, Köster miró su libreta dónde anotaba todo.
Koch asintió, está vez mirando fijamente al psicólogo, mientras que de su dedo (aún en su boca) escurría un poco de sangre.
Emil miró de nuevo su libreta y escribió;
"Las alucinaciones siguen presentes en ambos hermanos, y no parecen mejorar."
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